Retorno...
"Todos vivimos del pasado y nos vamos a pique con él"
Goethe.
Abro la puerta, todo está oscuro, apenas puedo distinguir las siluetas de los muebles y las columnas de la casa. Camino directo hasta la habitación, la que fue nuestra tantas noches. Enciendo la luz y mirar aquello es volver a verte de nuevo, todo me recuerda tu presencia.
Desabrocho mi abrigo, la camisa. Me quedo apenas en calzoncillos y medias tirado en la cama mirando al techo. Tu aroma me llega de repente, veo un frasco de perfume que dejaste con tu partida. Lo tomo como si fuera a ti a quien abrazara, lo destapo como si te desnudara, aspiro profundo y me lleno de ti, de tus besos, que son mis besos y me los robaste para que otro lo disfrutara sin merecerlos. Me tomo un trago de golpe del perfume, mi cuerpo convulsiona, todo da vuelta hasta que te descubro parada en medio de la puerta. Te acercas despacio, como si no me reconocieras. Me cubres con tus brazos, me siento protegido a tu lado, puedo sentir la delicadeza de tu piel, nuestros rostros se confunden, lloramos. "Nunca me dejes" te suplico. "Nunca me he marchado" respondes. Nos amamos toda la noche, escuché cuando gritaste mi nombre, yo susurré el tuyo.
El sol entró sin ser invitado, era la mañana y ya no estabas. Una ducha, me marcho al trabajo. Consumo horas en una fría oficina, gente que gira a mi alrededor, no las distingo. Llega la hora de partida, camino por la calle principal de la ciudad, busco tu rostro en las personas que se cruzan en mi camino y no te encuentro en ninguno de ellos. Apresuro el paso, quiero llegar a la casa. Introduzco la llave en la cerradura que cede seguido . Todo sigue oscuro, llego como siempre a tientas a la habitación, no estás, no has regresado desde que te fuiste, no vas a volver. Desabrocho mi abrigo, la camisa. Me quedo apenas en calzoncillos y medias tirado en la cama mirando al techo, tu aroma me llega de repente, veo un frasco de perfume...todo inicia de nuevo.
Rafael Rodríguez Torres
"Vi ho purgatto ancora!"
Nota:Si soy acusado de plagio por adjudicarme lo antes escrito, quien lo haga lleva razón. Lo aquí escrito no me pertenece, es de quien provocó que las palabras mancharan el papel. Es de ella porque fue quien dictó las palabras, pero lo más importante, le pertenece porque fue quien provocó lo que les cuento haber sentido.
Escribir es una pasión que muchos llevamos dentro, escribir alivia el alma, acompaña soledades, reconforta y a la vez nos mantiene vivo en la memoria cosas que nos han pasado, que vimos o nos contaron. Por eso escribo, para no olvidar siquiera un detalle de lo ocurrido en la película más larga, interesante y a la vez aburrida que he visto: Mi vida!
martes, 30 de diciembre de 2008
sábado, 27 de diciembre de 2008
Saturnalia...
Ghostbuster...
Soy un hombre escéptico, para muchos de mis conocidos, en extremo. Lo ocurrido en casa hace unos años me llevó a dudar de mis férreas convicciones. Soltero, rozando los cuarentas, años de vivir solo me transformaron en lo que soy hoy día. Aprendí a disfrutar de la vida, incluso de la oscuridad provocada por los cotidianos apagones que vive el país.
Luego de una cena frugal, encender varias velas en el baño, obligar a mis ojos miopes pasearse por las líneas de letras pequeñas de un libro de Stephen King, "Different Seasons" si mal no recuerdo. Envuelto en la lectura, creí escuchar un ruido bastante extraño en la cocina, no le hice caso pero al continuar los ruidos, ahora de forma alarmante, decidí investigar con una navaja del ejército suizo en una mano, en la otra una vela. Como era de esperar, no había nada.
Pasaron varias noches y todo en calma, luego regresaron con la misma agresividad de la primera noche. Esta vez la investigación fue mucho más exhaustiva, el resultado de la búsqueda fue el mismo, nada!. Al regresar a la habitación, cerrar la puerta con seguro, volvieron los ruidos, ya no desde la cocina, ahora fuera de la habitación. Asustado(con vergüenza lo reconozco ahora) como cualquier otro, apenas pude conciliar el sueño por las conjeturas sobre lo que pasaba en casa. Las mañanas llegaban plagadas de calma, salir del apartamento era entonces un alivio, regresar un verdadero suplicio. Lo peor de todo era que no me atrevía contarle a mis amigos lo que pasaba, aún conservaba un poco de dignidad. Para empeorar la situación, los adornos que decoraban la sala y el comedor de la casa caían al suelo y con el impacto se destrozaban de forma irreparable. Salir y revisar lo que pasaba ya no era una opción, tenía miedo. Recoger los destrozados adornos por las mañanas se convirtió en una nueva tarea de cada día. Busqué información en Internet, a lo mejor alguien me aconsejaba sobre el tema. Sólo encontré puras teorías.
Cuando un hombre es llevado al límite es poco predecible como reacciona dicho individuo. Llegué al extremo una noche al ver truncada una cita de cama con una amiga la cual salió corriendo ante la andanada de ruidos que se escucharon aquella noche. Lo que fuera me había colmado la paciencia. Detuve una tarde en una ferretería, recorrí los pasillos de la misma empujando un carrito como en los supermercados. Polvos, trampas, de todo cuanto pude conseguir lo compré. Los ruidos han disminuido casi por completo, una que otra noche los escucho pero ya estoy plenamente confiado de que no eran fantasmas . Por las mañanas sigo con la misma molestosa tarea de recoger y limpiar; lo único que ha cambiado son los adornos de la sala por ratones muertos ya sea envenenados o triturados por una ingeniosa trampa. Todavía estoy tratando de convencer a mi amiga de que los fantasmas no existen, deséenme suerte.
Rafael Rodríguez Torres
"Vi ho purgatto ancora!"
Soy un hombre escéptico, para muchos de mis conocidos, en extremo. Lo ocurrido en casa hace unos años me llevó a dudar de mis férreas convicciones. Soltero, rozando los cuarentas, años de vivir solo me transformaron en lo que soy hoy día. Aprendí a disfrutar de la vida, incluso de la oscuridad provocada por los cotidianos apagones que vive el país.
Luego de una cena frugal, encender varias velas en el baño, obligar a mis ojos miopes pasearse por las líneas de letras pequeñas de un libro de Stephen King, "Different Seasons" si mal no recuerdo. Envuelto en la lectura, creí escuchar un ruido bastante extraño en la cocina, no le hice caso pero al continuar los ruidos, ahora de forma alarmante, decidí investigar con una navaja del ejército suizo en una mano, en la otra una vela. Como era de esperar, no había nada.
Pasaron varias noches y todo en calma, luego regresaron con la misma agresividad de la primera noche. Esta vez la investigación fue mucho más exhaustiva, el resultado de la búsqueda fue el mismo, nada!. Al regresar a la habitación, cerrar la puerta con seguro, volvieron los ruidos, ya no desde la cocina, ahora fuera de la habitación. Asustado(con vergüenza lo reconozco ahora) como cualquier otro, apenas pude conciliar el sueño por las conjeturas sobre lo que pasaba en casa. Las mañanas llegaban plagadas de calma, salir del apartamento era entonces un alivio, regresar un verdadero suplicio. Lo peor de todo era que no me atrevía contarle a mis amigos lo que pasaba, aún conservaba un poco de dignidad. Para empeorar la situación, los adornos que decoraban la sala y el comedor de la casa caían al suelo y con el impacto se destrozaban de forma irreparable. Salir y revisar lo que pasaba ya no era una opción, tenía miedo. Recoger los destrozados adornos por las mañanas se convirtió en una nueva tarea de cada día. Busqué información en Internet, a lo mejor alguien me aconsejaba sobre el tema. Sólo encontré puras teorías.
Cuando un hombre es llevado al límite es poco predecible como reacciona dicho individuo. Llegué al extremo una noche al ver truncada una cita de cama con una amiga la cual salió corriendo ante la andanada de ruidos que se escucharon aquella noche. Lo que fuera me había colmado la paciencia. Detuve una tarde en una ferretería, recorrí los pasillos de la misma empujando un carrito como en los supermercados. Polvos, trampas, de todo cuanto pude conseguir lo compré. Los ruidos han disminuido casi por completo, una que otra noche los escucho pero ya estoy plenamente confiado de que no eran fantasmas . Por las mañanas sigo con la misma molestosa tarea de recoger y limpiar; lo único que ha cambiado son los adornos de la sala por ratones muertos ya sea envenenados o triturados por una ingeniosa trampa. Todavía estoy tratando de convencer a mi amiga de que los fantasmas no existen, deséenme suerte.
Rafael Rodríguez Torres
"Vi ho purgatto ancora!"
viernes, 12 de diciembre de 2008
Sueños Alucinógenos....
Para Que No Me Olvides...
Ya estaba sentado a tu lado cuando sonó el teléfono con la mala noticia. Miraba fijo tu rostro buscando alguna expresión nunca antes vista, conociéndote, sabía que no ibas a decir nada, siempre callas. Preguntaste a la voz del otro lado del aparato si estaba seguro que había sido yo, con la respuesta diste las gracias y colgaste. Quise gritar en ese momento:"Di algo papá!, por lo menos ahora". Callé, era inútil, ya no estaba permitido hablarte.
Qué rápido se propagan las malas noticias, no pasaron diez minutos y ya lo sabías. Lamento todo papá, no tuviste suerte conmigo. De haber podido te evitaba el dolor que ahora te consume. Envejeciste años y apenas ocurrió ayer, cuanto se nota el sufrimiento en tu cara, te juro papá que estoy llorando por dentro, pero no lo vas a notar nunca, ya no soy ni sombra de lo que hasta ayer fui.
Recuerdas papá los momentos que pasamos juntos, tener tu mano sosteniendo la mía era lo más importante del mundo para mi. Me desvelaba por complacerte, que estuvieras orgulloso de mi, pero siempre chocaba con el muro de silencio que te convertiste con los años, luché papá, Dios sabe que hice el esfuerzo, pero como ser humano tuve mis límites, agoté cada opción posible, ninguna funcionó. Para entonces ya era un adolescente, quise llamar tu atención de otra forma, primero en el colegio, fraudes en los exámenes, peleas, escapadas, llamadas de los profesores. Que su hijo hizo esto, ahora aquello. Tú como siempre, callado, el peor castigo que recibí en la vida fue tu silencio, me lastimabas papá.
Una noche te la hice bien grande, llegué acompañado de unos policías. "Es su hijo?" preguntaron. Asentiste con la cabeza, estabas espantado. "Lo atrapamos robando en una tienda del centro comercial". "Espera en mi despacho" me dijiste. Saliste a la calle con los oficiales, hablaron por largo rato, cuando regresaste simplemente preguntaste:"Hasta dónde piensas llegar?".
Crecí, como a todo el mundo la calma llegó en mi vida, la universidad, luego conseguí trabajo, aparecieron las chicas, me enamoré. "Papá, tengo una buena noticia que darte!...vas a ser abuelo!" no me dijiste nada agradable, no abriste una botella de whiskey para celebrar como dos hombres. Te pusiste en contacto con los padres de ella y nos celebraron una boda esplendida, cinco meses después ya yo era padre al igual que tú. Me acompañaste todo el día en la maternidad. Lo miraste como si no hubiese sido sangre de tu sangre, trataste de ser gracioso, pareciste grotesco, no era lo tuyo.
Dicen que cometemos los mismos errores que cometieron nuestros padres al momento criar un hijo, traté de ser abierto con mi hijo, expresivo, creo que hice un buen trabajo a pesar de la improvisación. Ahora te lo encargo en mi forzada ausencia. Por las noche le hablas antes de dormir, cuentale historias de nosotros, inventa anécdotas que vivimos, siempre trata de que se duerma con una sonrisa en el rostro. Si te pregunta por mi, a ver cómo te las ingenia, deja fluir las palabras, con el paso de los años no tienes idea del significado que adquieren. Si yo hubiese tenido el valor de sentarme a tu lado y decirte todo esto un año antes, quizás nada de esto hubiese ocurrido. Ahora, cuando ya es tarde es cuando me decido, pero no me escuchas, miras mi cuerpo, ignoras las palabras. "Qué hiciste hijo?" logro escuchar de tus labios. Esta vez no fue mi culpa papá, la luz cambió muy rápido, pisé frenos, no vi venir el otro vehículo, no recuerdo el resto. En mi cabeza retumban voces:"Es el hijo de don Fulano" alguien dijo. No quería que te enteraras, pero ya ves, no lo pude impedir.
Ya nos separan padre y no dices nada, porqué no me abrazas?. Observas a quienes me alejan de tu lado y no dices nada, baja la mirada, estás llorando, lo puedo notar. Me desespero, mas que por tu estado de angustia, es saber que nos despedimos para siempre. Quise comprenderte, ahora es tarde, te quiero viejo, nunca lo olvides. Se acercan personas que te consuelan, te llenan de un falso valor, quién puede soportar la muerte de un hijo? quizás tú, a lo mejor yo.
Rafael Rodríguez Torres
Ya estaba sentado a tu lado cuando sonó el teléfono con la mala noticia. Miraba fijo tu rostro buscando alguna expresión nunca antes vista, conociéndote, sabía que no ibas a decir nada, siempre callas. Preguntaste a la voz del otro lado del aparato si estaba seguro que había sido yo, con la respuesta diste las gracias y colgaste. Quise gritar en ese momento:"Di algo papá!, por lo menos ahora". Callé, era inútil, ya no estaba permitido hablarte.
Qué rápido se propagan las malas noticias, no pasaron diez minutos y ya lo sabías. Lamento todo papá, no tuviste suerte conmigo. De haber podido te evitaba el dolor que ahora te consume. Envejeciste años y apenas ocurrió ayer, cuanto se nota el sufrimiento en tu cara, te juro papá que estoy llorando por dentro, pero no lo vas a notar nunca, ya no soy ni sombra de lo que hasta ayer fui.
Recuerdas papá los momentos que pasamos juntos, tener tu mano sosteniendo la mía era lo más importante del mundo para mi. Me desvelaba por complacerte, que estuvieras orgulloso de mi, pero siempre chocaba con el muro de silencio que te convertiste con los años, luché papá, Dios sabe que hice el esfuerzo, pero como ser humano tuve mis límites, agoté cada opción posible, ninguna funcionó. Para entonces ya era un adolescente, quise llamar tu atención de otra forma, primero en el colegio, fraudes en los exámenes, peleas, escapadas, llamadas de los profesores. Que su hijo hizo esto, ahora aquello. Tú como siempre, callado, el peor castigo que recibí en la vida fue tu silencio, me lastimabas papá.
Una noche te la hice bien grande, llegué acompañado de unos policías. "Es su hijo?" preguntaron. Asentiste con la cabeza, estabas espantado. "Lo atrapamos robando en una tienda del centro comercial". "Espera en mi despacho" me dijiste. Saliste a la calle con los oficiales, hablaron por largo rato, cuando regresaste simplemente preguntaste:"Hasta dónde piensas llegar?".
Crecí, como a todo el mundo la calma llegó en mi vida, la universidad, luego conseguí trabajo, aparecieron las chicas, me enamoré. "Papá, tengo una buena noticia que darte!...vas a ser abuelo!" no me dijiste nada agradable, no abriste una botella de whiskey para celebrar como dos hombres. Te pusiste en contacto con los padres de ella y nos celebraron una boda esplendida, cinco meses después ya yo era padre al igual que tú. Me acompañaste todo el día en la maternidad. Lo miraste como si no hubiese sido sangre de tu sangre, trataste de ser gracioso, pareciste grotesco, no era lo tuyo.
Dicen que cometemos los mismos errores que cometieron nuestros padres al momento criar un hijo, traté de ser abierto con mi hijo, expresivo, creo que hice un buen trabajo a pesar de la improvisación. Ahora te lo encargo en mi forzada ausencia. Por las noche le hablas antes de dormir, cuentale historias de nosotros, inventa anécdotas que vivimos, siempre trata de que se duerma con una sonrisa en el rostro. Si te pregunta por mi, a ver cómo te las ingenia, deja fluir las palabras, con el paso de los años no tienes idea del significado que adquieren. Si yo hubiese tenido el valor de sentarme a tu lado y decirte todo esto un año antes, quizás nada de esto hubiese ocurrido. Ahora, cuando ya es tarde es cuando me decido, pero no me escuchas, miras mi cuerpo, ignoras las palabras. "Qué hiciste hijo?" logro escuchar de tus labios. Esta vez no fue mi culpa papá, la luz cambió muy rápido, pisé frenos, no vi venir el otro vehículo, no recuerdo el resto. En mi cabeza retumban voces:"Es el hijo de don Fulano" alguien dijo. No quería que te enteraras, pero ya ves, no lo pude impedir.
Ya nos separan padre y no dices nada, porqué no me abrazas?. Observas a quienes me alejan de tu lado y no dices nada, baja la mirada, estás llorando, lo puedo notar. Me desespero, mas que por tu estado de angustia, es saber que nos despedimos para siempre. Quise comprenderte, ahora es tarde, te quiero viejo, nunca lo olvides. Se acercan personas que te consuelan, te llenan de un falso valor, quién puede soportar la muerte de un hijo? quizás tú, a lo mejor yo.
Rafael Rodríguez Torres
miércoles, 3 de diciembre de 2008
Los 80's...Sicodélicos, confusos.
Correspondencia Para Chanflín...
Si usted preguntaba en el barrio por Francisco Pedro Borbón estoy seguro que muy pocas personas le hubiesen podido responder que le conocían, entre esas pocas personas me incluyo, al igual que mi padre y hermano mayor. Si usted preguntaba por toda la ciudad por Chanflín entonces estoy seguro que casi todo el mundo le iba poder decir que le conocía.
Francisco Pedro Borbón, mejor conocido como Chanflín, llegó una mañana pidiendo trabajo a un almacén de provisiones de la avenida Valerio, el mismo era propiedad de mi padrino por lo que pronto Chanflín fue presentado a mis padres. Como su labor en el almacén finalizaba antes del mediodía, se ofreció como ayudante en la fábrica de muebles de papá. Allí fue donde nos hicimos amigos.
Chanflín sobrepasaba los seis pies de estatura, cuerpo musculoso. Su piel estaba tostada por el sol, su rostro siempre lucía una barba de varios días que nunca crecía de más. Su atractivo principal eran sus ojos azules que hacían juego con su eterna gorra de los Tigres del Licey. Sólo una vez le vi sin la gorra en su cabeza, fuimos un domingo a pescar al río Yaque y su anzuelo quedó atrapado en la profundidad, luego de pensarlo varias veces puso su preciada gorra con todo el cuidado del mundo en la arena y dejó al descubierto una brillante calva que amenazaba con llegarle a la nuca.
Chanflín no se hizo famoso por su estatura, ni cuerpo, ni siquiera por sus ojos azules que hacía juego con su gorra de los Tigres del Licey. Su fama le llegó a finales en los 70's , cuando desde España nos llegaba la noticia de la muerte de Franco y la restauración de la monarquía. Se proclamó primo del rey Juan Carlos, nos dijo a todos que le tocaba una herencia de unos doscientos millones de dólares. Todos seguido fuimos beneficiados con la promesa de una parte de su fortuna, pero como era el blanco perfecto de las burlas de los muchachos del barrio fue eliminando uno por uno hasta no quedar nadie conocido en la lista. El dinero, me dijo un domingo de pesca, le iba a llegar en un sobre amarillo, dentro un cheque con la cantidad soñada. Era ya su único tema de conversación. Cuando le preguntaban:"Chanflín, te mandaron los chelitos?" siempre respondía lo mismo:"Sigue con tus burlas, yo te voy hacer un cuento".
El dictador enano fue arrancado del poder, conocimos la democracia en dos ocasiones y sin cambiar una simple letra de su discurso Chanflín siempre nos contaba la misma historia que ya nadie le hacía caso. Ya casi no le veía, había entrado a la universidad y era poco el tiempo libre que me quedaba para domingos de pesca. Fue una tarde mientras tomaba clases de economía 101 en la universidad que se me ocurrió gastarle una broma pesada a Chanflín. Al llegar a la casa le conté los detalles de mi plan a mi hermano mayor que para mi sorpresa no sólo estuvo de acuerdo, sino que se ofreció para ayudarme con el mismo. Compramos papel de cáscara de huevo en una librería del centro de la ciudad, varios sobre manila, un chinografo, goma para lacrar entre otras cosas. Mi hermano que domina a la perfección el arte de escribir con letras góticas redactó una carta a Chanflín donde primero le saludaba y le contaba lo emocionado que estaba de haber dado por fin con su paradero. En la carta le contaba que en poco tiempo le iba a estar enviando el cheque con el dinero de su herencia. Pusimos el sobre en el correo y al cabo de dos días Chanflín recibía su sobre. Saltaba de la alegría y le mostraba la carta a todo el mundo. Besaba la firma que mi hermano había copiado del rey Juan Carlos de una revista de sociales española. A todos nos prometió una parte de su fortuna olvidando ofensas del pasado. Cuando vino a casa con la carta en las manos tuve que morderme los labios para no estallar de la risa y echar a perder la segunda parte de nuestro plan.
Tanto mi hermano como yo estuvimos ansiosos durante las siguiente dos semanas, ambos queríamos enviar ya el cheque de Chanflín. Mi hermano de nuevo hizo un trabajo memorable, firma, número de cuenta, monto, todo parecía real. El sobre con el cheque le llegó una tarde calurosa de junio, estaba llegando a la fábrica de papá cuando el cartero le vio y le dijo de su correspondencia. Ese día no trabajó, tampoco fue al almacén al siguiente. Nos enteramos que le habían apresado en la sucursal del banco Universal de la calle El Sol tratando de cambiar el cheque falso. Como su antigua costumbre de la dictadura, los policías en el interrogatorio lo acariciaron más de lo debido. Mi hermano me convenció de que teníamos que contarle todo a papá quien al enterarse sólo dijo:"Coño, se pasaron muchachos". Se reunieron varias personas, entre ellos papá, el cura párroco, mi padrino quien era el jefe de Chanflín en el almacén y fueron todos al cuartel de la policía a lograr su libertad alegando demencia.
A Chanflín lo liberaron pero ya no era el mismo de antes, no volvió a trabajar. En menos de un mes envejeció años. La penúltima vez que le vi estaba sentado en un banco de la plaza Valerio. Me acerqué timidamente. Le pedí disculpas, me ignoró, su mirada se perdía entre los árboles del parque, se balanceaba suavemente de un lado a otro. Me despedí con un "nos vemos" entonces me habló, aunque no estoy seguro que fuera precisamente a mi, mas bien dejó escapar unas palabras al viento al decir:"Ya ni en la familia puede uno confiar, el cheque no tenía fondo".
Mi hermano se fue a vivir a los Estados Unidos, de Chanflín nadie le vio de nuevo, todos temieron lo peor. No tardó mucho para verme convertido en un paria para todos en el barrio. Me tocó cargar la cruz de la culpa a mi solo. Mi amigos ya no me hablaban, mi novia me sacó de su casa cuando fui a visitarla. Mis padres fueron indiferentes conmigo, como si yo no existiera. Me encerré en mi habitación día y noche, salía a comer, bañarme o tomar algo de la nevera. Poco a poco el encierro, la culpa y el trato recibido por todos me fue afectando. Mis estudios de economía quedaron en el olvido, una noche ya no pude más y me corté de un tajo las venas, mi madre fue quien me encontró tirado en el suelo. Luego, los meses siguientes fueron algo confuso, no recuerdo mucho de lo que hice. Estuve interno por más de dos años en un hospital siquiatrico en las afueras de la ciudad. Cuando me dieron el alta descubrí que nos habíamos mudado bien lejos de mi antiguo barrio. "Tienes la oportunidad de empezar una nueva vida" me dijo papá al llegar a la nueva casa. Pude conseguir empleo en un banco, una nueva novia. Las visitas al siquiatra se fueron espaciando con el paso de los años. Fue en una de las citas con el doctor, sentado en la sala de espera y hojeaba una revista española cuando vi a Chanflín por última vez. Estaba cambiado, su piel ya no estaba tostada por el sol, su cuerpo mantenía la buena forma que lo caracterizaba. Fue por sus ojos azules que ahora hacían juego con el mar . No le hubiese reconocido de no haber leído el encabezado que decía:"El duque Francisco Pedro Borbón vacaciona en el mar mediterráneo en su lujoso yate".
Rafael Rodríguez Torres
Si usted preguntaba en el barrio por Francisco Pedro Borbón estoy seguro que muy pocas personas le hubiesen podido responder que le conocían, entre esas pocas personas me incluyo, al igual que mi padre y hermano mayor. Si usted preguntaba por toda la ciudad por Chanflín entonces estoy seguro que casi todo el mundo le iba poder decir que le conocía.
Francisco Pedro Borbón, mejor conocido como Chanflín, llegó una mañana pidiendo trabajo a un almacén de provisiones de la avenida Valerio, el mismo era propiedad de mi padrino por lo que pronto Chanflín fue presentado a mis padres. Como su labor en el almacén finalizaba antes del mediodía, se ofreció como ayudante en la fábrica de muebles de papá. Allí fue donde nos hicimos amigos.
Chanflín sobrepasaba los seis pies de estatura, cuerpo musculoso. Su piel estaba tostada por el sol, su rostro siempre lucía una barba de varios días que nunca crecía de más. Su atractivo principal eran sus ojos azules que hacían juego con su eterna gorra de los Tigres del Licey. Sólo una vez le vi sin la gorra en su cabeza, fuimos un domingo a pescar al río Yaque y su anzuelo quedó atrapado en la profundidad, luego de pensarlo varias veces puso su preciada gorra con todo el cuidado del mundo en la arena y dejó al descubierto una brillante calva que amenazaba con llegarle a la nuca.
Chanflín no se hizo famoso por su estatura, ni cuerpo, ni siquiera por sus ojos azules que hacía juego con su gorra de los Tigres del Licey. Su fama le llegó a finales en los 70's , cuando desde España nos llegaba la noticia de la muerte de Franco y la restauración de la monarquía. Se proclamó primo del rey Juan Carlos, nos dijo a todos que le tocaba una herencia de unos doscientos millones de dólares. Todos seguido fuimos beneficiados con la promesa de una parte de su fortuna, pero como era el blanco perfecto de las burlas de los muchachos del barrio fue eliminando uno por uno hasta no quedar nadie conocido en la lista. El dinero, me dijo un domingo de pesca, le iba a llegar en un sobre amarillo, dentro un cheque con la cantidad soñada. Era ya su único tema de conversación. Cuando le preguntaban:"Chanflín, te mandaron los chelitos?" siempre respondía lo mismo:"Sigue con tus burlas, yo te voy hacer un cuento".
El dictador enano fue arrancado del poder, conocimos la democracia en dos ocasiones y sin cambiar una simple letra de su discurso Chanflín siempre nos contaba la misma historia que ya nadie le hacía caso. Ya casi no le veía, había entrado a la universidad y era poco el tiempo libre que me quedaba para domingos de pesca. Fue una tarde mientras tomaba clases de economía 101 en la universidad que se me ocurrió gastarle una broma pesada a Chanflín. Al llegar a la casa le conté los detalles de mi plan a mi hermano mayor que para mi sorpresa no sólo estuvo de acuerdo, sino que se ofreció para ayudarme con el mismo. Compramos papel de cáscara de huevo en una librería del centro de la ciudad, varios sobre manila, un chinografo, goma para lacrar entre otras cosas. Mi hermano que domina a la perfección el arte de escribir con letras góticas redactó una carta a Chanflín donde primero le saludaba y le contaba lo emocionado que estaba de haber dado por fin con su paradero. En la carta le contaba que en poco tiempo le iba a estar enviando el cheque con el dinero de su herencia. Pusimos el sobre en el correo y al cabo de dos días Chanflín recibía su sobre. Saltaba de la alegría y le mostraba la carta a todo el mundo. Besaba la firma que mi hermano había copiado del rey Juan Carlos de una revista de sociales española. A todos nos prometió una parte de su fortuna olvidando ofensas del pasado. Cuando vino a casa con la carta en las manos tuve que morderme los labios para no estallar de la risa y echar a perder la segunda parte de nuestro plan.
Tanto mi hermano como yo estuvimos ansiosos durante las siguiente dos semanas, ambos queríamos enviar ya el cheque de Chanflín. Mi hermano de nuevo hizo un trabajo memorable, firma, número de cuenta, monto, todo parecía real. El sobre con el cheque le llegó una tarde calurosa de junio, estaba llegando a la fábrica de papá cuando el cartero le vio y le dijo de su correspondencia. Ese día no trabajó, tampoco fue al almacén al siguiente. Nos enteramos que le habían apresado en la sucursal del banco Universal de la calle El Sol tratando de cambiar el cheque falso. Como su antigua costumbre de la dictadura, los policías en el interrogatorio lo acariciaron más de lo debido. Mi hermano me convenció de que teníamos que contarle todo a papá quien al enterarse sólo dijo:"Coño, se pasaron muchachos". Se reunieron varias personas, entre ellos papá, el cura párroco, mi padrino quien era el jefe de Chanflín en el almacén y fueron todos al cuartel de la policía a lograr su libertad alegando demencia.
A Chanflín lo liberaron pero ya no era el mismo de antes, no volvió a trabajar. En menos de un mes envejeció años. La penúltima vez que le vi estaba sentado en un banco de la plaza Valerio. Me acerqué timidamente. Le pedí disculpas, me ignoró, su mirada se perdía entre los árboles del parque, se balanceaba suavemente de un lado a otro. Me despedí con un "nos vemos" entonces me habló, aunque no estoy seguro que fuera precisamente a mi, mas bien dejó escapar unas palabras al viento al decir:"Ya ni en la familia puede uno confiar, el cheque no tenía fondo".
Mi hermano se fue a vivir a los Estados Unidos, de Chanflín nadie le vio de nuevo, todos temieron lo peor. No tardó mucho para verme convertido en un paria para todos en el barrio. Me tocó cargar la cruz de la culpa a mi solo. Mi amigos ya no me hablaban, mi novia me sacó de su casa cuando fui a visitarla. Mis padres fueron indiferentes conmigo, como si yo no existiera. Me encerré en mi habitación día y noche, salía a comer, bañarme o tomar algo de la nevera. Poco a poco el encierro, la culpa y el trato recibido por todos me fue afectando. Mis estudios de economía quedaron en el olvido, una noche ya no pude más y me corté de un tajo las venas, mi madre fue quien me encontró tirado en el suelo. Luego, los meses siguientes fueron algo confuso, no recuerdo mucho de lo que hice. Estuve interno por más de dos años en un hospital siquiatrico en las afueras de la ciudad. Cuando me dieron el alta descubrí que nos habíamos mudado bien lejos de mi antiguo barrio. "Tienes la oportunidad de empezar una nueva vida" me dijo papá al llegar a la nueva casa. Pude conseguir empleo en un banco, una nueva novia. Las visitas al siquiatra se fueron espaciando con el paso de los años. Fue en una de las citas con el doctor, sentado en la sala de espera y hojeaba una revista española cuando vi a Chanflín por última vez. Estaba cambiado, su piel ya no estaba tostada por el sol, su cuerpo mantenía la buena forma que lo caracterizaba. Fue por sus ojos azules que ahora hacían juego con el mar . No le hubiese reconocido de no haber leído el encabezado que decía:"El duque Francisco Pedro Borbón vacaciona en el mar mediterráneo en su lujoso yate".
Rafael Rodríguez Torres
viernes, 21 de noviembre de 2008
Saturnalia...
Réquiem Para Una Mujer Sola...
Esta casa es demasiado grande para esta sola, encerrada entre sus paredes vuelven loca a cualquiera. Hoy es uno de esos días en que me arrepiento de tantas cosas, ser como soy a veces me da rabia, el haber tenido un solo hijo; Rafael no quiso que tener más, sus razones fueron muchas y variadas. Que ya no se usaba eso de traer muchos hijos al mundo, que mi cuerpo se iba a deformar y él era loco con mi figura. Otro de sus motivo fue la salud, hice un embarazo terrible, casi me muero en el parto, no quiero recordar aquello. Los años pasaron y mi figura irremediablemente se echó a perder, no pude lograr un nuevo embarazo. El niño pronto no lo fue tanto y no me di cuenta de que crecía hasta que un día con un bulto en la mano nos dijo que se iba, necesitaba espacio, pero aquí sobra, nunca lo he podido entender.
Todo luce tan limpio e impecable, no hay nada en que ocuparse en tardes como estas, aburridas, solitarias. El teléfono parece estar fuera de servicio con su mudez aterradora, nadie llama, ni siquiera una llamada equivocada. Preparo otro trago, ya no recuerdo cuántos he tomado. Camino por los pasillos mirando las fotos que adornan las paredes. Cumpleaños del niño, fotos de nuestra boda, graducaciones, momentos felices. Soy una mujer dichosa, matrimonio perfecto de casi veinte y cinco años y aún enamorados como dos novios que recién inician un romance. Somos un ejemplo para la sociedad. Rafael es un hombre de negocio muy ocupado, casi no nos vemos, apenas tomamos el desayuno juntos, aunque sin mirarnos a la cara, un maldito periódico se interpone entre nuestras miradas. Regresa bien entrada la noche cuando ya el tedio se ha convertido en sueño y no tengo fuerzas ni ganas de pararme de la cama hasta el otro día. Es el precio de ser la esposa de un empresario exitoso como él.
Llamo a mis amigas, casi nunca están disponibles, siempre con una excusa, mucho trabajo, van a salir con sus maridos, no sé como pueden estar pegadas a un hombre tanto tiempo, no hacen nada sin que ellos los autoricen; yo no soy así, si tengo que salir me voy sola, aunque hace unos años que he perdido el interés de recorrer las tiendas de los centros comerciales de la ciudad. Además, cuando me reunía con ellas siempre era lo mismo, las conversaciones giraban alrededor del sexo, que anoche hicieron esto o lo otro, que repitieron varias veces. Debiera darle verguenza, mujeres ya entradas en edad y todavía pensando en la carne; Rafael es un hombre juicioso, me explicó el peligro que corría de un infarto, que eso no se ve bien en personas como nosotros que ya estamos pensando en el descanso de la vida.
El reloj de la sala marca las cuatro de la tarde, el tiempo no pasa o así me parece. Dónde estará Rafael que no ha llegado a almorzar. Si le llamo a su celular no responde, siempre lo tiene apagado, le dejo mensajes impregnados de urgencia que parecen no inmutarle. Cuando responde, si lo hace, han pasado varias horas; y si me ha pasado algo, se va a enterar cuando le digan que me han enterrado. Le llamo por quinta ocasión, al contestar me disculpé por haberle interrumpido, le digo que sólo le llamé para saber el traje que va a usar esta noche, como era de esperar ya lo había olvidado y tengo que repetirle que hicimos un compromiso ineludible, que faltar sería un irrespeto a nuestros amigos. Me dice que tendré que ir sola, está con unos inversionistas extranjeros en una reunión de negocios y no sabe la hora que terminará. De fondo se escucha música, una voz femenina que susurrando pregunta si va a demorar mucho, le comento de lo mal visto que sería yo llegar sola a una velada de parejas, que...colgó. En momentos así es cuando me vienen las ganas de morirme, pienso que debí haberme buscado un amante que me dedicara todo el tiempo y el cariño que añoro, pero no soy el tipo de mujer que puede estar con dos hombres a la vez. Lo que debí haber hecho fue buscarme un trabajo para entretenerme haciendo algo, pero él nunca lo permitió, me brindó cuando quise aunque ahora estoy dispuesta a cambiar todo lo material que poseo y me estorban en mi deambular por estos pasillos que me aprisionan robándome más que libertad, ganas de vivir. Lo cambiaría todo por su atención, por sentir un beso suyo de sus labios tiernos, como cuando éramos novios y todo era tan especial, pero no me voy a sentar a esperar a quien no acaba de llegar, hoy me iré sin él y estrenaré mi vestido negro escotado, nuevas zapatillas que le hacen juego, los tenía para la ocasión especial, no creo que vaya a notar nada. Pero, a quién le voy a lucir si me visto bien para impresionarlo, gustarle; no, mejor me quedo viendo la tele. Es que prefiero salir con Rafael, me gusta escuchar sus anécdotas de las cosas que ha hecho en sus viajes, sus historias son fantásticas. Eso voy a hacer, quedarme, no quiero escuchar a mis amigas con sus sermones para que espabile. Qué saben ellas de nuestra vida, he llevado mi matrimonio por casi un cuarto de siglo, no sabré yo como manejarlo!. Voy a la cocina por hielo, necesito otro trago que me acompañe, el calendario grita que es domingo, para mi todos los días son iguales. Me remuerde la conciencia, yo aquí haciendo conjeturas y el pobre Rafael que no tiene descanso, trabaja sin parar. No vale la pena que yo vaya a una fiesta y él en su oficina trabajando; no, le esperaré, si es necesario hasta el amanecer, que sepa que cuenta con mi apoyo, quizás el próximo sábado esté menos ocupado y no se le olvide que es nuestro aniversario.
Nota:Para la viuda del golf, la que me cuenta sus penas cada semana mojando las ganas en una humeante taza de café.
Rafael Rodríguez Torres
Esta casa es demasiado grande para esta sola, encerrada entre sus paredes vuelven loca a cualquiera. Hoy es uno de esos días en que me arrepiento de tantas cosas, ser como soy a veces me da rabia, el haber tenido un solo hijo; Rafael no quiso que tener más, sus razones fueron muchas y variadas. Que ya no se usaba eso de traer muchos hijos al mundo, que mi cuerpo se iba a deformar y él era loco con mi figura. Otro de sus motivo fue la salud, hice un embarazo terrible, casi me muero en el parto, no quiero recordar aquello. Los años pasaron y mi figura irremediablemente se echó a perder, no pude lograr un nuevo embarazo. El niño pronto no lo fue tanto y no me di cuenta de que crecía hasta que un día con un bulto en la mano nos dijo que se iba, necesitaba espacio, pero aquí sobra, nunca lo he podido entender.
Todo luce tan limpio e impecable, no hay nada en que ocuparse en tardes como estas, aburridas, solitarias. El teléfono parece estar fuera de servicio con su mudez aterradora, nadie llama, ni siquiera una llamada equivocada. Preparo otro trago, ya no recuerdo cuántos he tomado. Camino por los pasillos mirando las fotos que adornan las paredes. Cumpleaños del niño, fotos de nuestra boda, graducaciones, momentos felices. Soy una mujer dichosa, matrimonio perfecto de casi veinte y cinco años y aún enamorados como dos novios que recién inician un romance. Somos un ejemplo para la sociedad. Rafael es un hombre de negocio muy ocupado, casi no nos vemos, apenas tomamos el desayuno juntos, aunque sin mirarnos a la cara, un maldito periódico se interpone entre nuestras miradas. Regresa bien entrada la noche cuando ya el tedio se ha convertido en sueño y no tengo fuerzas ni ganas de pararme de la cama hasta el otro día. Es el precio de ser la esposa de un empresario exitoso como él.
Llamo a mis amigas, casi nunca están disponibles, siempre con una excusa, mucho trabajo, van a salir con sus maridos, no sé como pueden estar pegadas a un hombre tanto tiempo, no hacen nada sin que ellos los autoricen; yo no soy así, si tengo que salir me voy sola, aunque hace unos años que he perdido el interés de recorrer las tiendas de los centros comerciales de la ciudad. Además, cuando me reunía con ellas siempre era lo mismo, las conversaciones giraban alrededor del sexo, que anoche hicieron esto o lo otro, que repitieron varias veces. Debiera darle verguenza, mujeres ya entradas en edad y todavía pensando en la carne; Rafael es un hombre juicioso, me explicó el peligro que corría de un infarto, que eso no se ve bien en personas como nosotros que ya estamos pensando en el descanso de la vida.
El reloj de la sala marca las cuatro de la tarde, el tiempo no pasa o así me parece. Dónde estará Rafael que no ha llegado a almorzar. Si le llamo a su celular no responde, siempre lo tiene apagado, le dejo mensajes impregnados de urgencia que parecen no inmutarle. Cuando responde, si lo hace, han pasado varias horas; y si me ha pasado algo, se va a enterar cuando le digan que me han enterrado. Le llamo por quinta ocasión, al contestar me disculpé por haberle interrumpido, le digo que sólo le llamé para saber el traje que va a usar esta noche, como era de esperar ya lo había olvidado y tengo que repetirle que hicimos un compromiso ineludible, que faltar sería un irrespeto a nuestros amigos. Me dice que tendré que ir sola, está con unos inversionistas extranjeros en una reunión de negocios y no sabe la hora que terminará. De fondo se escucha música, una voz femenina que susurrando pregunta si va a demorar mucho, le comento de lo mal visto que sería yo llegar sola a una velada de parejas, que...colgó. En momentos así es cuando me vienen las ganas de morirme, pienso que debí haberme buscado un amante que me dedicara todo el tiempo y el cariño que añoro, pero no soy el tipo de mujer que puede estar con dos hombres a la vez. Lo que debí haber hecho fue buscarme un trabajo para entretenerme haciendo algo, pero él nunca lo permitió, me brindó cuando quise aunque ahora estoy dispuesta a cambiar todo lo material que poseo y me estorban en mi deambular por estos pasillos que me aprisionan robándome más que libertad, ganas de vivir. Lo cambiaría todo por su atención, por sentir un beso suyo de sus labios tiernos, como cuando éramos novios y todo era tan especial, pero no me voy a sentar a esperar a quien no acaba de llegar, hoy me iré sin él y estrenaré mi vestido negro escotado, nuevas zapatillas que le hacen juego, los tenía para la ocasión especial, no creo que vaya a notar nada. Pero, a quién le voy a lucir si me visto bien para impresionarlo, gustarle; no, mejor me quedo viendo la tele. Es que prefiero salir con Rafael, me gusta escuchar sus anécdotas de las cosas que ha hecho en sus viajes, sus historias son fantásticas. Eso voy a hacer, quedarme, no quiero escuchar a mis amigas con sus sermones para que espabile. Qué saben ellas de nuestra vida, he llevado mi matrimonio por casi un cuarto de siglo, no sabré yo como manejarlo!. Voy a la cocina por hielo, necesito otro trago que me acompañe, el calendario grita que es domingo, para mi todos los días son iguales. Me remuerde la conciencia, yo aquí haciendo conjeturas y el pobre Rafael que no tiene descanso, trabaja sin parar. No vale la pena que yo vaya a una fiesta y él en su oficina trabajando; no, le esperaré, si es necesario hasta el amanecer, que sepa que cuenta con mi apoyo, quizás el próximo sábado esté menos ocupado y no se le olvide que es nuestro aniversario.
Nota:Para la viuda del golf, la que me cuenta sus penas cada semana mojando las ganas en una humeante taza de café.
Rafael Rodríguez Torres
viernes, 14 de noviembre de 2008
Un Escritor Invitado...
Saludos a todos, hoy les tengo un escritor que es mi amigo desde que la vida era en blanco y negro. Hablo de Robinson Mosquea Moya, su fuerte son las décimas pero como buen literato le mete mano a todo, poesía, cuentos etc. Hoy les dejo con un poema que encontré mientras revisaba en papeles viejos, vale la pena leer.
"Deseos"
Quiero ser el espejo en que te miras
para ver al desnudo tu belleza
ser la almohada y bajo tu cabeza
ver tus sueños, sentir cuando respiras.
Deseo ser tu aliento si suspiras
y el consuelo que calme tu tristeza
ser el credo que tu alma siente y reza
y tus ojos cuando algo bello miras.
Si caminas deseo ser sendero
y esperar paciente tu regreso
ser canción, decirte que te quiero
ser esa flor a la que diste un beso
o estos versos que dicen lo sincero
del amor que en silencio te profeso.
Rafael Rodríguez Torres
"Deseos"
Quiero ser el espejo en que te miras
para ver al desnudo tu belleza
ser la almohada y bajo tu cabeza
ver tus sueños, sentir cuando respiras.
Deseo ser tu aliento si suspiras
y el consuelo que calme tu tristeza
ser el credo que tu alma siente y reza
y tus ojos cuando algo bello miras.
Si caminas deseo ser sendero
y esperar paciente tu regreso
ser canción, decirte que te quiero
ser esa flor a la que diste un beso
o estos versos que dicen lo sincero
del amor que en silencio te profeso.
Rafael Rodríguez Torres
domingo, 9 de noviembre de 2008
Poeta en Pena...
Otra vez camino
hacia la nada
con el pecho desgarrado,
con el alma en vilo
ante esta nueva
embestida del destino.
Otra vez esta goleta
navega sin un capitán
que la lleve
a un puerto seguro
al final del horizonte.
Otra vez emprendo
ruta hacia lo desconocido
sin la esperanza
de llegar a un lugar
donde al fin
pueda lanzar las anclas
del olvido.
Rafael Rodríguez Torres
hacia la nada
con el pecho desgarrado,
con el alma en vilo
ante esta nueva
embestida del destino.
Otra vez esta goleta
navega sin un capitán
que la lleve
a un puerto seguro
al final del horizonte.
Otra vez emprendo
ruta hacia lo desconocido
sin la esperanza
de llegar a un lugar
donde al fin
pueda lanzar las anclas
del olvido.
Rafael Rodríguez Torres
Sueños Alucinógenos....
Angelina...
Las seis y treinta aeme, me amanece en la autopista bañada de niebla, la radio molesta, es uno de esos días que no existe canción alguna que te reconforte. La carretera desierta facilita el rápido avance de mi vehículo. Bajo los cristales, respiro la mañana, huele a yerba mojada, el sol me regala una sonrisa.
Cruzo por un poblado llamado Cenoví, me golpean una hilera de casuchas, negocios destartalados, "Cervezas bien frías" reza un letrero, no miro atrás. Pronto llego a Jima, otra secuencia de casas que por la velocidad que llevo no logro distinguir una de otra. El sol sigue mis pasos, mi destino aún está lejos. Paro en un lugar de nombre Fantino en honor a un cura jesuita de origen italiano. Pueblo de calles disparejas, de gentes que te indican direcciones con un:"Eso es para arriba, eso es para abajo". Maldición, todo es llano!, cómo me oriento?. Visito clientes escépticos, desconfiados; cuyo único aval es su palabra. A media mañana me despido del desorden de vendedores ambulantes en motocicletas, de mujeres paradas en las esquinas comentando alguno que otro chisme. Sigo el camino que me lleva a un poblado llamado Las Guaranas, entré y salí sin darme cuenta, un letrero indicaba San Francisco de Macorís a 40 kms de distancia.
Llegué a una comunidad dedica al cultivo de arroz, así decía el letrero que me daba la bienvenida, Angelina. Apenas piso la calle principal(y única) y supe que allí me quería quedar. Estaciono en una plaza de bancas desoladas, de árboles secos por el tiempo. Un cortejo fúnebre se acerca; curioso me uno a los deudos, la viuda me cuenta entre llantos: Ayer, a eso de las dos y media, que ella se lo había soñado, que debió jugar sus números en la lotería, que un compadre le dijo, la abrazo, me corren lágrimas que se confunden con las suyas, que me quede a comer, una pradera muy verde con un oasis de árboles frondosos a lo lejos me llama la atención, cruza una verja de alambres, la escucho gritar:"No me dejes!, no, tú no, ven". El cortejo no puede esperar, no se despiden. El sol ya quema mi piel, regreso al auto y sigo camino pero mi mente se queda pastando en el verde paisaje de la pradera con un entierro cada mañana, con una viuda por día en mis brazos. Una luz verde y las bocinas que desesperan me vuelven de golpe a la realidad, acelero, ya estoy en San Francisco de Macorís. Dilapido horas entre clientes y calles abarrotadas de vehículos. De a poco se muere la tarde, no he podido vender un carajo pero en realidad no me importa, a lo mejor y regreso mañana, seguro me va peor. Regresaré esperando sentir la misma sensación que tuve hoy en el camino, regresaré todos los días hasta que al fin pueda lanzar por la ventanilla del auto la corbata y ya no tenga que regresar.
Rafael Rodríguez Torres
Las seis y treinta aeme, me amanece en la autopista bañada de niebla, la radio molesta, es uno de esos días que no existe canción alguna que te reconforte. La carretera desierta facilita el rápido avance de mi vehículo. Bajo los cristales, respiro la mañana, huele a yerba mojada, el sol me regala una sonrisa.
Cruzo por un poblado llamado Cenoví, me golpean una hilera de casuchas, negocios destartalados, "Cervezas bien frías" reza un letrero, no miro atrás. Pronto llego a Jima, otra secuencia de casas que por la velocidad que llevo no logro distinguir una de otra. El sol sigue mis pasos, mi destino aún está lejos. Paro en un lugar de nombre Fantino en honor a un cura jesuita de origen italiano. Pueblo de calles disparejas, de gentes que te indican direcciones con un:"Eso es para arriba, eso es para abajo". Maldición, todo es llano!, cómo me oriento?. Visito clientes escépticos, desconfiados; cuyo único aval es su palabra. A media mañana me despido del desorden de vendedores ambulantes en motocicletas, de mujeres paradas en las esquinas comentando alguno que otro chisme. Sigo el camino que me lleva a un poblado llamado Las Guaranas, entré y salí sin darme cuenta, un letrero indicaba San Francisco de Macorís a 40 kms de distancia.
Llegué a una comunidad dedica al cultivo de arroz, así decía el letrero que me daba la bienvenida, Angelina. Apenas piso la calle principal(y única) y supe que allí me quería quedar. Estaciono en una plaza de bancas desoladas, de árboles secos por el tiempo. Un cortejo fúnebre se acerca; curioso me uno a los deudos, la viuda me cuenta entre llantos: Ayer, a eso de las dos y media, que ella se lo había soñado, que debió jugar sus números en la lotería, que un compadre le dijo, la abrazo, me corren lágrimas que se confunden con las suyas, que me quede a comer, una pradera muy verde con un oasis de árboles frondosos a lo lejos me llama la atención, cruza una verja de alambres, la escucho gritar:"No me dejes!, no, tú no, ven". El cortejo no puede esperar, no se despiden. El sol ya quema mi piel, regreso al auto y sigo camino pero mi mente se queda pastando en el verde paisaje de la pradera con un entierro cada mañana, con una viuda por día en mis brazos. Una luz verde y las bocinas que desesperan me vuelven de golpe a la realidad, acelero, ya estoy en San Francisco de Macorís. Dilapido horas entre clientes y calles abarrotadas de vehículos. De a poco se muere la tarde, no he podido vender un carajo pero en realidad no me importa, a lo mejor y regreso mañana, seguro me va peor. Regresaré esperando sentir la misma sensación que tuve hoy en el camino, regresaré todos los días hasta que al fin pueda lanzar por la ventanilla del auto la corbata y ya no tenga que regresar.
Rafael Rodríguez Torres
miércoles, 5 de noviembre de 2008
Los 80's...Sicodélicos, confusos.
La Novia de los Muertos...
Me dijo que sí tras pensarlo por varios segundos en lo cual dejé el brazo tendido con la mano abierta moviendo los dedos para que se decidiera a bailar conmigo un cadencioso merengue que tenía a todo el mundo meneando la cintura. Llegamos a la pista donde nos confundimos entre las parejas que sudaban apretujando sus cuerpos. Nos pegamos, a lo mejor contagiados por los demás sin pensar en el calor que allí hacía, sin importar que apenas nos conocíamos. Los movimientos de su cuerpo fueron mi perdición. Sus brazos se prendieron de mi cuello con fuerza, no me concentraba en lo que estaba haciendo, por un lado ella, por el otro buscaba con la mirada a mis amigos, si nadie conocido me veía bailar con una mujer así es como si nunca hubiese ocurrido.
Las luces se fueron apagando poco a poco, la suave voz de Ricardo Montaner nos invitó a unir nuestros labios. Dimos paso a las caricias de manos curiosas y exhaustivas. Nunca un merengue fue más inoportuno al regresar cargado de luces de colores que hicieron renacer la vergüenza. "Me tengo que ir" dijo con mirada severa que apagó las palabras. Apenas logré decir:"Adiós". Caminaba ligera, dueña de si misma, parecía flotar entre las personas que bailaban. De repente viró su rostro y al verme sembrado justo donde me dejó regresó. Sus labios rozaron mi oído, sus palabras tocaron mi alma. Entre el bullicio de la música pude escuchar:"Calle seis número cuatro, urbanización tal, ven a las ocho". Se marchó de nuevo y ya no regresó.
El tiempo es cruel, si estamos con alguien que nos gusta pasa rápido, literalmente vuela; todo lo contrario pasa en el trabajo, las horas se empecinan en su lento y desesperante andar. Ese fue mi caso al día siguiente, el sol negado rotundamente a morir, yo con ganas de adelantar el reloj. Salí de casa rayando las siete, ella vivía bastante lejos y no quería llegar tarde a nuestra primera cita. Por primera vez en mi vida anhelaba ser puntual. Llegué a un residencial de casas similares que apenas se diferenciaban una de otra por leves tonos de colores y números negros pegados a la pared. Con desesperación descubrí que habían varias calles número seis; estuve a punto de rendirme por tanto caminar cuando di con su casa. Toqué a la puerta con manos sudorosas, ella abrió, entonces recordé que no sabía su nombre, ella tampoco el mío. Me invitó a pasar visiblemente sorprendida por mi presencia, tal parece que había olvidado nuestra cita. Pasamos a una salita de luz tenue decorada con infinidad de fotos enmarcadas; bodas, graduaciones, fotos familiares, recuerdo escolar, había de todo allí.
Mi primer error fue intentar sentarme a su lado en el mueble principal, saltó como gata a uno de los individuales. Sin perder las esperanzas por mi primera derrota inicié un monólogo de elogios a su figura. Despacio me fui acercando hasta tomarla de la mano, el contacto con su piel y me hizo recordar lo de la noche anterior. Disimulando arreglar su pelo escapaba con cada intento mío. Al ver que yo no cedía me dijo que teníamos que hablar, desde entonces cuando una mujer me dice lo mismo ya sospecho que nada bueno me espera. Empezó diciendo que estaba arrepentida por lo ocurrido la noche anterior, que su ex novio estaba en la disco con otra, se sintió mal y ahí yo aparecí, quiso vengarse por lo que se dejó llevar del momento pero que ella no era así. Agoté mis últimos cartuchos con frases gastadas como:"desde que te vi", "tu aroma". Nada surtió efecto.
Derrotado busqué una excusa para largarme y regresar otro día cuando el ataque de moralidad le hubiese bajado. Me acompañó hasta la calle, como para asegurarse de que realmente me iba. Al ver que no tenía carro preguntó el camino que iba a tomar para salir del barrio. Con claro fastidio en el rostro le expliqué, moviendo su cabeza en señal de reproche señaló una pared de ladrillos pintada de blanco al final de la calle, era la parte trasera del cementerio municipal. Dijo que en uno de los extremos había un callejón que servía de atajo. La idea no me gustó mucho desde el principio pero al escucharla decir en claro tono de burla:"A menos que le temas a pasar por un cementerio de noche" con el orgullo herido emprendí camino en busca del callejón. Al llegar estuve a punto de regresar, no lo hice porque la imaginaba esperando en el portal segura de que no me iba a atrever a cruzar.
El callejón era de unos quinientos metros de largo, una bombilla a mitad de camino. De un lado el camposanto, del otro matorrales. Con falsa determinación inicié la travesía. Miraba desconfiado a un lado y al otro. Sin poder explicar las razones les juro que sentía que desde los arbustos me observaban, escuchaba ruidos, incluso alaridos que me erizaron la piel. El miedo fue tanto que recurrí al viejo truco de cantar en voz alta, eso espanta los temores alguien me dijo una vez. Seguí caminando y mal entonando una canción de Oscar Athié que estaba de moda para entonces. Brevemente me sentí más seguro, fue cuando escuché una especie de lamento del lado del cementerio que me pareció gritaba mi nombre con voz lastimosa, entonces sólo pensé en correr y lo hice, no me fijaba en el camino, miraba la salida del callejón. Sin darme cuenta con qué, tropecé y caí con el todo el peso de mi cuerpo hacia delante, me paré seguido sin hacer balance de las heridas, ahora corría mucho más de prisa y con mucho más miedo. Al borde de la taquicardia llegué a la salida del fatídico callejón pero no paré de correr hasta llegar a la parada de la guagua que me llevaría de vuelta a casa. Llegué a mi hogar y no me había repuesto del susto inicial, esa noche dormí con las luces encendidas, me arropé de pies a cabeza; no sé porqué cuando uno se está muriendo del miedo y decide ocultarse bajo las sábanas siempre hace un calor inaguantable, lo cual ocurrió aquella noche.
Pude sobrevivir la noche pero lo peor me esperaba en la mañana, le había contado todo a mis amigos los cuales esperaban para que le contara todo los detalles. Maldije la hora en que abrí la boca y me juré en lo adelante convertirme en un hombre discreto en cuanto a mujeres se refiere. Al verme preguntaron por mi cita la noche anterior, querían los detalles, simplemente respondí:"Mal". Si siguieron preguntando no los escuché, al final me despedí y dije entre dientes:"A su casa no regreso, ella es la novia de los muertos".
Muchos años después la vi, tenía en brazos una niña de unos tres años la cual supuse era su hija por el gran parecido entre ambas. Había cambiado bastante desde la noche que la visité, ahora mucho más bella y elegante; se ve que los muertos son bien exigentes con la belleza de sus novias.
Rafael Rodríguez Torres
Me dijo que sí tras pensarlo por varios segundos en lo cual dejé el brazo tendido con la mano abierta moviendo los dedos para que se decidiera a bailar conmigo un cadencioso merengue que tenía a todo el mundo meneando la cintura. Llegamos a la pista donde nos confundimos entre las parejas que sudaban apretujando sus cuerpos. Nos pegamos, a lo mejor contagiados por los demás sin pensar en el calor que allí hacía, sin importar que apenas nos conocíamos. Los movimientos de su cuerpo fueron mi perdición. Sus brazos se prendieron de mi cuello con fuerza, no me concentraba en lo que estaba haciendo, por un lado ella, por el otro buscaba con la mirada a mis amigos, si nadie conocido me veía bailar con una mujer así es como si nunca hubiese ocurrido.
Las luces se fueron apagando poco a poco, la suave voz de Ricardo Montaner nos invitó a unir nuestros labios. Dimos paso a las caricias de manos curiosas y exhaustivas. Nunca un merengue fue más inoportuno al regresar cargado de luces de colores que hicieron renacer la vergüenza. "Me tengo que ir" dijo con mirada severa que apagó las palabras. Apenas logré decir:"Adiós". Caminaba ligera, dueña de si misma, parecía flotar entre las personas que bailaban. De repente viró su rostro y al verme sembrado justo donde me dejó regresó. Sus labios rozaron mi oído, sus palabras tocaron mi alma. Entre el bullicio de la música pude escuchar:"Calle seis número cuatro, urbanización tal, ven a las ocho". Se marchó de nuevo y ya no regresó.
El tiempo es cruel, si estamos con alguien que nos gusta pasa rápido, literalmente vuela; todo lo contrario pasa en el trabajo, las horas se empecinan en su lento y desesperante andar. Ese fue mi caso al día siguiente, el sol negado rotundamente a morir, yo con ganas de adelantar el reloj. Salí de casa rayando las siete, ella vivía bastante lejos y no quería llegar tarde a nuestra primera cita. Por primera vez en mi vida anhelaba ser puntual. Llegué a un residencial de casas similares que apenas se diferenciaban una de otra por leves tonos de colores y números negros pegados a la pared. Con desesperación descubrí que habían varias calles número seis; estuve a punto de rendirme por tanto caminar cuando di con su casa. Toqué a la puerta con manos sudorosas, ella abrió, entonces recordé que no sabía su nombre, ella tampoco el mío. Me invitó a pasar visiblemente sorprendida por mi presencia, tal parece que había olvidado nuestra cita. Pasamos a una salita de luz tenue decorada con infinidad de fotos enmarcadas; bodas, graduaciones, fotos familiares, recuerdo escolar, había de todo allí.
Mi primer error fue intentar sentarme a su lado en el mueble principal, saltó como gata a uno de los individuales. Sin perder las esperanzas por mi primera derrota inicié un monólogo de elogios a su figura. Despacio me fui acercando hasta tomarla de la mano, el contacto con su piel y me hizo recordar lo de la noche anterior. Disimulando arreglar su pelo escapaba con cada intento mío. Al ver que yo no cedía me dijo que teníamos que hablar, desde entonces cuando una mujer me dice lo mismo ya sospecho que nada bueno me espera. Empezó diciendo que estaba arrepentida por lo ocurrido la noche anterior, que su ex novio estaba en la disco con otra, se sintió mal y ahí yo aparecí, quiso vengarse por lo que se dejó llevar del momento pero que ella no era así. Agoté mis últimos cartuchos con frases gastadas como:"desde que te vi", "tu aroma". Nada surtió efecto.
Derrotado busqué una excusa para largarme y regresar otro día cuando el ataque de moralidad le hubiese bajado. Me acompañó hasta la calle, como para asegurarse de que realmente me iba. Al ver que no tenía carro preguntó el camino que iba a tomar para salir del barrio. Con claro fastidio en el rostro le expliqué, moviendo su cabeza en señal de reproche señaló una pared de ladrillos pintada de blanco al final de la calle, era la parte trasera del cementerio municipal. Dijo que en uno de los extremos había un callejón que servía de atajo. La idea no me gustó mucho desde el principio pero al escucharla decir en claro tono de burla:"A menos que le temas a pasar por un cementerio de noche" con el orgullo herido emprendí camino en busca del callejón. Al llegar estuve a punto de regresar, no lo hice porque la imaginaba esperando en el portal segura de que no me iba a atrever a cruzar.
El callejón era de unos quinientos metros de largo, una bombilla a mitad de camino. De un lado el camposanto, del otro matorrales. Con falsa determinación inicié la travesía. Miraba desconfiado a un lado y al otro. Sin poder explicar las razones les juro que sentía que desde los arbustos me observaban, escuchaba ruidos, incluso alaridos que me erizaron la piel. El miedo fue tanto que recurrí al viejo truco de cantar en voz alta, eso espanta los temores alguien me dijo una vez. Seguí caminando y mal entonando una canción de Oscar Athié que estaba de moda para entonces. Brevemente me sentí más seguro, fue cuando escuché una especie de lamento del lado del cementerio que me pareció gritaba mi nombre con voz lastimosa, entonces sólo pensé en correr y lo hice, no me fijaba en el camino, miraba la salida del callejón. Sin darme cuenta con qué, tropecé y caí con el todo el peso de mi cuerpo hacia delante, me paré seguido sin hacer balance de las heridas, ahora corría mucho más de prisa y con mucho más miedo. Al borde de la taquicardia llegué a la salida del fatídico callejón pero no paré de correr hasta llegar a la parada de la guagua que me llevaría de vuelta a casa. Llegué a mi hogar y no me había repuesto del susto inicial, esa noche dormí con las luces encendidas, me arropé de pies a cabeza; no sé porqué cuando uno se está muriendo del miedo y decide ocultarse bajo las sábanas siempre hace un calor inaguantable, lo cual ocurrió aquella noche.
Pude sobrevivir la noche pero lo peor me esperaba en la mañana, le había contado todo a mis amigos los cuales esperaban para que le contara todo los detalles. Maldije la hora en que abrí la boca y me juré en lo adelante convertirme en un hombre discreto en cuanto a mujeres se refiere. Al verme preguntaron por mi cita la noche anterior, querían los detalles, simplemente respondí:"Mal". Si siguieron preguntando no los escuché, al final me despedí y dije entre dientes:"A su casa no regreso, ella es la novia de los muertos".
Muchos años después la vi, tenía en brazos una niña de unos tres años la cual supuse era su hija por el gran parecido entre ambas. Había cambiado bastante desde la noche que la visité, ahora mucho más bella y elegante; se ve que los muertos son bien exigentes con la belleza de sus novias.
Rafael Rodríguez Torres
sábado, 1 de noviembre de 2008
Poeta en Pena...
El temor existe en mi
desde que nací.
Cuando choqué contra
este mundo lleno de
imperfectos y malos
sentimientos
temí quedarme aquí por siempre
temí aferrarme a él
y luego cuando mi
gran viaje llegara
tuviera temor de emprenderlo.
Le temo a tu boca, tus ojos,
a tus pechos, a tu sexo.
Le temo a ese beso que
pudiera encadenarme a tu
sendero. A esa mirada de
fuego, a ese deseo por tu
cuerpo.
A tantas cosas le temo.
Rafael Rodríguez Torres
desde que nací.
Cuando choqué contra
este mundo lleno de
imperfectos y malos
sentimientos
temí quedarme aquí por siempre
temí aferrarme a él
y luego cuando mi
gran viaje llegara
tuviera temor de emprenderlo.
Le temo a tu boca, tus ojos,
a tus pechos, a tu sexo.
Le temo a ese beso que
pudiera encadenarme a tu
sendero. A esa mirada de
fuego, a ese deseo por tu
cuerpo.
A tantas cosas le temo.
Rafael Rodríguez Torres
Poeta en Pena...
La soledad es el patrimonio
de la edad adulta
y a pesar de que me condenaste
a la más desolada de las soledades
te extraño.
Oh! dulce carcelera de mis
sentimientos y pasiones.
Te juro que tanta libertad
a este cuerpo le hace
daño.
Regresa a poner orden
en este desorden.
Encierrame dentro de ti,
nunca me liberes
Eternamente voy a intentar
escapar con la secreta idea
de nunca lograrlo.
Rafael Rodríguez Torres
de la edad adulta
y a pesar de que me condenaste
a la más desolada de las soledades
te extraño.
Oh! dulce carcelera de mis
sentimientos y pasiones.
Te juro que tanta libertad
a este cuerpo le hace
daño.
Regresa a poner orden
en este desorden.
Encierrame dentro de ti,
nunca me liberes
Eternamente voy a intentar
escapar con la secreta idea
de nunca lograrlo.
Rafael Rodríguez Torres
miércoles, 29 de octubre de 2008
Saturnalia...
En La Cama Sólo Caben Dos...
Coño Marcelito qué cojones tienes al llamarme hoy, la verdad es que no tienes vergüenza. Las cosas que te he aguantado son inconcebibles, has abusado de mi paciencia, del amor que te he demostrado. Estoy segura que de haberte tratado mal como lo mereces otro sería tu trato para conmigo. Ay! Marcelito, ahora es que puedo comprender que nunca me has amado, sólo he sido un desahogo a tu ya alicaída masculinidad. Acaso pensaste que yo iba a volver a tus canalladas después de lo ocurrido anoche, qué poco me conoce.
No sé cómo pude caer tan bajo, en qué momento me convenciste. Imagino a mis padres si se enteran de algo así se mueren. Te juro que prefiero suicidarme antes que mirarle a la los ojos a ellos. Has tronchado mi vida desgraciado!. Reconozco que soy tan culpable como tú en lo ocurrido, te conozco muy bien y me escondí en la inocencia con que se disfraza el maldito vino. Una copa, luego otra y otras, las luces de neón, la música que me calaba dentro, tú hablándome al oído, todo me daba vuelta, me besabas por el cuello con tanta ternura, tu voz sonaba tan sexy, me sentí acorralada, no pude negarme. Dijiste que era una prueba de amor, hoy al despertar descubro que hubo de todo menos amor. Busca otra víctima para tus jueguitos de películas triple equis. Ya no me llame, no me busque, de nada valen las excusas; lo hecho, hecho está; si nos vemos por la calle hazte de cuenta que no me conoces, yo haré lo mismo, desde hoy dejamos de ser nosotros, ahora seremos dos seres humanos que toman diferentes caminos por la vida. Dudo que me hayas amado, que tuvieras sentimientos de afecto para conmigo, yo tanto que te amaba, quiero que sepas que si accedí a hacerlo fue por el amor que sentía, por estar contigo, que te sintieras bien, complacerte. Porque eras tú Marcelito quien me importaba, pero a ti te interesaba estar con tu amiguito, el desviado, que para poder llevarlo a la cama y no sentir comprometido tu hombría metiste de por medio una mujer como si fuera un premio de consolación, tal vez tratando de disimular lo que realmente son. Ya no puedo volver contigo Marcelito, no insistas, para, deja de decir esas cosas que no me vas a convencer. Calla Marcelito, no sé qué diablo tienes que me obliga a caer rendida a tus pies, déjame libre coño!, sigue adelante, ya no me sigas hablando así, no, no esta vez no, calla, ya no sigas...De acuerdo, tú ganas, dame media hora para arreglarme y pasa a buscarme, pero te juro que esta será la última vez.
Rafael Rodríguez Torres
Coño Marcelito qué cojones tienes al llamarme hoy, la verdad es que no tienes vergüenza. Las cosas que te he aguantado son inconcebibles, has abusado de mi paciencia, del amor que te he demostrado. Estoy segura que de haberte tratado mal como lo mereces otro sería tu trato para conmigo. Ay! Marcelito, ahora es que puedo comprender que nunca me has amado, sólo he sido un desahogo a tu ya alicaída masculinidad. Acaso pensaste que yo iba a volver a tus canalladas después de lo ocurrido anoche, qué poco me conoce.
No sé cómo pude caer tan bajo, en qué momento me convenciste. Imagino a mis padres si se enteran de algo así se mueren. Te juro que prefiero suicidarme antes que mirarle a la los ojos a ellos. Has tronchado mi vida desgraciado!. Reconozco que soy tan culpable como tú en lo ocurrido, te conozco muy bien y me escondí en la inocencia con que se disfraza el maldito vino. Una copa, luego otra y otras, las luces de neón, la música que me calaba dentro, tú hablándome al oído, todo me daba vuelta, me besabas por el cuello con tanta ternura, tu voz sonaba tan sexy, me sentí acorralada, no pude negarme. Dijiste que era una prueba de amor, hoy al despertar descubro que hubo de todo menos amor. Busca otra víctima para tus jueguitos de películas triple equis. Ya no me llame, no me busque, de nada valen las excusas; lo hecho, hecho está; si nos vemos por la calle hazte de cuenta que no me conoces, yo haré lo mismo, desde hoy dejamos de ser nosotros, ahora seremos dos seres humanos que toman diferentes caminos por la vida. Dudo que me hayas amado, que tuvieras sentimientos de afecto para conmigo, yo tanto que te amaba, quiero que sepas que si accedí a hacerlo fue por el amor que sentía, por estar contigo, que te sintieras bien, complacerte. Porque eras tú Marcelito quien me importaba, pero a ti te interesaba estar con tu amiguito, el desviado, que para poder llevarlo a la cama y no sentir comprometido tu hombría metiste de por medio una mujer como si fuera un premio de consolación, tal vez tratando de disimular lo que realmente son. Ya no puedo volver contigo Marcelito, no insistas, para, deja de decir esas cosas que no me vas a convencer. Calla Marcelito, no sé qué diablo tienes que me obliga a caer rendida a tus pies, déjame libre coño!, sigue adelante, ya no me sigas hablando así, no, no esta vez no, calla, ya no sigas...De acuerdo, tú ganas, dame media hora para arreglarme y pasa a buscarme, pero te juro que esta será la última vez.
Rafael Rodríguez Torres
martes, 28 de octubre de 2008
Saturnalia...
www.sexo.com
Luego de un par de horas en un salón de chat recibí un mensaje privado, moví el mouse varias veces hasta dar con el icono amarillo que titilaba en la parte inferior del monitor. Tu mensaje fue directo:"Hola, soy lapibacaliente@hotmail.com, soy argentina, arquitecta, veinte y dos años, alta, ojos y pelo claro, buen cuerpo, te interesa?". "Eres justo lo que buscaba" le respondí.
Entablamos conversación y seguido me comentas que te llamó mucho la atención el nick que uso, "El Potente". Preguntas si no es puro alarde de hombre frustrado, yo me doy por aludido y te doy detalles de mis medidas ocultas, simplemente suspiras. Pides una foto que compruebe todo lo que he dicho y te permita disfrutar, aunque solo sea con la mira, de mis atributos masculino. Te hablo de cosas que me gustaría hacerte como le hice a una ex en nuestro último encuentro, te excitas y pide que cuente sin omitir los detalles, me rehuso, te digo que ahora es el momento de satisfacer mi morbo, que me cuente lo que sea, pero ya. Accede un tanto complaciente, no te ahorras pormenores y describes una oficina de trabajo llena de planos y maquetas; tú y un compañero de trabajo medio desnudos encima de una de las mesas de dibujo. Desde aquí creo escucharte gimiendo de placer. Interrumpo tu narración para decirte que te estoy enviando un email con una foto mía desnudo como querías, pero es la foto de mi hermano, la cual encontré por error en la cartera de su novia.
Al abrir el archivo me propones que pasemos un fin de semana juntos en algún resort de las costas del Este los cuales ha visitado en varias ocasiones y te fascinaron. Que no me preocupe por gastos, a un semental como yo se le cubren hasta los antojitos más caprichosos. Elogias mi cuerpo, lo bien formado que está, me comparas con Leonardo Sbaraglia un famoso actor de cine argentino. Confiesas que al principio dudaste de mis palabras pero al verme quedaste impactada. "Es que en esto de la internet se ven tantas cosas que ya uno no sabe qué pensar" dices.
Luego de la oleada inicial de morbo nos calmamos, pasamos a las preguntas generales, coincidencia de la vida ambos suspiramos por Borges, no nos gusta Ana María Matute, nos encantan las películas de Marcelo Piñeyro y lo más importante, somos hinchas de Boca Juniors. Definitivamente existe empatía entre nosotros. Un nuevo email ha llegado, es tuyo. Realizo el procedimiento para abrirlo, es una foto tuya y tal como te describiste tus ojos y el pelo son claro, posees buen tamaño, podría decir que también gozas de buen cuerpo, hay un detalle que no me gustó y está al pie de tu imagen, es un mensaje:"Lamento el engaño, me llamo Raúl y soy gay. Sé que eres heterosexual pero si te atreves a experimentar emociones nuevas podríamos disfrutar de unos días juntos los cuales te prometo serían inolvidables. No te apenes, más del ochenta por ciento de los hombres han tenido por lo menos una relación homosexual en su vida". Ante ese desborde de sinceridad pensé que a lo mejor y tenía razón Raúl por lo que me sentí contagiado y mandé una foto mía para que ese hombre no viniera de tan lejos y luego se llevara tremenda sorpresa. También al pie de mi foto le puse un mensaje:"Más lo lamento yo, Raúl. Mi nombre es Laura, y soy lesbiana!".
Rafael Rodríguez Torres
Luego de un par de horas en un salón de chat recibí un mensaje privado, moví el mouse varias veces hasta dar con el icono amarillo que titilaba en la parte inferior del monitor. Tu mensaje fue directo:"Hola, soy lapibacaliente@hotmail.com, soy argentina, arquitecta, veinte y dos años, alta, ojos y pelo claro, buen cuerpo, te interesa?". "Eres justo lo que buscaba" le respondí.
Entablamos conversación y seguido me comentas que te llamó mucho la atención el nick que uso, "El Potente". Preguntas si no es puro alarde de hombre frustrado, yo me doy por aludido y te doy detalles de mis medidas ocultas, simplemente suspiras. Pides una foto que compruebe todo lo que he dicho y te permita disfrutar, aunque solo sea con la mira, de mis atributos masculino. Te hablo de cosas que me gustaría hacerte como le hice a una ex en nuestro último encuentro, te excitas y pide que cuente sin omitir los detalles, me rehuso, te digo que ahora es el momento de satisfacer mi morbo, que me cuente lo que sea, pero ya. Accede un tanto complaciente, no te ahorras pormenores y describes una oficina de trabajo llena de planos y maquetas; tú y un compañero de trabajo medio desnudos encima de una de las mesas de dibujo. Desde aquí creo escucharte gimiendo de placer. Interrumpo tu narración para decirte que te estoy enviando un email con una foto mía desnudo como querías, pero es la foto de mi hermano, la cual encontré por error en la cartera de su novia.
Al abrir el archivo me propones que pasemos un fin de semana juntos en algún resort de las costas del Este los cuales ha visitado en varias ocasiones y te fascinaron. Que no me preocupe por gastos, a un semental como yo se le cubren hasta los antojitos más caprichosos. Elogias mi cuerpo, lo bien formado que está, me comparas con Leonardo Sbaraglia un famoso actor de cine argentino. Confiesas que al principio dudaste de mis palabras pero al verme quedaste impactada. "Es que en esto de la internet se ven tantas cosas que ya uno no sabe qué pensar" dices.
Luego de la oleada inicial de morbo nos calmamos, pasamos a las preguntas generales, coincidencia de la vida ambos suspiramos por Borges, no nos gusta Ana María Matute, nos encantan las películas de Marcelo Piñeyro y lo más importante, somos hinchas de Boca Juniors. Definitivamente existe empatía entre nosotros. Un nuevo email ha llegado, es tuyo. Realizo el procedimiento para abrirlo, es una foto tuya y tal como te describiste tus ojos y el pelo son claro, posees buen tamaño, podría decir que también gozas de buen cuerpo, hay un detalle que no me gustó y está al pie de tu imagen, es un mensaje:"Lamento el engaño, me llamo Raúl y soy gay. Sé que eres heterosexual pero si te atreves a experimentar emociones nuevas podríamos disfrutar de unos días juntos los cuales te prometo serían inolvidables. No te apenes, más del ochenta por ciento de los hombres han tenido por lo menos una relación homosexual en su vida". Ante ese desborde de sinceridad pensé que a lo mejor y tenía razón Raúl por lo que me sentí contagiado y mandé una foto mía para que ese hombre no viniera de tan lejos y luego se llevara tremenda sorpresa. También al pie de mi foto le puse un mensaje:"Más lo lamento yo, Raúl. Mi nombre es Laura, y soy lesbiana!".
Rafael Rodríguez Torres
miércoles, 22 de octubre de 2008
Entre las luces de neón, el tequila y Bon Jovi...
En La Próxima Esquina...
No eran las ocho aún pero ya la noche había cerrado por completo, a lo mejor me dije, por causa de la lluvia que no cesaba desde temprano en la tarde. Era mayo, calor sofocante, temporada de aguaceros fuertes, típicos de la estación. Lo vi salir del bar dando saltitos en los charcos de agua aislados en el estacionamiento, se cubría con un periódico que se fue empapando por los goterones que caían sin piedad sobre la tierra. Era viernes, para él los fines de semana iniciaban y finalizaban los viernes. Los sábados se los pasaba entre talleres de mecánica y lavaderos de autos, llegar casi de noche a la casa, una cena frugal, a lo mejor ver una película en la tele y dormir. Los domingos los gastaba entre visitas a sus familiares o los de su esposa. Las mismas conversaciones cada semana, todos juntos sentados en la mesa comiendo hasta casi reventar, estaba hastiado. Era viernes, sólo los viernes le pertenecían para él y nadie se los podía arrebatar. Al finalizar las labores de la oficina se internaba en un happy hour de algún bar de moda donde mezclaba alcohol y frustraciones con un poquito de hielo y soda. Uno, dos, tres, a veces cinco y seis tragos, qué importaba. Le recuerdo de unos años atrás cuando todo era diferente en su vida, lo conocí siendo miembro de una iglesia protestante, estaba entregado de lleno a la fe, luego, sin previo aviso pasó a formar parte de otra con la misma pasión y así fue cambiando hasta caer en la fe de la botella. Una noche me dijo(entre tragos) :"Beber no es la solución a los problemas, pero por un momento logras escapar de ellos." Le di la razón.
Ese viernes le vi bailar, beber mucho más de lo acostumbrado. Nos contó anécdotas de sus logros profesionales, conquistas extra matrimoniales, guardó disimuladamente su anillo de boda, puedo jurar que le vi feliz al bailar con una rubia preciosa que acercaba su cabeza a su boca, imagino para escucharle mejor.
Llegó a su carro totalmente mojado, el periódico sirvió de poco, tras varios intentos logró introducir la llave en la ranura de la puerta, estaba borracho. Encendió el viejo coche, cada año nos decía:"Ahora si lo voy a cambiar por uno nuevo". Algo siempre se presentaba y debía posponer la compra.
Yo salí del local unos diez minutos después, estaba ebrio, como decimos los dominicanos:"happy", hora de irme a casa le dije a los muchachos que permanecían hasta el final de la jornada. Recorrí despacio por toda la avenida y me sorprendí al verle sentado en la acera sin importarle la lluvia. Me detuve y fui a su lado, varias personas rodeaban su carro, una patrulla de la policía acababa de llegar. Cuando le pregunté qué pasaba se levantó, pude ver que lloraba. Sin darme tiempo a reaccionar me abrazó, su voz ronca por el llanto reflejaba un inmenso dolor. "Coño Medem, eres el único que puede creerme que no ha sido mi culpa". "Qué Pasó?" volví a preguntar. "Yo iba para mi casa, sabes que me gusta llegar temprano, no entiendo como, pero de la nada apareció un ser bastante extraño en la parte trasera de mi carro, me dijo que era la muerte y que había venido a buscar mi alma. Al principio no le creí y pensé que se trataba de un atraco o algo similar, pero al ver su rostro por el retrovisor me espanté, no recuerdo bien el resto, quise frenar, aceleré, estaba nervioso, no vi a la señora que cruzaba con un niño en brazos, no lo pude evitar, no he querido ver si están vivos. A quién se le ocurre salir a la calle en estas condiciones. Perdí el conocimiento por unos segundos, cuando desperté el extraño ser estaba fuera del carro, tendió su mano y dijo:ven!. No tuve fuerza de voluntad para negarme y le di mi mano, sentí como si me arrancaran la piel de cuajo, luego vi una figura casi transparente muy parecido a mi irse con el ser, no van lejos, apenas se fueron, si te apuras los alcanza en la próxima esquina, ayúdame, ve por ellos, haz que regresen!.
No hablé, me monté en mi carro y di la vuelta por donde venía, lo último que supe de mi amigo fue que le condenaron a quince años de prisión por homicidio involuntario, desde aquella noche les juro no he vuelto a beber.
Rafael Rodríguez Torres
No eran las ocho aún pero ya la noche había cerrado por completo, a lo mejor me dije, por causa de la lluvia que no cesaba desde temprano en la tarde. Era mayo, calor sofocante, temporada de aguaceros fuertes, típicos de la estación. Lo vi salir del bar dando saltitos en los charcos de agua aislados en el estacionamiento, se cubría con un periódico que se fue empapando por los goterones que caían sin piedad sobre la tierra. Era viernes, para él los fines de semana iniciaban y finalizaban los viernes. Los sábados se los pasaba entre talleres de mecánica y lavaderos de autos, llegar casi de noche a la casa, una cena frugal, a lo mejor ver una película en la tele y dormir. Los domingos los gastaba entre visitas a sus familiares o los de su esposa. Las mismas conversaciones cada semana, todos juntos sentados en la mesa comiendo hasta casi reventar, estaba hastiado. Era viernes, sólo los viernes le pertenecían para él y nadie se los podía arrebatar. Al finalizar las labores de la oficina se internaba en un happy hour de algún bar de moda donde mezclaba alcohol y frustraciones con un poquito de hielo y soda. Uno, dos, tres, a veces cinco y seis tragos, qué importaba. Le recuerdo de unos años atrás cuando todo era diferente en su vida, lo conocí siendo miembro de una iglesia protestante, estaba entregado de lleno a la fe, luego, sin previo aviso pasó a formar parte de otra con la misma pasión y así fue cambiando hasta caer en la fe de la botella. Una noche me dijo(entre tragos) :"Beber no es la solución a los problemas, pero por un momento logras escapar de ellos." Le di la razón.
Ese viernes le vi bailar, beber mucho más de lo acostumbrado. Nos contó anécdotas de sus logros profesionales, conquistas extra matrimoniales, guardó disimuladamente su anillo de boda, puedo jurar que le vi feliz al bailar con una rubia preciosa que acercaba su cabeza a su boca, imagino para escucharle mejor.
Llegó a su carro totalmente mojado, el periódico sirvió de poco, tras varios intentos logró introducir la llave en la ranura de la puerta, estaba borracho. Encendió el viejo coche, cada año nos decía:"Ahora si lo voy a cambiar por uno nuevo". Algo siempre se presentaba y debía posponer la compra.
Yo salí del local unos diez minutos después, estaba ebrio, como decimos los dominicanos:"happy", hora de irme a casa le dije a los muchachos que permanecían hasta el final de la jornada. Recorrí despacio por toda la avenida y me sorprendí al verle sentado en la acera sin importarle la lluvia. Me detuve y fui a su lado, varias personas rodeaban su carro, una patrulla de la policía acababa de llegar. Cuando le pregunté qué pasaba se levantó, pude ver que lloraba. Sin darme tiempo a reaccionar me abrazó, su voz ronca por el llanto reflejaba un inmenso dolor. "Coño Medem, eres el único que puede creerme que no ha sido mi culpa". "Qué Pasó?" volví a preguntar. "Yo iba para mi casa, sabes que me gusta llegar temprano, no entiendo como, pero de la nada apareció un ser bastante extraño en la parte trasera de mi carro, me dijo que era la muerte y que había venido a buscar mi alma. Al principio no le creí y pensé que se trataba de un atraco o algo similar, pero al ver su rostro por el retrovisor me espanté, no recuerdo bien el resto, quise frenar, aceleré, estaba nervioso, no vi a la señora que cruzaba con un niño en brazos, no lo pude evitar, no he querido ver si están vivos. A quién se le ocurre salir a la calle en estas condiciones. Perdí el conocimiento por unos segundos, cuando desperté el extraño ser estaba fuera del carro, tendió su mano y dijo:ven!. No tuve fuerza de voluntad para negarme y le di mi mano, sentí como si me arrancaran la piel de cuajo, luego vi una figura casi transparente muy parecido a mi irse con el ser, no van lejos, apenas se fueron, si te apuras los alcanza en la próxima esquina, ayúdame, ve por ellos, haz que regresen!.
No hablé, me monté en mi carro y di la vuelta por donde venía, lo último que supe de mi amigo fue que le condenaron a quince años de prisión por homicidio involuntario, desde aquella noche les juro no he vuelto a beber.
Rafael Rodríguez Torres
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lunes, 20 de octubre de 2008
Los 80's...Sicodélicos, confusos.
Le Voyeur...
Me asomo a tu cuarto, las persianas como siempre están abiertas. Busco tu anatomía con afán, no quisiera perderme un segundo siquiera. Estás parada frente al espejo de la habitación apenas vestida de "Eva". Tu silueta se dibuja en mi cerebro, la memorizo, sueño con tus besos, tiemblo. Viras tu cuerpo de un lado al otro como si quisieras descubrir algún defecto, convéncete niña, no existe ninguno, eres una diosa!.
Bañado de lascivia soy testigo mientras hurgas en tu vello púbico, yo, observador clandestino te ayudo en tu búsqueda. Respiro profundo, renacen pasiones morbosas, de las que se confiesan a los sacerdotes cada domingo en la misa de siete. Cinco Padre Nuestro, dos Ave María y la incumplida promesa de siempre de nunca volver a hacerlo.
Llega el odiado momento en que abres la puerta del closet, busca que ponerte. La caoba centenaria conspira contra mis ojos libidinosos, maldigo. Fiel a tu ritual tomas un vestido, lo pones sobre tu cuerpo desnudo y te vuelves hacia el espejo. Luego de un sin número de inspecciones lo colocas sobre la cama, te inclinas frente a mi, tus senos se balancean como frutas a punto de caer, yo debajo, babeando, goloso las espero. Regresas al armario, es el turno del brassiere no sin antes manosear esos bellos volcanes que cubrirás para evitar que sus cráteres se dibujen debajo de la tela de tu vestido, como aquel día en el colmado de don Ignacio cuando sentiste todo el pesos de mis ojos lujuriosos posados sobre tus pechos, te ruborizaste y corriste.
El momento cúspide llega cuando encuentras los panties, metódica como ninguna te paras de lado al espejo, de espalda a mi desenfreno. Doblas de nuevo tu cuerpo, soy único testigo del tesoro que llevas escondido entre las piernas. Con toda calma introduces un pie, luego el otro; yo afuera, creo enloquecer, me toco, me masturbo. Echas las nalgas hacia atrás, acomodas la ropa interior, cierro los ojos, me voy a venir!...Una mano roza mi pelo, me toma con fuerza, viro la cabeza y no eres tú, maldición, es tu papá!.
Rafael Rodríguez Torres
Me asomo a tu cuarto, las persianas como siempre están abiertas. Busco tu anatomía con afán, no quisiera perderme un segundo siquiera. Estás parada frente al espejo de la habitación apenas vestida de "Eva". Tu silueta se dibuja en mi cerebro, la memorizo, sueño con tus besos, tiemblo. Viras tu cuerpo de un lado al otro como si quisieras descubrir algún defecto, convéncete niña, no existe ninguno, eres una diosa!.
Bañado de lascivia soy testigo mientras hurgas en tu vello púbico, yo, observador clandestino te ayudo en tu búsqueda. Respiro profundo, renacen pasiones morbosas, de las que se confiesan a los sacerdotes cada domingo en la misa de siete. Cinco Padre Nuestro, dos Ave María y la incumplida promesa de siempre de nunca volver a hacerlo.
Llega el odiado momento en que abres la puerta del closet, busca que ponerte. La caoba centenaria conspira contra mis ojos libidinosos, maldigo. Fiel a tu ritual tomas un vestido, lo pones sobre tu cuerpo desnudo y te vuelves hacia el espejo. Luego de un sin número de inspecciones lo colocas sobre la cama, te inclinas frente a mi, tus senos se balancean como frutas a punto de caer, yo debajo, babeando, goloso las espero. Regresas al armario, es el turno del brassiere no sin antes manosear esos bellos volcanes que cubrirás para evitar que sus cráteres se dibujen debajo de la tela de tu vestido, como aquel día en el colmado de don Ignacio cuando sentiste todo el pesos de mis ojos lujuriosos posados sobre tus pechos, te ruborizaste y corriste.
El momento cúspide llega cuando encuentras los panties, metódica como ninguna te paras de lado al espejo, de espalda a mi desenfreno. Doblas de nuevo tu cuerpo, soy único testigo del tesoro que llevas escondido entre las piernas. Con toda calma introduces un pie, luego el otro; yo afuera, creo enloquecer, me toco, me masturbo. Echas las nalgas hacia atrás, acomodas la ropa interior, cierro los ojos, me voy a venir!...Una mano roza mi pelo, me toma con fuerza, viro la cabeza y no eres tú, maldición, es tu papá!.
Rafael Rodríguez Torres
domingo, 19 de octubre de 2008
Desamores y Desencuentros...
Primera Vez...
Caímos en una camita desvencijada, de sábanas sucias y gastadas, de soportes chillones por cargar a través de los años infinidad de cuerpos convulsionandose en un vaivén de secreciones y caricias pagas por adelantado. Un abanico de techo que apenas movía sus aspas, las paredes descaradadas de la habitación mostraban sus huesos de ladrillos, era un panorama devastador que nos recordaba hasta qué extremo nos puede llevar la miseria.
No pude seguir con mi exploración del lugar, sin previo aviso invadió mi boca con su lengua experta, ardiente; sus manos escudriñadoras hurgaban entre mis pantalones. !Cómo había soñado este encuentro contigo!. Los pezones de tus senos se clava cual daga afilada en mi pecho sin misericordia, siento el empuje de tu sexo húmedo al regodearse con mi pene erecto, impaciente, inexperto. Grito tu nombre, lames mi cuello, orejas, sudamos, nuestra piel salada, provocadora; me tomas sin delicadeza, a tu antojo, te penetras con mi cuerpo sin demostrar dolor ni temor, como si lo hubieses hecho miles de veces antes, mas sé que no es cierto, hoy fue la boda, !Eras virgen!.
Unidos por nuestros sexos nos abrazamos, de lamernos pasamos a los mordiscos, dices cosas que no entiendo, nos venimos!...Nos echamos boca arriba; la cama apesta, jadeando por la emoción, acalorados, pedimos tregua que no cumplimos, nos embestimos de nuevo con más fuerza, con un poco más de experiencia, te beso, ya tu boca no me emociona, miro tu cuerpo, no me gusta, cierro los ojos y pienso en ti, me entran nuevas ganas de fornicarte, de poseerte; siento haber cometido un error al venir a tu lado, no pensaré más en ello, perdón amor mío, te beso de nuevo y me subo de nuevo encima de ti, me vuelvo a venir, abro los ojos, miro a mi alrededor, no estás!, la rabia me consume, lloro, lloro de rabia coño!, de impotencia.
Miro el reloj, ya son más de las doce de la noche, la boda debió haber terminado, de seguro van camino al hotel; me pongo de pie, busco mi ropa tirada por todo el piso del cuchitril, no encuentro una de las medias, no importa, tengo que salir de aquí como sea. Me dirijo a la puerta, está cerrada apenas con un alambre enredado en un clavo doblado, escucho una voz a mi espalda:"Kat pias mesié". Oh! lo olvidaba, disculpa, indago en mis bolsillos, la miro, me sonríe mostrando sus dientes muy blancos, perfectos. Me dice:"Retonin le wouvle". Me marcho, no miro atrás, sé que ella no va a salir a despedirme. Camino por calles oscuras, vacías, peligrosas, te imagino en sus brazos en estos momentos, sacudo mi cabeza, me repito una y otra vez que no eras para mí, que nunca estarías a mi alcance. Sonrío ya pensando en el próximo sábado, me embriagaré, volveré donde la haitiana, cerraré los ojos e imaginaré que es a ti a quien le hago el amor por primera vez la noche de nuestra boda.
"Vi Ho Purgato Ancora"
Rafael Rodríguez Torres
Caímos en una camita desvencijada, de sábanas sucias y gastadas, de soportes chillones por cargar a través de los años infinidad de cuerpos convulsionandose en un vaivén de secreciones y caricias pagas por adelantado. Un abanico de techo que apenas movía sus aspas, las paredes descaradadas de la habitación mostraban sus huesos de ladrillos, era un panorama devastador que nos recordaba hasta qué extremo nos puede llevar la miseria.
No pude seguir con mi exploración del lugar, sin previo aviso invadió mi boca con su lengua experta, ardiente; sus manos escudriñadoras hurgaban entre mis pantalones. !Cómo había soñado este encuentro contigo!. Los pezones de tus senos se clava cual daga afilada en mi pecho sin misericordia, siento el empuje de tu sexo húmedo al regodearse con mi pene erecto, impaciente, inexperto. Grito tu nombre, lames mi cuello, orejas, sudamos, nuestra piel salada, provocadora; me tomas sin delicadeza, a tu antojo, te penetras con mi cuerpo sin demostrar dolor ni temor, como si lo hubieses hecho miles de veces antes, mas sé que no es cierto, hoy fue la boda, !Eras virgen!.
Unidos por nuestros sexos nos abrazamos, de lamernos pasamos a los mordiscos, dices cosas que no entiendo, nos venimos!...Nos echamos boca arriba; la cama apesta, jadeando por la emoción, acalorados, pedimos tregua que no cumplimos, nos embestimos de nuevo con más fuerza, con un poco más de experiencia, te beso, ya tu boca no me emociona, miro tu cuerpo, no me gusta, cierro los ojos y pienso en ti, me entran nuevas ganas de fornicarte, de poseerte; siento haber cometido un error al venir a tu lado, no pensaré más en ello, perdón amor mío, te beso de nuevo y me subo de nuevo encima de ti, me vuelvo a venir, abro los ojos, miro a mi alrededor, no estás!, la rabia me consume, lloro, lloro de rabia coño!, de impotencia.
Miro el reloj, ya son más de las doce de la noche, la boda debió haber terminado, de seguro van camino al hotel; me pongo de pie, busco mi ropa tirada por todo el piso del cuchitril, no encuentro una de las medias, no importa, tengo que salir de aquí como sea. Me dirijo a la puerta, está cerrada apenas con un alambre enredado en un clavo doblado, escucho una voz a mi espalda:"Kat pias mesié". Oh! lo olvidaba, disculpa, indago en mis bolsillos, la miro, me sonríe mostrando sus dientes muy blancos, perfectos. Me dice:"Retonin le wouvle". Me marcho, no miro atrás, sé que ella no va a salir a despedirme. Camino por calles oscuras, vacías, peligrosas, te imagino en sus brazos en estos momentos, sacudo mi cabeza, me repito una y otra vez que no eras para mí, que nunca estarías a mi alcance. Sonrío ya pensando en el próximo sábado, me embriagaré, volveré donde la haitiana, cerraré los ojos e imaginaré que es a ti a quien le hago el amor por primera vez la noche de nuestra boda.
"Vi Ho Purgato Ancora"
Rafael Rodríguez Torres
sábado, 11 de octubre de 2008
Una Escritora Invitada...
Saludos a todos, me he tomado la libertad de invitar a escribir en el blog a una amiga escritora(muy buena por cierto) hablo de Ericarol Carlo de www.futuraec.blogspot.com Les dejo un cuento de ella que me fascina por la elaboración del mismo, la historia y la simpleza del lenguaje.
Las Hermanas
Las Hermanas
Aura y Alba llegaron al mundo desde el mismo vientre, pero eran tan distintas como el día y la noche. Aura era discreta, elegante, extremadamente organizada y comedida. Alba era bohemia, impulsiva y apasionada. Quedaron huérfanas a la edad de 20 años y heredaron la casa familiar y la ingrata compañía mutua.
Un día, Alba se retrasó a la hora de cenar aquella que se servía con una puntualidad exagerada, como era todo en el tenso ambiente filial, desde el día en que se quedaron sin padres. Andaba de parranda con unos amigos, y el novio de turno, que le prometió el sol y las estrellas, en ese mismo orden, si se escapaba con él aquel mismo día. Ella lo había pensado, pero no se había atrevido a materializar aquel gesto rebelde solo para no tener que oír los comentarios de su hermana, que los imaginaba y que cada día le molestaban más y más.
Llegó con un hambre endemoniada que se volvió mal humor ardiente cuando encontró la mesa tan vacía como su estómago. Buscó por todos lados y no encontró nada de comer. Ni en la cocina, ni en la nevera, ni en la despensa. Subió a la habitación de Aura, que sentada frente a su espejo, se cepillaba el pelo cien veces, y sin saludarla le preguntó fríamente:
-"Dónde está mi cena?"
Aura se giró para enfrentarla. Miró su delicado reloj y le dijo con la misma frialdad de guerra no declarada:
-"La cena se sirve a las siete."
Alba sintió como todos los años de distancia y de odio callado se acumularon en su interior. Un dolor y una rabia incontenible le llenaron los ojos de sangre y los oídos de humo.
-"Prefiero vivir debajo del puente, que contigo, maldita bruja!!!!"
Y se marchó dando un portazo, para irse a vivir con el novio de turno aquel que le prometió el sol y las estrellas en ese mismo orden.
Pasaron veinte años y las hermanas no volvieron a verse ni a hablar. Una muy orgullosa, la otra muy paciente. Aura vivió con la misma organización, elegancia y discreción de siempre. Alba se volcó en un andar agitado y loco que le consumió no solo la vida, sino también la salud, el dinero y las ganas de odiar. De aquel que le prometió el sol y las estrellas, en ese mismo orden, ya no existía hacía miles de años. Alba no había previsto que la juventud no dura para siempre. Ni el ánimo, ni la pasión. En este entonces vivía, como lo había augurado, en una paupérrima posada, muy cerca del puente y del río.
Un día que Alba se relamía las heridas, que contaba los centavos para encontrar algo de comer en su humilde casa, con el estómago tan vacío como aquella noche veinte años atrás, su hermana llegó a visitarla repentinamente, rompiendo el largo silencio de dos décadas.
-"He oído que te va mal y vine a ofrecerte mi ayuda". - Le dijo Aura con la misma calma de siempre, como si el tiempo no hubiera pasado.
Alba bajó la cabeza. No tenía fuerzas ni palabras para luchar.
-"Puedes volver a la casa cuando quieras". - Repitió Aura tres veces, mientras revisaba la pequeña habitación con la mirada.- "Te espero. Que dices?"
Alba asintió con lágrimas en los ojos.
-"Muy bien". - Dijo Aura cuando se marchaba.- "Todo se ha dicho. Recuerda.."- dijo antes de cerrar la puerta tras de sí...
-"La cena se sirve a las siete".
domingo, 21 de septiembre de 2008
Sueños Alucinógenos....
Separados...
Caminábamos atados de pies y manos, uno delante del otro; todos en silencio, mirando al suelo. Un verdugo nos azotaba para invitarnos a seguir nuestra procesión, no era necesario, no teníamos voluntad para negarnos. Avanzábamos por un pasillo oscuro, piso de madera enmohecida, crujiente. Una luz que se atrevía a invadir la penumbra, a dónde vamos? qué lugar es éste?
mis ojos se desvían, una habitación iluminada, una mesa, varios hombres, fichas amontonadas, cartas en manos, una partida de póker, me miro sentado, demacrado, envejecido, ya recuerdo, no tenía dinero para pagar, ante la presión eché mano de mi único aval. Aquí nos lleva el señor de las tinieblas, nos separa de nuestros cuerpos, de cualquier cuerpo por toda la eternidad.
Rafael Rodríguez Torres
Caminábamos atados de pies y manos, uno delante del otro; todos en silencio, mirando al suelo. Un verdugo nos azotaba para invitarnos a seguir nuestra procesión, no era necesario, no teníamos voluntad para negarnos. Avanzábamos por un pasillo oscuro, piso de madera enmohecida, crujiente. Una luz que se atrevía a invadir la penumbra, a dónde vamos? qué lugar es éste?
mis ojos se desvían, una habitación iluminada, una mesa, varios hombres, fichas amontonadas, cartas en manos, una partida de póker, me miro sentado, demacrado, envejecido, ya recuerdo, no tenía dinero para pagar, ante la presión eché mano de mi único aval. Aquí nos lleva el señor de las tinieblas, nos separa de nuestros cuerpos, de cualquier cuerpo por toda la eternidad.
Rafael Rodríguez Torres
Saturnalia...
El Escritor...
El escritor era mi mejor amigo, de hecho era el mejor amigo de todos. Cuando se inició en el arte literario puso en mis manos un mamotreto de unas seiscientas páginas donde narraba los primeros cinco años de su vida. Confieso no haber tenido el valor para decirle la verdad de lo horrible de su historia, al contrario, lo animé a seguir cultivando su "arte". Para mi sorpresa, su autobiografía ganó el premio literario de la ciudad. Cuando recogió el premio, todos fingimos sonreír de alegría cuando en verdad queríamos llorar por lo bajo que habíamos caído en aras de la amistad..
El escritor siguió escribiendo, nos sorprendía su capacidad de producir tantos bodrios en tan poco tiempo. Los premios continuaban llegando con cada nuevo libro, todos conversábamos en secreto lo malo de sus obras. Esta noche le entregan el premio nacional de literatura y aún no nos atrevemos a decirle la verdad.
Rafael Rodríguez Torres
El escritor era mi mejor amigo, de hecho era el mejor amigo de todos. Cuando se inició en el arte literario puso en mis manos un mamotreto de unas seiscientas páginas donde narraba los primeros cinco años de su vida. Confieso no haber tenido el valor para decirle la verdad de lo horrible de su historia, al contrario, lo animé a seguir cultivando su "arte". Para mi sorpresa, su autobiografía ganó el premio literario de la ciudad. Cuando recogió el premio, todos fingimos sonreír de alegría cuando en verdad queríamos llorar por lo bajo que habíamos caído en aras de la amistad..
El escritor siguió escribiendo, nos sorprendía su capacidad de producir tantos bodrios en tan poco tiempo. Los premios continuaban llegando con cada nuevo libro, todos conversábamos en secreto lo malo de sus obras. Esta noche le entregan el premio nacional de literatura y aún no nos atrevemos a decirle la verdad.
Rafael Rodríguez Torres
viernes, 19 de septiembre de 2008
Saturnalia...
Crimen y Castigo...
-El Crimen...
Hoy Cornelio se va de viaje, he esperado este momento por más de un año. Todo empezó cuando Antonio, un hombre joven, viudo, padre de dos hermosas niñas, se mudó al apartamento contiguo al nuestro. Bueno, creo que debo contar todo desde el principio. Hace unos diez años Cornelio me pidió que fuese su esposa, confieso accedí encantada. Estaba enamorada, era muy joven, apenas unos veinte, era virgen, empezaba a vivir.
Mi familia es gente muy buena, decente, me criaron como corresponde a una señorita de sociedad. Aprendí de los valores familiares y fui educada en los mejores colegios, me prepararon para formar un hogar, ser una madre excelente y esposa fiel. Quizás se pregunten en qué momento esto cambió, lo de ser fiel me refiero, la razón es simple: Hijos!. Sí, los hijos, diez años casada y no he procreado. Una década esperando cada mes que alguien que siempre fue puntual a la cita faltara. Diez años de consumirme por dentro, de ilusiones y anhelos desperdiciados.
Recuerdo los primeros meses del matrimonio, en una ocasión en que di riendas sueltas a las emociones creyéndome futura madre compré todo lo necesario para recibir un hijo. Un especialista me despertó de ese sueño, dijo que no eran más que unos quistes los cuales producían bastante dolor al momento de la intimidad y retrasaron la regla. Prometió que luego de una intervención menor estaría lista para ser madre, pero que va, eso no pasó. Me explicó que a lo mejor la del problema no era yo, sino Cornelio, que hablara con él y así tratar de convencerlo para que se hiciera las pruebas, de ser necesario iniciar un tratamiento y problema resuelto. Pero de eso no voy a abundar mucho, el muy cabrón, a diferencia de mi, lo criaron como a los hombres machos. Amenazó con el divorcio, dijo que era lo suficiente hombre para preñar cien mujeres si fuese el caso. Para demostrar su hombría me dejó un ojo amoratado, luego de una platica tan amena los dos quedamos de acuerdo en que la floja era yo. Pero siento que así no es la vaina, el instinto de mujer me dice que estoy preparada a la espera de un espermatozoide fértil. Estoy cansada de visitar maternidades o ir a "Baby Shower" por cada uno de los partos de mis amigas. Ahora quiero ser yo la agasajada, ver llegar las flores, regalos. Ya imagino a mamá mimando su nieto, a papá buscando algún parecido con antepasados prestigiosos.
Cuando ya mis esperanzas habían muerto aparece Antonio, el hombre perfecto para mi plan. Conquistarlo no va a ser difícil, he notado su mirada cuando nos encontramos en las escaleras, sus labios buscan maliciosamente la comisura de los míos si decido saludarlo con un inocente beso en la mejilla. Su cuerpo se estremece con mi cercanía. Por las noches sale al balcón, fuma y bebe a oscuras, en silencio, yo me hago la que no lo he visto y salgo a tomar aire fresco en prendas íntimas que hace un año Cornelio era el único en gozar de ese privilegio. Hoy sólo debo esperar que Antonio regrese de su trabajo, con alguna excusa tonta penetraré en lo que será la sede de esta traición. Me rendiré en sus brazos y él con todo su vigor logrará en una noche lo que Cornelio no ha podido en años.
II-Semanas después...El Castigo
Esa noche todo ocurrió tal lo esperado. Para estar segura repetí la velada un par de veces más, nunca se sabe, aunque desde la primera vez mi cuerpo experimentó un cambio que en diez años de encuentros cargados de sensualidad (Debo reconocer que Cornelio domina el arte de amar una mujer) no había sentido nunca. Imaginaba los espermatozoides en su debocada carrera donde la meta final es el útero.
Cornelio será un padre orgulloso de su vástago, nunca sabrá la verdad. De ser varón heredará su nombre. Antonio saldrá de mi vida tal como entró, no va a insistir, le teme a la fama de bravo que Cornelio se ha ganado. Las noches a su lado las voy a olvidar y sólo volveré a sus brazos si Cornelio le toma el gusto a la paternidad y decide buscar la parejita.
Luego de hacerme todas las pruebas esperaba nerviosa fuera del consultorio del doctor. Me llamó con mucha insistencia, él mejor que nadie conoce todo lo que he sufrido por convertirme en madre, hoy seré feliz !.
-Señora de Cornelio, por favor pase por aquí- Me dijo la secretaria mientras abría la puerta del despacho del médico.
-Señora, acá tengo sus pruebas las cuales dieron un resultado positivo, pero no se alarme, vamos a repetirlas de nuevo para estar totalmente seguros.-Me dijo el doctor.
-Pero para qué hay que repetirlas?. Esto es realmente lo que había anhelado todos estos años, por fin voy a ser madre, estoy embarazada!.
-Señora de Cornelio, temo que ha habido un error. Usted no está embarazada, usted es HIV positivo.
Rafael Rodríguez Torres
Vi Ho Purgatto Ancora
-El Crimen...
Hoy Cornelio se va de viaje, he esperado este momento por más de un año. Todo empezó cuando Antonio, un hombre joven, viudo, padre de dos hermosas niñas, se mudó al apartamento contiguo al nuestro. Bueno, creo que debo contar todo desde el principio. Hace unos diez años Cornelio me pidió que fuese su esposa, confieso accedí encantada. Estaba enamorada, era muy joven, apenas unos veinte, era virgen, empezaba a vivir.
Mi familia es gente muy buena, decente, me criaron como corresponde a una señorita de sociedad. Aprendí de los valores familiares y fui educada en los mejores colegios, me prepararon para formar un hogar, ser una madre excelente y esposa fiel. Quizás se pregunten en qué momento esto cambió, lo de ser fiel me refiero, la razón es simple: Hijos!. Sí, los hijos, diez años casada y no he procreado. Una década esperando cada mes que alguien que siempre fue puntual a la cita faltara. Diez años de consumirme por dentro, de ilusiones y anhelos desperdiciados.
Recuerdo los primeros meses del matrimonio, en una ocasión en que di riendas sueltas a las emociones creyéndome futura madre compré todo lo necesario para recibir un hijo. Un especialista me despertó de ese sueño, dijo que no eran más que unos quistes los cuales producían bastante dolor al momento de la intimidad y retrasaron la regla. Prometió que luego de una intervención menor estaría lista para ser madre, pero que va, eso no pasó. Me explicó que a lo mejor la del problema no era yo, sino Cornelio, que hablara con él y así tratar de convencerlo para que se hiciera las pruebas, de ser necesario iniciar un tratamiento y problema resuelto. Pero de eso no voy a abundar mucho, el muy cabrón, a diferencia de mi, lo criaron como a los hombres machos. Amenazó con el divorcio, dijo que era lo suficiente hombre para preñar cien mujeres si fuese el caso. Para demostrar su hombría me dejó un ojo amoratado, luego de una platica tan amena los dos quedamos de acuerdo en que la floja era yo. Pero siento que así no es la vaina, el instinto de mujer me dice que estoy preparada a la espera de un espermatozoide fértil. Estoy cansada de visitar maternidades o ir a "Baby Shower" por cada uno de los partos de mis amigas. Ahora quiero ser yo la agasajada, ver llegar las flores, regalos. Ya imagino a mamá mimando su nieto, a papá buscando algún parecido con antepasados prestigiosos.
Cuando ya mis esperanzas habían muerto aparece Antonio, el hombre perfecto para mi plan. Conquistarlo no va a ser difícil, he notado su mirada cuando nos encontramos en las escaleras, sus labios buscan maliciosamente la comisura de los míos si decido saludarlo con un inocente beso en la mejilla. Su cuerpo se estremece con mi cercanía. Por las noches sale al balcón, fuma y bebe a oscuras, en silencio, yo me hago la que no lo he visto y salgo a tomar aire fresco en prendas íntimas que hace un año Cornelio era el único en gozar de ese privilegio. Hoy sólo debo esperar que Antonio regrese de su trabajo, con alguna excusa tonta penetraré en lo que será la sede de esta traición. Me rendiré en sus brazos y él con todo su vigor logrará en una noche lo que Cornelio no ha podido en años.
II-Semanas después...El Castigo
Esa noche todo ocurrió tal lo esperado. Para estar segura repetí la velada un par de veces más, nunca se sabe, aunque desde la primera vez mi cuerpo experimentó un cambio que en diez años de encuentros cargados de sensualidad (Debo reconocer que Cornelio domina el arte de amar una mujer) no había sentido nunca. Imaginaba los espermatozoides en su debocada carrera donde la meta final es el útero.
Cornelio será un padre orgulloso de su vástago, nunca sabrá la verdad. De ser varón heredará su nombre. Antonio saldrá de mi vida tal como entró, no va a insistir, le teme a la fama de bravo que Cornelio se ha ganado. Las noches a su lado las voy a olvidar y sólo volveré a sus brazos si Cornelio le toma el gusto a la paternidad y decide buscar la parejita.
Luego de hacerme todas las pruebas esperaba nerviosa fuera del consultorio del doctor. Me llamó con mucha insistencia, él mejor que nadie conoce todo lo que he sufrido por convertirme en madre, hoy seré feliz !.
-Señora de Cornelio, por favor pase por aquí- Me dijo la secretaria mientras abría la puerta del despacho del médico.
-Señora, acá tengo sus pruebas las cuales dieron un resultado positivo, pero no se alarme, vamos a repetirlas de nuevo para estar totalmente seguros.-Me dijo el doctor.
-Pero para qué hay que repetirlas?. Esto es realmente lo que había anhelado todos estos años, por fin voy a ser madre, estoy embarazada!.
-Señora de Cornelio, temo que ha habido un error. Usted no está embarazada, usted es HIV positivo.
Rafael Rodríguez Torres
Vi Ho Purgatto Ancora
jueves, 18 de septiembre de 2008
Leyendas Urbanas...
Un Galipote....
”No suban para esa loma, ahí salen galipotes y se los comen". Era la amenaza de mamá para tenernos jugando cerca de la casa, amenaza que no servía de mucho. Aunque sentíamos temor a tan fantástico ser, siempre aparecía un osado en el grupo y nos retaba a la aventura.
La mina, como le llamaban a una parte de las lomas que colindaban con las casas de nuestro barrio, compuesta de aromales y guazábaras, era el centro de juego más grande que niño alguno haya podido disfrutar. Gastábamos las tardes corriendo de aquí para allá, al poco tiempo ya conocíamos cada parte de la montaña. La diversión principal nunca fue " el camán ahí, no te muevas" o "las escondidas", nos aficionamos a recolectar minerales en un arenal de la mina, para eso utilizábamos un imán envuelto en un papel que al pasarlo por la tierra se adhería hierro molido, el cual depositábamos en un frasco de cristal que teníamos para la operación. A pesar que no sabía para qué hacíamos esto, lo disfrutaba mucho. El grupo de niños era de unos seis u ocho que rondábamos los nueve años, todos de la misma calle. Un detalle es que siempre se mantenía la alerta por si aparecía el terror de las lomas: El Galipote.
-Y cómo son los Galipotes?- A veces alguno de nosotros preguntaba sabiendo que la respuesta no variaba.
-Son negros, se visten con ropas oscuras y un paño amarrado en la cabeza, se pueden convertir en perro, puerco, chivo y hasta en tronco si es necesario.
Luís, era el encargado de responder, aparentemente era un experto en el tema.
-En el campo de donde es mí papá, un Galipote se llevó un niño un viernes santo, lo cocinó pa'comerselo y la grasa de la criatura la usó para sus brujerías y cambio de forma. Así que ya saben, si vemos uno, a correr, no nos queda de otra.- Sentenciaba a sabiendas del efecto de sus palabras. Todos en silencio rogando a Dios que nunca pusiera a semejante bestia en nuestro camino.
Una tarde, al inicio de las vacaciones de verano, vimos desde un cerro algo que se movía entre los matorrales. El sujeto parecía vestir de negro. Todos gritamos al unísono: Un Galipote!. Corrimos hasta llegar a nuestras casas donde creíamos estar a salvo. Luego de un padre nuestro con avemaría incluido, mi hermano y yo nos sentíamos seguros, como si un manto protector nos cubría que ni el más vil de los Galipotes podía atravesar.
Más de un mes nos tomó aventurarnos de regreso a la mina. Cuando lo hicimos, no pasamos siquiera cerca de la zona donde vimos la sombra. En esa ocasión nos armamos de navajas, tira piedras y crucifijos colgando del cuello. Sabíamos que de poco sirven las armas contra semejante ser, pero nos daba un poco más de valor. Poco a poco nos fuimos adentrando en el monte, continuamos con nuestra recolección del hierro, esta vez con un objetivo determinado: Ir a una fundición para que nos hicieran una espada para destruir a la bestia que nos asustaba. Ya no se mencionaba, incluso, abusamos de la hora de retorno a la casa. La noche nos sorprendió en varias ocasiones, lo que aumentó las preocupaciones de nuestros padres. Las amenazas volvieron en esos días.
Una mañana, cuando casi acababan las vacaciones escolares, llegamos muy animados a la mina. No bajaríamos hasta pasado el mediodía. El primero que lo vio fui yo, quise dar la voz de alarma, no me salió el habla, halando a mi hermano de la camisa y con el brazo extendido señalaba al engendro que estaba parado frente a nosotros con su atuendo oscuro de pie a cabeza, podíamos escuchar como nos maldecía en una lengua que seguro sólo en el infierno se habla. Llevaba leñas en la cabeza, a lo mejor para cocinar a los niños que aprehendiera en su peregrinar demoníaco. No recuerdo de quién fue la idea, pero todos obedecimos. "Piedras, piedras con él!.", al verse atacado contrarrestó, tomó uno de los leños para golpearnos mas no lo logró, una roca lo detuvo en seco al pegarle en la frente, la sangre apareció dibujando líneas rojas en su rostro, se tambaleó en un baile satánico invocando sus poderes para convertirse en fiera y devorarnos a todos. Otro proyectil hizo blanco y lo derribó, ya en suelo fue presa fácil y le pegamos a nuestro antojo con todo lo que tuvimos a mano hasta que ya no se movió ni habló en su lengua de demonio parlante.
-Corran, corran!- Fue el grito de mi hermano, todos acatamos la orden y empezamos una carrera interminable. Llegamos sin aliento al colmado de don Ignacio, el papá de Luís, el experto en Galipotes. Quisimos explicar todo lo más rápido posible, pero lo que logramos armar fue un caos que casi lo vuelve loco.
-Matamos un Galipote, matamos un Galipote!- Todos gritábamos como reclamando un premio por tan noble hazaña.
-Un Galipote?, Dónde ustedes encontraron un Galipote?- Preguntó incrédulo don Ignacio.
-En la mina, estaba vestido de prieto y nos atacó con dientes filosos y plateados, tenía un garrote en las manos, nos quería comer pero fuimos más guapo que él y lo abimbamos a pedradas.
-Berreaba como chivo, pero después de par de peñonzazos en la cabeza nada mas pataleaba- Agregó mi hermano.
-El primero que le dio fui yo- Exclamé para no quedarme corto en cuanto a heroísmo se refería.
-Mentiroso, ni siquiera le diste cuando estaba tirado en el suelo- Gritó uno del grupo.
-Dónde es qué está el Galipote?- Volvió a preguntar don Ignacio con marcada preocupación en su rostro.
-En la mina, ya le dijimos, si no es que desapareció el brujo de mierda ese- Contestamos.
-Vamos pa'llá ahora mismo, yo tengo que verlo con mis propios ojos, a menos que sea charlatanería de ustedes- Nos amenazó don Ignacio al momento que de un brinco se colocaba del otro lado del mostrador y llamaba a su mujer para que se hiciera cargo en su ausencia.
Todos vociferábamos nuestro triunfo, muchos salieron de sus casas a mirar el motivo de tanto escándalo, varios se unieron preguntando con insistencia qué había pasado, a lo que contábamos la historia una y otra vez sin omitir detalles. Nos internamos en la loma y llegamos al lugar donde se libró la batalla entre el bien y el mal. El cuerpo no estaba, parecía haberse esfumado, sólo un charco de sangre y las leñas desparramadas nos daban la razón.
-De quién es esta sangre?. Dónde está el cuerpo?- Nos interrogaba don Ignacio con voz temblorosa y cara de espanto.
-Aquí lo dejamos, seguro ya se convirtió en bestia y escapó.- Respondimos.
-A ese maldito debimos majarle la cabeza como se matan las culebras- Dijo mi hermano enojado ante la ausencia del demonio.
-Aquí, aquí!, vengan que lo encontré!.- Era uno de los que se unieron al grupo y se alejó siguiendo el rastro de sangre hasta unos matorrales. Todos corrimos hasta el lugar y allí estaba con ojos entreabiertos y vidriosos, la sangre cubría casi todo su rostro, en una de sus manos un rosario. Al parecer estaba vivo al momento de dejarlo e intentó escapar pero la muerte lo alcanzó y ya pagaba por todos sus crímenes.
-Pero esa es Massá-Massá, la haitiana que vende carbón debajo del puente. Qué hicieron muchachos?. La mataron!, mataron a Massá-Massá- Nos gritaba don Ignacio con lágrimas en los ojos.
-Qué hicieron?. Ella nunca le hizo daño a nadie, ella no era un Galipote!.
Rafael Rodríguez Torres
”No suban para esa loma, ahí salen galipotes y se los comen". Era la amenaza de mamá para tenernos jugando cerca de la casa, amenaza que no servía de mucho. Aunque sentíamos temor a tan fantástico ser, siempre aparecía un osado en el grupo y nos retaba a la aventura.
La mina, como le llamaban a una parte de las lomas que colindaban con las casas de nuestro barrio, compuesta de aromales y guazábaras, era el centro de juego más grande que niño alguno haya podido disfrutar. Gastábamos las tardes corriendo de aquí para allá, al poco tiempo ya conocíamos cada parte de la montaña. La diversión principal nunca fue " el camán ahí, no te muevas" o "las escondidas", nos aficionamos a recolectar minerales en un arenal de la mina, para eso utilizábamos un imán envuelto en un papel que al pasarlo por la tierra se adhería hierro molido, el cual depositábamos en un frasco de cristal que teníamos para la operación. A pesar que no sabía para qué hacíamos esto, lo disfrutaba mucho. El grupo de niños era de unos seis u ocho que rondábamos los nueve años, todos de la misma calle. Un detalle es que siempre se mantenía la alerta por si aparecía el terror de las lomas: El Galipote.
-Y cómo son los Galipotes?- A veces alguno de nosotros preguntaba sabiendo que la respuesta no variaba.
-Son negros, se visten con ropas oscuras y un paño amarrado en la cabeza, se pueden convertir en perro, puerco, chivo y hasta en tronco si es necesario.
Luís, era el encargado de responder, aparentemente era un experto en el tema.
-En el campo de donde es mí papá, un Galipote se llevó un niño un viernes santo, lo cocinó pa'comerselo y la grasa de la criatura la usó para sus brujerías y cambio de forma. Así que ya saben, si vemos uno, a correr, no nos queda de otra.- Sentenciaba a sabiendas del efecto de sus palabras. Todos en silencio rogando a Dios que nunca pusiera a semejante bestia en nuestro camino.
Una tarde, al inicio de las vacaciones de verano, vimos desde un cerro algo que se movía entre los matorrales. El sujeto parecía vestir de negro. Todos gritamos al unísono: Un Galipote!. Corrimos hasta llegar a nuestras casas donde creíamos estar a salvo. Luego de un padre nuestro con avemaría incluido, mi hermano y yo nos sentíamos seguros, como si un manto protector nos cubría que ni el más vil de los Galipotes podía atravesar.
Más de un mes nos tomó aventurarnos de regreso a la mina. Cuando lo hicimos, no pasamos siquiera cerca de la zona donde vimos la sombra. En esa ocasión nos armamos de navajas, tira piedras y crucifijos colgando del cuello. Sabíamos que de poco sirven las armas contra semejante ser, pero nos daba un poco más de valor. Poco a poco nos fuimos adentrando en el monte, continuamos con nuestra recolección del hierro, esta vez con un objetivo determinado: Ir a una fundición para que nos hicieran una espada para destruir a la bestia que nos asustaba. Ya no se mencionaba, incluso, abusamos de la hora de retorno a la casa. La noche nos sorprendió en varias ocasiones, lo que aumentó las preocupaciones de nuestros padres. Las amenazas volvieron en esos días.
Una mañana, cuando casi acababan las vacaciones escolares, llegamos muy animados a la mina. No bajaríamos hasta pasado el mediodía. El primero que lo vio fui yo, quise dar la voz de alarma, no me salió el habla, halando a mi hermano de la camisa y con el brazo extendido señalaba al engendro que estaba parado frente a nosotros con su atuendo oscuro de pie a cabeza, podíamos escuchar como nos maldecía en una lengua que seguro sólo en el infierno se habla. Llevaba leñas en la cabeza, a lo mejor para cocinar a los niños que aprehendiera en su peregrinar demoníaco. No recuerdo de quién fue la idea, pero todos obedecimos. "Piedras, piedras con él!.", al verse atacado contrarrestó, tomó uno de los leños para golpearnos mas no lo logró, una roca lo detuvo en seco al pegarle en la frente, la sangre apareció dibujando líneas rojas en su rostro, se tambaleó en un baile satánico invocando sus poderes para convertirse en fiera y devorarnos a todos. Otro proyectil hizo blanco y lo derribó, ya en suelo fue presa fácil y le pegamos a nuestro antojo con todo lo que tuvimos a mano hasta que ya no se movió ni habló en su lengua de demonio parlante.
-Corran, corran!- Fue el grito de mi hermano, todos acatamos la orden y empezamos una carrera interminable. Llegamos sin aliento al colmado de don Ignacio, el papá de Luís, el experto en Galipotes. Quisimos explicar todo lo más rápido posible, pero lo que logramos armar fue un caos que casi lo vuelve loco.
-Matamos un Galipote, matamos un Galipote!- Todos gritábamos como reclamando un premio por tan noble hazaña.
-Un Galipote?, Dónde ustedes encontraron un Galipote?- Preguntó incrédulo don Ignacio.
-En la mina, estaba vestido de prieto y nos atacó con dientes filosos y plateados, tenía un garrote en las manos, nos quería comer pero fuimos más guapo que él y lo abimbamos a pedradas.
-Berreaba como chivo, pero después de par de peñonzazos en la cabeza nada mas pataleaba- Agregó mi hermano.
-El primero que le dio fui yo- Exclamé para no quedarme corto en cuanto a heroísmo se refería.
-Mentiroso, ni siquiera le diste cuando estaba tirado en el suelo- Gritó uno del grupo.
-Dónde es qué está el Galipote?- Volvió a preguntar don Ignacio con marcada preocupación en su rostro.
-En la mina, ya le dijimos, si no es que desapareció el brujo de mierda ese- Contestamos.
-Vamos pa'llá ahora mismo, yo tengo que verlo con mis propios ojos, a menos que sea charlatanería de ustedes- Nos amenazó don Ignacio al momento que de un brinco se colocaba del otro lado del mostrador y llamaba a su mujer para que se hiciera cargo en su ausencia.
Todos vociferábamos nuestro triunfo, muchos salieron de sus casas a mirar el motivo de tanto escándalo, varios se unieron preguntando con insistencia qué había pasado, a lo que contábamos la historia una y otra vez sin omitir detalles. Nos internamos en la loma y llegamos al lugar donde se libró la batalla entre el bien y el mal. El cuerpo no estaba, parecía haberse esfumado, sólo un charco de sangre y las leñas desparramadas nos daban la razón.
-De quién es esta sangre?. Dónde está el cuerpo?- Nos interrogaba don Ignacio con voz temblorosa y cara de espanto.
-Aquí lo dejamos, seguro ya se convirtió en bestia y escapó.- Respondimos.
-A ese maldito debimos majarle la cabeza como se matan las culebras- Dijo mi hermano enojado ante la ausencia del demonio.
-Aquí, aquí!, vengan que lo encontré!.- Era uno de los que se unieron al grupo y se alejó siguiendo el rastro de sangre hasta unos matorrales. Todos corrimos hasta el lugar y allí estaba con ojos entreabiertos y vidriosos, la sangre cubría casi todo su rostro, en una de sus manos un rosario. Al parecer estaba vivo al momento de dejarlo e intentó escapar pero la muerte lo alcanzó y ya pagaba por todos sus crímenes.
-Pero esa es Massá-Massá, la haitiana que vende carbón debajo del puente. Qué hicieron muchachos?. La mataron!, mataron a Massá-Massá- Nos gritaba don Ignacio con lágrimas en los ojos.
-Qué hicieron?. Ella nunca le hizo daño a nadie, ella no era un Galipote!.
Rafael Rodríguez Torres
lunes, 15 de septiembre de 2008
Saturnalia...
Un Sicópata en el Caribe...
Todo estaba preparado, tenía una lista de las cosas a necesitar. Las repasaba una por una. Le preocupaba mucho el aumento cada semana de la gasolina. Si la situación del petróleo continuaba, estaría obligado a cambiar su coche por uno de gasoil más económico.
En un mapa de la ciudad dibujó un gran reloj. Marcó cada número con una sentencia de muerte para el infeliz que viviera en esa dirección. Lo iba asesinar en ese mes correspondiente al número, ese día y a esa misma hora. Para lograr todo a la perfección, lo primero, era conocer a sus doce víctimas lo mejor posible. Pensaba dedicar unas dos semanas de acecho para cada uno y el primero de enero del próximo año actuar!.
Sus pocos ahorros lo gastó en comprar el arma a utilizar, un calibre treinta y ocho, cañón corto. Balas, una cámara fotográfica, no le alcanzó para la de vídeo. Además, pintura de spray para dibujar en el cuerpo del occiso un reloj y el mensaje: Somos esclavos del tiempo.
Debió renunciar a su empleo para estar siguiendo a sus objetivos el mayor tiempo posible. Luego de unas tres semanas de vigilancia, comprendió que iba a necesitar unos cien mil pesos para los gastos de su encomienda. La mejor y única opción posible era un préstamo bancario. Llenó cuantos papeles le pusieron a mano. Al llegar a la casa se sentó al lado del teléfono a esperar la llamada, el anuncio decía " en menos de ocho horas". Los del banco cumplieron, por lo menos en la parte del tiempo, con un " Lo lamentamos, pero usted no califica" le rompieron toda ilusión. Culpó a unos y otros, desde el gobierno, la globalización hasta la iglesia. Salió de su casa en busca de un nuevo empleo maldiciendo por haber nacido en un país de mierda que no le da la oportunidad a un artista de expresar su arte.
Rafael Rodríguez Torres
Todo estaba preparado, tenía una lista de las cosas a necesitar. Las repasaba una por una. Le preocupaba mucho el aumento cada semana de la gasolina. Si la situación del petróleo continuaba, estaría obligado a cambiar su coche por uno de gasoil más económico.
En un mapa de la ciudad dibujó un gran reloj. Marcó cada número con una sentencia de muerte para el infeliz que viviera en esa dirección. Lo iba asesinar en ese mes correspondiente al número, ese día y a esa misma hora. Para lograr todo a la perfección, lo primero, era conocer a sus doce víctimas lo mejor posible. Pensaba dedicar unas dos semanas de acecho para cada uno y el primero de enero del próximo año actuar!.
Sus pocos ahorros lo gastó en comprar el arma a utilizar, un calibre treinta y ocho, cañón corto. Balas, una cámara fotográfica, no le alcanzó para la de vídeo. Además, pintura de spray para dibujar en el cuerpo del occiso un reloj y el mensaje: Somos esclavos del tiempo.
Debió renunciar a su empleo para estar siguiendo a sus objetivos el mayor tiempo posible. Luego de unas tres semanas de vigilancia, comprendió que iba a necesitar unos cien mil pesos para los gastos de su encomienda. La mejor y única opción posible era un préstamo bancario. Llenó cuantos papeles le pusieron a mano. Al llegar a la casa se sentó al lado del teléfono a esperar la llamada, el anuncio decía " en menos de ocho horas". Los del banco cumplieron, por lo menos en la parte del tiempo, con un " Lo lamentamos, pero usted no califica" le rompieron toda ilusión. Culpó a unos y otros, desde el gobierno, la globalización hasta la iglesia. Salió de su casa en busca de un nuevo empleo maldiciendo por haber nacido en un país de mierda que no le da la oportunidad a un artista de expresar su arte.
Rafael Rodríguez Torres
domingo, 14 de septiembre de 2008
Long Play...
Los Muertos No Salen...
Siempre se ha dicho que los muertos "salen", eso no es cierto, por lo menos yo nunca he visto uno en los treinta y pico de años que tengo enterrado en este cementerio.
Dependencia Eterna...
Le dijo: Esta noche me voy de tu lado!. Adelante! respondió, no me harás falta!. Esa misma noche murió, nunca se ha sabido de nadie que sobreviva al escapársele la vida.
Sueño Inconcluso...
Soñé con Jesucristo. Intentó decirme algo que a juzgar por sus gestos y la expresión de su rostro era muy importante, lamentablemente no le entendí, no hablo arameo y él no habla español.
Amnesia...
El primero en patearme lo hizo con cierta timidez, el segundo y el tercero fueron tomando confianza; luego, todo fue una sucesión de patadas que a pesar de doler bastante no dejaban magulladuras en mi cuerpo. Se disputaron uno al otro por pegarme, ninguno mostró misericordia. Qué crimen habré cometido para merecer tanto castigo?. Literalmente volé por los aires, caí dentro de una red y con asombro descubrí realmente quien yo era cuando en las tribunas del estadio todos gritaron al unisono: GOOOL!!.
Lázaro Post-Modern...
Escuchó una voz llamarle: Lazaro! levántate y anda, movió con dificultad sus entumecidos músculos, se despojó de las mantas que cubrían su cuerpo y se puso de pie. Estiró sus brazos, bostezó largo, profundo y de nuevo escuchó la fatídica voz: Lázaro!, levántate y anda, se te hace tarde para el trabajo.
Rafael Rodríguez Torres
Siempre se ha dicho que los muertos "salen", eso no es cierto, por lo menos yo nunca he visto uno en los treinta y pico de años que tengo enterrado en este cementerio.
Dependencia Eterna...
Le dijo: Esta noche me voy de tu lado!. Adelante! respondió, no me harás falta!. Esa misma noche murió, nunca se ha sabido de nadie que sobreviva al escapársele la vida.
Sueño Inconcluso...
Soñé con Jesucristo. Intentó decirme algo que a juzgar por sus gestos y la expresión de su rostro era muy importante, lamentablemente no le entendí, no hablo arameo y él no habla español.
Amnesia...
El primero en patearme lo hizo con cierta timidez, el segundo y el tercero fueron tomando confianza; luego, todo fue una sucesión de patadas que a pesar de doler bastante no dejaban magulladuras en mi cuerpo. Se disputaron uno al otro por pegarme, ninguno mostró misericordia. Qué crimen habré cometido para merecer tanto castigo?. Literalmente volé por los aires, caí dentro de una red y con asombro descubrí realmente quien yo era cuando en las tribunas del estadio todos gritaron al unisono: GOOOL!!.
Lázaro Post-Modern...
Escuchó una voz llamarle: Lazaro! levántate y anda, movió con dificultad sus entumecidos músculos, se despojó de las mantas que cubrían su cuerpo y se puso de pie. Estiró sus brazos, bostezó largo, profundo y de nuevo escuchó la fatídica voz: Lázaro!, levántate y anda, se te hace tarde para el trabajo.
Rafael Rodríguez Torres
viernes, 12 de septiembre de 2008
Leyendas Urbanas...
La Botija...
Cuando a Martín López lo despertaron esa madrugada para decirle donde estaba enterrada La Botija, tenía unos treinta años esperando por esa voz que en antaño le prometió entregarle ese tesoro. En aquella ocasión solo le dijo que pronto vendría con la buena noticia, tal parece que para las ánimas tres décadas son como tres minutos de los vivos. Hoy la voz fue más explícita, debía ir a la loma conocida como El Sillón, acompañado de su compadre Andrés y su cuñada José María en un plazo de tres días, a eso de la media noche encontrarían la señal donde deberían cavar. Lo único que pidió La Voz, es que su parte la quería de forma voluntaria o no la aceptaría. Así como la sintió llegar en las penumbras de su habitación, la sintió partir dejando un aire frío y hasta pesado para respirar. Despertó a su mujer, conocía al igual que todos en el pueblo su historia, pero ella merecía por su paciencia ser la primera en recibir la noticia. Ésta, al escuchar a Martín López narrar lo sucedido le abrazó y repetía con frenesí: nos vamos pa’ Santiago! nos vamos pa’ Santiago! - Lo que tu quieras mujer - Le prometió.
Ensilló una de sus yeguas y fue en busca de sus futuros socios, desesperaba por saber si tendrían el valor de acompañarle. Los dos hombres al enterarse que eran los elegidos en una de las Botijas más esperadas de San José de las Matas no disimularon su alegría.
El sillón, una colina rociada de pinos en plena cordillera central. Tenia fama de grimosa, mas de uno había afirmado al pasar por allí haber escuchado, incluso ver cosas muy extrañas. Pero esto no los iba a detener. Ultimaron detalles y acordaron que su próximo encuentro sería la noche de la cita con La Voz.
El tiempo no avanzaba para Martín López que abandonó su trabajo y encerrado en su casa pensaba en todas las cosas que compraría con su oro. Celaba de todos, incluso de los que pasaban por el frente de su casa. La noticia se supo y le visitaron amigos, parientes, hasta aquellos que lo ignoraban al pasar sin darle los buenos días.
La noche de la cita, el sillón se vistió de niebla, la tierra húmeda y resbaladiza hizo que el ascenso fuese más penoso para los tres hombres. Llegaron puntuales y tal lo prometido La Voz mostró el lugar donde cavarían. A pesar de la humedad, la tierra se resistió en principio a ser profanada, se fueron turnando en las labores de picar y sacar la tierra. El sudor empapaba sus cuerpos, se cansaron, pensaron en abandonar todo cuando José María sintió su pico chocar con algo sólido, lo que les infundió nuevos bríos. Con asombro descubrieron una especie de puerta de madera, como una cripta, cerrada por un candado cubierto de moho. De un picazo volaron el cerrojo, aunaron fuerzas para levantar la compuerta de la entrada. Golpearon la oscuridad con sus linternas y avanzaron por un pasillo de un metro y medio de alto por uno de ancho. El olor allí dentro era casi insoportable, pero no estaban para rendirse por nimiedades. Llegaron a una salita un poco más grande, allí encontraron un baúl repleto de morocotas de oro que brillaban en la oscuridad. El júbilo los invadió, acariciaron el metal con manos temblorosas, se abrazaron, se rieron a carcajadas hasta que la voz del dijo:
- Yo sólo quiero que me den lo mío, pero lo quiero de forma voluntaria.
- De acuerdo! Gritó Martín López, pide lo que quieras, no te lo vamos a negar.
- Entraron tres, por lo que uno deberá quedarse acompañándome por la eternidad; otro, se mutilará su mano derecha y el tercero podrá salir tal como entró. Todo tiene que ser de forma voluntaria - sentenció La Voz - márchense ahora con las manos vacías si el precio les merece muy alto o decídanse antes del amanecer, por que cuando el sol se asome no podrán abandonar esta tumba jamás! - Concluyó La Voz.
Quedaron petrificados, las morocotas se resbalan de sus manos, ahora temblaban de pánico, el silencio era tal que dolía en los oídos. Martín López rompió el mutismo y dijo:
Bueno José María, creo que usted debe quedarse, mi compadre Andrés se mutila, porque yo soy el dueño de la botija, mas no se preocupe por su familia, le daremos su parte.
Anja! que fácil lo pone usted. Por que no da el ejemplo? es el dueño de la Botija y nos metió en este problema, quédese, que su compadre con gusto se cercena la mano y yo me marcho como entre - le respondió José María airado.
Es decir que el único pendejo soy yo! - Exclamó Andrés. Hacen planes y no preguntan ni siquiera que pienso. Opino que nos vamos ahora y nos olvidamos de todo esto. Les propuso.
De eso ni hablar, usted mejor que nadie sabe en los malos ratos que he vivido esperando este día, olvide eso! grito Martín López.
En eso estoy de acuerdo, de aquí no me voy sin ese oro dijo José Maria.
Entonces quédese José María, que mi compadre Martín se corta la mano y yo salgo sano y salvo - propuso Andrés.
Y que lo hace mejor que nosotros? le grito José Maria mientras le empujaba en actitud agresiva.
Vamos a echarlo a la suerte con una moneda - Exclamo Martín López.
Muy bien, pero yo tiro la moneda - se adelanto José María.
Pues fíjese que no confío en usted - Le enfrento Martín López.
Yo lo haré! - Grito Andrés a lo que accedieron los dos hombres.
Primero por ustedes dos, ¿qué eliges José María, cara o cruz? preguntó Andrés con una morocota de oro entre sus dedos.
Cara! - Respondió.
La moneda voló al tiempo que los hombres con sus linternas seguían su curso de maromas incontables. Cayo Cruz!
Trampa!, usted me engañó Andrés, está a favor de Martín López porque es su compadre - Le dijo furibundo José María al momento que se lanzaba sobre Andrés y le golpeaba con su linterna en la frente. La reacción de Martín López fue inmediata, atacó a José María cuando este se disponía a rematar al atolondrado Andrés. Rodaron luchando entre si mientras se iban profiriendo amenazas. Andrés con el rostro cubierto por la sangre se puso de pie, tomó una de las palas y golpeó a José María en pleno rostro. El herido cayó balbuceando lo que serían sus últimas amenazas. Su cuerpo convulsionaba hasta que Andrés con un segundo golpe terminó con su suplicio.
Venga compadre, nos vamos a casa - Le dijo a Martín López tendiendo su brazo para ayudarle a ponerse de pie cerró el baúl y puso su mano derecha sobre la tapa.
- Hágalo rápido Martín López antes que me arrepienta - Dijo
Un alarido describió su dolor, la mano cayó inerte en la tierra y a la vez que el cuerpo se retorcía en una especie de danza macabra.
A punto del desmayo dijo: ¡Traiga el baúl que nos vamos!
Con mucho esfuerzo Martín López arrastró el arca hasta la salida, para luego regresar por Andrés, entonces escucharon un estruendo, como si la puerta se cerrara, corrió hasta allá y con temor confirmó sus sospechas. Buscó su pico, pero no hizo mella en la vieja madera que parecía forrada de metal, cuando escucharon La Voz decir.
Yo quiero mi parte, pero debe ser de forma voluntaria!
Amaneció y el sol no tuvo el valor de asomar su rostro, escondido tras unas nubes casi negra paso todo el día. A media Mañana, el cielo descargó sus lágrimas por los tres hombres que quedaron enterrados para siempre en la loma El Sillón.
Dicen los viejos que si usted se atreve a pasar a eso de la media noche por El Sillón, no se sorprenda si escucha voces y lamentos, son las ánimas que se están peleando por el oro que hay allí enterrado.
A lo mejor usted no me cree, confieso que en un principio no le creí a mi padre, quien me contó esta historia, que a su vez le contó su padre y yo haré lo mismo algún día con mi hijo, quizás y tenga más valor que nosotros y vaya una noche a El Sillón y descubra que pasó con su tatarabuelo.
Martín López, Biznieto
Rafael Rodríguez Torres
Nota:La historia de Martín López realmente le ocurrió a su padre, Luis López en San José de las Matas, claro que apliqué uno de mis lemas favorito:"Nunca permito que la verdad empañe una buena historia". Lo de la "botija" de Luis López me lo contó mi padre, que lo escuchó de su padre, que era amigo de Luis López, del que nunca se supo nada luego de.
Cuando a Martín López lo despertaron esa madrugada para decirle donde estaba enterrada La Botija, tenía unos treinta años esperando por esa voz que en antaño le prometió entregarle ese tesoro. En aquella ocasión solo le dijo que pronto vendría con la buena noticia, tal parece que para las ánimas tres décadas son como tres minutos de los vivos. Hoy la voz fue más explícita, debía ir a la loma conocida como El Sillón, acompañado de su compadre Andrés y su cuñada José María en un plazo de tres días, a eso de la media noche encontrarían la señal donde deberían cavar. Lo único que pidió La Voz, es que su parte la quería de forma voluntaria o no la aceptaría. Así como la sintió llegar en las penumbras de su habitación, la sintió partir dejando un aire frío y hasta pesado para respirar. Despertó a su mujer, conocía al igual que todos en el pueblo su historia, pero ella merecía por su paciencia ser la primera en recibir la noticia. Ésta, al escuchar a Martín López narrar lo sucedido le abrazó y repetía con frenesí: nos vamos pa’ Santiago! nos vamos pa’ Santiago! - Lo que tu quieras mujer - Le prometió.
Ensilló una de sus yeguas y fue en busca de sus futuros socios, desesperaba por saber si tendrían el valor de acompañarle. Los dos hombres al enterarse que eran los elegidos en una de las Botijas más esperadas de San José de las Matas no disimularon su alegría.
El sillón, una colina rociada de pinos en plena cordillera central. Tenia fama de grimosa, mas de uno había afirmado al pasar por allí haber escuchado, incluso ver cosas muy extrañas. Pero esto no los iba a detener. Ultimaron detalles y acordaron que su próximo encuentro sería la noche de la cita con La Voz.
El tiempo no avanzaba para Martín López que abandonó su trabajo y encerrado en su casa pensaba en todas las cosas que compraría con su oro. Celaba de todos, incluso de los que pasaban por el frente de su casa. La noticia se supo y le visitaron amigos, parientes, hasta aquellos que lo ignoraban al pasar sin darle los buenos días.
La noche de la cita, el sillón se vistió de niebla, la tierra húmeda y resbaladiza hizo que el ascenso fuese más penoso para los tres hombres. Llegaron puntuales y tal lo prometido La Voz mostró el lugar donde cavarían. A pesar de la humedad, la tierra se resistió en principio a ser profanada, se fueron turnando en las labores de picar y sacar la tierra. El sudor empapaba sus cuerpos, se cansaron, pensaron en abandonar todo cuando José María sintió su pico chocar con algo sólido, lo que les infundió nuevos bríos. Con asombro descubrieron una especie de puerta de madera, como una cripta, cerrada por un candado cubierto de moho. De un picazo volaron el cerrojo, aunaron fuerzas para levantar la compuerta de la entrada. Golpearon la oscuridad con sus linternas y avanzaron por un pasillo de un metro y medio de alto por uno de ancho. El olor allí dentro era casi insoportable, pero no estaban para rendirse por nimiedades. Llegaron a una salita un poco más grande, allí encontraron un baúl repleto de morocotas de oro que brillaban en la oscuridad. El júbilo los invadió, acariciaron el metal con manos temblorosas, se abrazaron, se rieron a carcajadas hasta que la voz del dijo:
- Yo sólo quiero que me den lo mío, pero lo quiero de forma voluntaria.
- De acuerdo! Gritó Martín López, pide lo que quieras, no te lo vamos a negar.
- Entraron tres, por lo que uno deberá quedarse acompañándome por la eternidad; otro, se mutilará su mano derecha y el tercero podrá salir tal como entró. Todo tiene que ser de forma voluntaria - sentenció La Voz - márchense ahora con las manos vacías si el precio les merece muy alto o decídanse antes del amanecer, por que cuando el sol se asome no podrán abandonar esta tumba jamás! - Concluyó La Voz.
Quedaron petrificados, las morocotas se resbalan de sus manos, ahora temblaban de pánico, el silencio era tal que dolía en los oídos. Martín López rompió el mutismo y dijo:
Bueno José María, creo que usted debe quedarse, mi compadre Andrés se mutila, porque yo soy el dueño de la botija, mas no se preocupe por su familia, le daremos su parte.
Anja! que fácil lo pone usted. Por que no da el ejemplo? es el dueño de la Botija y nos metió en este problema, quédese, que su compadre con gusto se cercena la mano y yo me marcho como entre - le respondió José María airado.
Es decir que el único pendejo soy yo! - Exclamó Andrés. Hacen planes y no preguntan ni siquiera que pienso. Opino que nos vamos ahora y nos olvidamos de todo esto. Les propuso.
De eso ni hablar, usted mejor que nadie sabe en los malos ratos que he vivido esperando este día, olvide eso! grito Martín López.
En eso estoy de acuerdo, de aquí no me voy sin ese oro dijo José Maria.
Entonces quédese José María, que mi compadre Martín se corta la mano y yo salgo sano y salvo - propuso Andrés.
Y que lo hace mejor que nosotros? le grito José Maria mientras le empujaba en actitud agresiva.
Vamos a echarlo a la suerte con una moneda - Exclamo Martín López.
Muy bien, pero yo tiro la moneda - se adelanto José María.
Pues fíjese que no confío en usted - Le enfrento Martín López.
Yo lo haré! - Grito Andrés a lo que accedieron los dos hombres.
Primero por ustedes dos, ¿qué eliges José María, cara o cruz? preguntó Andrés con una morocota de oro entre sus dedos.
Cara! - Respondió.
La moneda voló al tiempo que los hombres con sus linternas seguían su curso de maromas incontables. Cayo Cruz!
Trampa!, usted me engañó Andrés, está a favor de Martín López porque es su compadre - Le dijo furibundo José María al momento que se lanzaba sobre Andrés y le golpeaba con su linterna en la frente. La reacción de Martín López fue inmediata, atacó a José María cuando este se disponía a rematar al atolondrado Andrés. Rodaron luchando entre si mientras se iban profiriendo amenazas. Andrés con el rostro cubierto por la sangre se puso de pie, tomó una de las palas y golpeó a José María en pleno rostro. El herido cayó balbuceando lo que serían sus últimas amenazas. Su cuerpo convulsionaba hasta que Andrés con un segundo golpe terminó con su suplicio.
Venga compadre, nos vamos a casa - Le dijo a Martín López tendiendo su brazo para ayudarle a ponerse de pie cerró el baúl y puso su mano derecha sobre la tapa.
- Hágalo rápido Martín López antes que me arrepienta - Dijo
Un alarido describió su dolor, la mano cayó inerte en la tierra y a la vez que el cuerpo se retorcía en una especie de danza macabra.
A punto del desmayo dijo: ¡Traiga el baúl que nos vamos!
Con mucho esfuerzo Martín López arrastró el arca hasta la salida, para luego regresar por Andrés, entonces escucharon un estruendo, como si la puerta se cerrara, corrió hasta allá y con temor confirmó sus sospechas. Buscó su pico, pero no hizo mella en la vieja madera que parecía forrada de metal, cuando escucharon La Voz decir.
Yo quiero mi parte, pero debe ser de forma voluntaria!
Amaneció y el sol no tuvo el valor de asomar su rostro, escondido tras unas nubes casi negra paso todo el día. A media Mañana, el cielo descargó sus lágrimas por los tres hombres que quedaron enterrados para siempre en la loma El Sillón.
Dicen los viejos que si usted se atreve a pasar a eso de la media noche por El Sillón, no se sorprenda si escucha voces y lamentos, son las ánimas que se están peleando por el oro que hay allí enterrado.
A lo mejor usted no me cree, confieso que en un principio no le creí a mi padre, quien me contó esta historia, que a su vez le contó su padre y yo haré lo mismo algún día con mi hijo, quizás y tenga más valor que nosotros y vaya una noche a El Sillón y descubra que pasó con su tatarabuelo.
Martín López, Biznieto
Rafael Rodríguez Torres
Nota:La historia de Martín López realmente le ocurrió a su padre, Luis López en San José de las Matas, claro que apliqué uno de mis lemas favorito:"Nunca permito que la verdad empañe una buena historia". Lo de la "botija" de Luis López me lo contó mi padre, que lo escuchó de su padre, que era amigo de Luis López, del que nunca se supo nada luego de.
Desamores y Desencuentros...
Qué Linda es la Mujer del Otro...
La vi tomar las escaleras eléctricas del centro comercial en que estaba, aunque no tenía nada que hacer en el segundo piso me aventuré a seguirla; algo se me ocurrirá, me dije emocionado. Era una mujer de pelo corto negro, buen tamaño, de piel muy blanca por lo que apreciaba desde mi posición de mirón fugitivo. Su figura denotaba la sensualidad que irradia una mujer que ha pasado de los treinta y mantiene la forma. Sus nalgas apuntando directo a mi cara me trastornan, bajo su pantalón caqui se dibujan las líneas de sus pequeños panties que de manera atrevida se esconden más de lo debido. ¿Quién será el dichoso de poseer semejante dama?. Sus manos apoyadas en la baranda dejan ver unos dedos de uñas bien cuidadas y sin un anillo que la ate con alguno que quizás no valore lo que tiene para sus noches.
Especulo sobre su estado civil, debe estar divorciada, a lo mejor un par de niños la esperan en casa y un ex marido arrepentido por no saber cumplir con sus deberes de cama. Viste una chaqueta azul marino que le da un porte de ejecutiva de banco, su perfume se desliza entre las personas que nos separan y penetra por mi nariz hasta embriagar mi cerebro de pensamientos turbios, me lleno de fantasías. Ella mueve ligeramente su cabeza, una oreja pequeña adornada con unos pendientes que lucen de oro me deslumbran, agudizo mi vista para distinguir esos bellitos rubios que descienden hasta su mejilla en contraste con su melena azabache...Qué linda debe ser!.
Quizá tiene novio y él anda por ahí con otras y ella paseándose sola en lugares como éste. Los hombres somos estúpidos, si Dios me diera la suerte de conocer una muchacha como esa sería feliz, olvidaría todo mi pasado y pondría fin a mis infidelidades. Me entregaría a ella para hacerla una esposa amada. Tengo que decirle algo, lo que sea, no puedo dejarla escapar, pero debo actuar con mucha cautela, que no vaya a pensar que soy uno de esos que andan al acecho todo el día. Casi llegamos a nuestro destino, parece incómoda, a lo mejor son mis ojos que le están haciendo cosquillas de tanto estar posados en ese cuellito que se ve tan delicioso salpicado de lunares...por ahí empezaría a besarla, ese es uno de los puntos débiles de las féminas; bueno, de algunas, mi ex parecía una caja fuerte, no había manera de entrarle.
Imagino sus senos, redonditos, firmes, ah. Como me gustaría asomarme al balcón de su escote y disfrutar cada día ese desfile de sensualidad que brindan esos monumentos a la imaginación masculina. Sus pezones rosados guiarían a esta lengua ardiente de su néctar a su morada de pasión y fuego, que tarea me asignaría cada noche al regresar a una casa donde me aguarde por esposa ese ejemplar que va derrochando perfección a su paso, haríamos el amor hasta en los días vetados por la naturaleza. Pensar que pasaban meses y no tocaba a ese bloque de hielo que se acostaba en mi lecho. Gozaba de una facilidad única para tumbarme el ánimo que luego de varios años de torturas me llevaron a la fuga de un hogar destruido por la monotonía. De sólo recordar ese pelo enmarañado en unos rolos que la asemejaban a un alcantarillado, su cara embarrada de unas cremas para proteger un cutis marchito por los años y dos rodajas de pepinos que cubrían sus ojos me espantaban las ganas. Siempre llegaba a casa con la esperanza de encontrarla en prendas íntimas de esas que salen en películas, pero la realidad era otra, con sus atuendos pasados de moda y nuestro hijo mamando de sus tetas hinchadas a punto de reventar, no pude seguir. Con éste bizcochito sería diferente, debo tener cuidado al abordarla, a lo mejor alguien la espera en uno de los café del segundo nivel, le permitiré que explore el panorama y si nadie aparece PAM!, le caigo encima preguntándole si estudió en tal universidad, que cada ser humano tiene su doble en la vida y el suyo gravita en ese centro de estudios, que me ofrezco a presentarlas, sería tremendo placer, sólo dígame como me puedo poner en contacto con usted, eso nunca me ha fallado.
Pisa tierra firme, se echa andar con pasos rápidos, con rumbo determinado, casi empiezo a correr para darle alcance, un hombre joven se levanta de unas de las mesas llevando en sus manos un ramo de rosas la cual extiende hacia ella, que cursi; ella lo toma y realiza el ritual más repetido del universo, ojalá tenga gripe y no pueda sentir su olor. Se abrazan y los besos inician sin importarles que curiosos como yo les miren, paso por su lado casi rozándola, ella abre unos ojos de noche sin luna, me mira sorprendida, intenta saludar pero la lengua golosa de su galán lo impide. Mi corazón late acelerado, meto las manos en los bolsillos, desesperado busco un lugar donde ir, no se me ocurre nada, que suerte la de ese pendejo y pensar que yo estuve cinco años casado con ella y nunca la anhelé tanto como hoy al saberla ajena.
Rafael Rodríguez Torres
La vi tomar las escaleras eléctricas del centro comercial en que estaba, aunque no tenía nada que hacer en el segundo piso me aventuré a seguirla; algo se me ocurrirá, me dije emocionado. Era una mujer de pelo corto negro, buen tamaño, de piel muy blanca por lo que apreciaba desde mi posición de mirón fugitivo. Su figura denotaba la sensualidad que irradia una mujer que ha pasado de los treinta y mantiene la forma. Sus nalgas apuntando directo a mi cara me trastornan, bajo su pantalón caqui se dibujan las líneas de sus pequeños panties que de manera atrevida se esconden más de lo debido. ¿Quién será el dichoso de poseer semejante dama?. Sus manos apoyadas en la baranda dejan ver unos dedos de uñas bien cuidadas y sin un anillo que la ate con alguno que quizás no valore lo que tiene para sus noches.
Especulo sobre su estado civil, debe estar divorciada, a lo mejor un par de niños la esperan en casa y un ex marido arrepentido por no saber cumplir con sus deberes de cama. Viste una chaqueta azul marino que le da un porte de ejecutiva de banco, su perfume se desliza entre las personas que nos separan y penetra por mi nariz hasta embriagar mi cerebro de pensamientos turbios, me lleno de fantasías. Ella mueve ligeramente su cabeza, una oreja pequeña adornada con unos pendientes que lucen de oro me deslumbran, agudizo mi vista para distinguir esos bellitos rubios que descienden hasta su mejilla en contraste con su melena azabache...Qué linda debe ser!.
Quizá tiene novio y él anda por ahí con otras y ella paseándose sola en lugares como éste. Los hombres somos estúpidos, si Dios me diera la suerte de conocer una muchacha como esa sería feliz, olvidaría todo mi pasado y pondría fin a mis infidelidades. Me entregaría a ella para hacerla una esposa amada. Tengo que decirle algo, lo que sea, no puedo dejarla escapar, pero debo actuar con mucha cautela, que no vaya a pensar que soy uno de esos que andan al acecho todo el día. Casi llegamos a nuestro destino, parece incómoda, a lo mejor son mis ojos que le están haciendo cosquillas de tanto estar posados en ese cuellito que se ve tan delicioso salpicado de lunares...por ahí empezaría a besarla, ese es uno de los puntos débiles de las féminas; bueno, de algunas, mi ex parecía una caja fuerte, no había manera de entrarle.
Imagino sus senos, redonditos, firmes, ah. Como me gustaría asomarme al balcón de su escote y disfrutar cada día ese desfile de sensualidad que brindan esos monumentos a la imaginación masculina. Sus pezones rosados guiarían a esta lengua ardiente de su néctar a su morada de pasión y fuego, que tarea me asignaría cada noche al regresar a una casa donde me aguarde por esposa ese ejemplar que va derrochando perfección a su paso, haríamos el amor hasta en los días vetados por la naturaleza. Pensar que pasaban meses y no tocaba a ese bloque de hielo que se acostaba en mi lecho. Gozaba de una facilidad única para tumbarme el ánimo que luego de varios años de torturas me llevaron a la fuga de un hogar destruido por la monotonía. De sólo recordar ese pelo enmarañado en unos rolos que la asemejaban a un alcantarillado, su cara embarrada de unas cremas para proteger un cutis marchito por los años y dos rodajas de pepinos que cubrían sus ojos me espantaban las ganas. Siempre llegaba a casa con la esperanza de encontrarla en prendas íntimas de esas que salen en películas, pero la realidad era otra, con sus atuendos pasados de moda y nuestro hijo mamando de sus tetas hinchadas a punto de reventar, no pude seguir. Con éste bizcochito sería diferente, debo tener cuidado al abordarla, a lo mejor alguien la espera en uno de los café del segundo nivel, le permitiré que explore el panorama y si nadie aparece PAM!, le caigo encima preguntándole si estudió en tal universidad, que cada ser humano tiene su doble en la vida y el suyo gravita en ese centro de estudios, que me ofrezco a presentarlas, sería tremendo placer, sólo dígame como me puedo poner en contacto con usted, eso nunca me ha fallado.
Pisa tierra firme, se echa andar con pasos rápidos, con rumbo determinado, casi empiezo a correr para darle alcance, un hombre joven se levanta de unas de las mesas llevando en sus manos un ramo de rosas la cual extiende hacia ella, que cursi; ella lo toma y realiza el ritual más repetido del universo, ojalá tenga gripe y no pueda sentir su olor. Se abrazan y los besos inician sin importarles que curiosos como yo les miren, paso por su lado casi rozándola, ella abre unos ojos de noche sin luna, me mira sorprendida, intenta saludar pero la lengua golosa de su galán lo impide. Mi corazón late acelerado, meto las manos en los bolsillos, desesperado busco un lugar donde ir, no se me ocurre nada, que suerte la de ese pendejo y pensar que yo estuve cinco años casado con ella y nunca la anhelé tanto como hoy al saberla ajena.
Rafael Rodríguez Torres
lunes, 8 de septiembre de 2008
Saturnalia...
Dañado...
Sigues siendo la mujer que amo, han pasado treinta y tantos años y no he podido olvidarte. He perdonado cada una de tus infidelidades, te he odiado y a tus brazos regreso, te pido que no hablemos de eso y empecemos de nuevo, pero entonces te descubro de nuevo y ya no puedo seguir. Movido por el despecho me entregué en amores que empeoraron el mal momento que atravesaba, besos que eran tuyos fueron desperdiciados sin placer. No lo pienso hacer de nuevo, soy tuyo. No tienes idea del dolor que me causaste, saber que me engañabas con él, yo lo apreciaba, había aprendido a confiar en él, pero no pensaste en eso, me dijiste que le amabas, que estuvo primero que yo, que gracias a él nos conocimos, pero si todo esto era cierto, porqué me mentías al decirme que me amabas?. Jugaste conmigo, con mis sentimientos.
Los años pasaron y yo alejado de ti, creí odiarte, escapé de tu vida a sabiendas de que sufrirías con mi partida, también me dolió no verte, quizás más de lo que imaginas. Lloraba de rabia cuando juré que no volvía a tus brazos, que ya no me interesaba saber nada de ti, le prohibí a mis amigos que te mencionaran, nadie podía tocar el tema, pero aquí me tienes, de nuevo a tus pies, una llamada tuya bastó para que todo mi orgullo se fuera a pique, vine a tu encuentro con cierta alegría, saber que él había muerto y mis esperanzas renacieron, ahora que estás sola nadie evitará que estemos juntos hasta el final de nuestras vidas.
Me duele escucharte decir que lo amabas, no tienes piedad de mi dolor, sabes que no puedo compartirte con nadie, ni siquiera con él, no lo vuelvas a mencionar o te juro que pierdo la cabeza y ya no sé de lo que sería capaz. Hablemos de otra cosa, de lo que linda que te ves vestida de negro, siempre te dije que el negro le sentaba bien a tu piel tan blanca, no me cambie el tema amor de mi vida, no ahora que sé que eres totalmente mía. De nuevo empiezas a llorar, siempre que hablamos de esto lloras, ya me tienes cansado, aprietas mis manos, me abrazas, sentir tu cuerpo junto al mío es un placer indescriptible, entre sollozos besas mi rostro, prometes buscarme ayuda profesional, qué te has creído? me enojo, te empujo lejos de mí, intentas abrazarme de nuevo, lo impido, te grito que te alejes, que no me toques, que no me llames Edipo, bien sabes que ese no es mi nombre mamá!.
Rafael Rodríguez Torres
Sigues siendo la mujer que amo, han pasado treinta y tantos años y no he podido olvidarte. He perdonado cada una de tus infidelidades, te he odiado y a tus brazos regreso, te pido que no hablemos de eso y empecemos de nuevo, pero entonces te descubro de nuevo y ya no puedo seguir. Movido por el despecho me entregué en amores que empeoraron el mal momento que atravesaba, besos que eran tuyos fueron desperdiciados sin placer. No lo pienso hacer de nuevo, soy tuyo. No tienes idea del dolor que me causaste, saber que me engañabas con él, yo lo apreciaba, había aprendido a confiar en él, pero no pensaste en eso, me dijiste que le amabas, que estuvo primero que yo, que gracias a él nos conocimos, pero si todo esto era cierto, porqué me mentías al decirme que me amabas?. Jugaste conmigo, con mis sentimientos.
Los años pasaron y yo alejado de ti, creí odiarte, escapé de tu vida a sabiendas de que sufrirías con mi partida, también me dolió no verte, quizás más de lo que imaginas. Lloraba de rabia cuando juré que no volvía a tus brazos, que ya no me interesaba saber nada de ti, le prohibí a mis amigos que te mencionaran, nadie podía tocar el tema, pero aquí me tienes, de nuevo a tus pies, una llamada tuya bastó para que todo mi orgullo se fuera a pique, vine a tu encuentro con cierta alegría, saber que él había muerto y mis esperanzas renacieron, ahora que estás sola nadie evitará que estemos juntos hasta el final de nuestras vidas.
Me duele escucharte decir que lo amabas, no tienes piedad de mi dolor, sabes que no puedo compartirte con nadie, ni siquiera con él, no lo vuelvas a mencionar o te juro que pierdo la cabeza y ya no sé de lo que sería capaz. Hablemos de otra cosa, de lo que linda que te ves vestida de negro, siempre te dije que el negro le sentaba bien a tu piel tan blanca, no me cambie el tema amor de mi vida, no ahora que sé que eres totalmente mía. De nuevo empiezas a llorar, siempre que hablamos de esto lloras, ya me tienes cansado, aprietas mis manos, me abrazas, sentir tu cuerpo junto al mío es un placer indescriptible, entre sollozos besas mi rostro, prometes buscarme ayuda profesional, qué te has creído? me enojo, te empujo lejos de mí, intentas abrazarme de nuevo, lo impido, te grito que te alejes, que no me toques, que no me llames Edipo, bien sabes que ese no es mi nombre mamá!.
Rafael Rodríguez Torres
Saturnalia...
Séptimo Sentido...
Oscuridad, profunda, mas no temida, diría voluntaria. Dos cuerpos juntos, muy muy juntos, demasiado. Respiraciones entrecortadas, perfumes que se confunden, vellos que se erizan ante la proximidad de una piel tan tersa y delicada. Dudas, temor a fracasar en el intento, sentimientos encontrados, ganas de...imágenes en movimiento que distraen por segundos que corta todo de raíz, hay que empezar de nuevo el mismo proceso, acercarse poco a poco hasta poder distinguir los poros de su piel, esos vellitos que bajan por su mejilla, se ven tiernos. Palabras sin sentido que se utilizan para romper el silencio, de nuevo el temor a seguir avanzando y chocar contra un muro de negatividad, se escuchan los pasos precisos de un reloj, miradas provocadoras, sonrisas, mentes en blanco, obnubiladas, tartamudeos, ideas difusas, latidos de corazones angustiados, labios sedientos, expectantes, impacientes. Paciencia que agobia, luces que se encienden, es la hora de partir, se preguntan una a otra: Te gustó la película? mienten, quién se pudo haber concentrado, se ponen de pie, se miran a los ojos y ambas se juran en silencio que la próxima vez tomarán la iniciativa.
Rafael Rodríguez Torres
Oscuridad, profunda, mas no temida, diría voluntaria. Dos cuerpos juntos, muy muy juntos, demasiado. Respiraciones entrecortadas, perfumes que se confunden, vellos que se erizan ante la proximidad de una piel tan tersa y delicada. Dudas, temor a fracasar en el intento, sentimientos encontrados, ganas de...imágenes en movimiento que distraen por segundos que corta todo de raíz, hay que empezar de nuevo el mismo proceso, acercarse poco a poco hasta poder distinguir los poros de su piel, esos vellitos que bajan por su mejilla, se ven tiernos. Palabras sin sentido que se utilizan para romper el silencio, de nuevo el temor a seguir avanzando y chocar contra un muro de negatividad, se escuchan los pasos precisos de un reloj, miradas provocadoras, sonrisas, mentes en blanco, obnubiladas, tartamudeos, ideas difusas, latidos de corazones angustiados, labios sedientos, expectantes, impacientes. Paciencia que agobia, luces que se encienden, es la hora de partir, se preguntan una a otra: Te gustó la película? mienten, quién se pudo haber concentrado, se ponen de pie, se miran a los ojos y ambas se juran en silencio que la próxima vez tomarán la iniciativa.
Rafael Rodríguez Torres
Saturnalia...
Si no vas a venir, escribe...
No sé porqué demoras tanto en llegar, siempre has sido puntual, nunca me has fallado. Petrificada en esta silla sin poder reaccionar, pienso en que si me voy por mi cuenta y después resulta que te atrasaste por lo que sea y llegas justo después de tomar mi decisión, cuáles serían las consecuencias?. Prefiero quedarme aquí hasta que llegues, me debes una explicación. Enciendo un cigarrillo, dicen que fumar relaja, a mí me ahoga, y si no vienes? y esperándote me entrego al vicio, me haría daño?, mejor lo apago.
Bajo la cabeza, disimulo buscar algo en mi cartera, no quiero mirar a nadie, de ver a algún conocido me preguntaría qué hago aquí, esperando; además, por ver a los viajantes entrar, de la emoción pasé al descuido y tú te demoraste por mi desliz,si llegas a tiempo te juro que no volverá a pasar, o acaso pensaste que sería yo la que faltaría?...Mis padres se enojarán mucho contigo si me dejas plantada, ya les escucho con su cantaleta:"Te lo advertimos que eso iba a pasar y no nos hiciste caso".
Me paro, camino de un lado a otro, pasos cortos, sonoros. El sudor cubre mi frente, mis manos tiemblan, aquí vienen a decirme si vas a venir o no...Tengo miedo!. Una señora con cara sonriente se para frente a mí, me pasa un sobre, será una carta tuya?, lo abro, mis ojos se pasean por líneas de letras pequeñas, muy juntas; no vas a venir, no por ahora, estoy embarazada!.
Rafael Rodríguez Torres
No sé porqué demoras tanto en llegar, siempre has sido puntual, nunca me has fallado. Petrificada en esta silla sin poder reaccionar, pienso en que si me voy por mi cuenta y después resulta que te atrasaste por lo que sea y llegas justo después de tomar mi decisión, cuáles serían las consecuencias?. Prefiero quedarme aquí hasta que llegues, me debes una explicación. Enciendo un cigarrillo, dicen que fumar relaja, a mí me ahoga, y si no vienes? y esperándote me entrego al vicio, me haría daño?, mejor lo apago.
Bajo la cabeza, disimulo buscar algo en mi cartera, no quiero mirar a nadie, de ver a algún conocido me preguntaría qué hago aquí, esperando; además, por ver a los viajantes entrar, de la emoción pasé al descuido y tú te demoraste por mi desliz,si llegas a tiempo te juro que no volverá a pasar, o acaso pensaste que sería yo la que faltaría?...Mis padres se enojarán mucho contigo si me dejas plantada, ya les escucho con su cantaleta:"Te lo advertimos que eso iba a pasar y no nos hiciste caso".
Me paro, camino de un lado a otro, pasos cortos, sonoros. El sudor cubre mi frente, mis manos tiemblan, aquí vienen a decirme si vas a venir o no...Tengo miedo!. Una señora con cara sonriente se para frente a mí, me pasa un sobre, será una carta tuya?, lo abro, mis ojos se pasean por líneas de letras pequeñas, muy juntas; no vas a venir, no por ahora, estoy embarazada!.
Rafael Rodríguez Torres
domingo, 7 de septiembre de 2008
Entre las luces de neón, el tequila y Bon Jovi...
El Club de los Lamentos...
El whiskey mezclado con soda baja suave por mi garganta, recuerdo que hace unos años no podía siquiera probarlo. Hoy bajo la excusa de que el "jumo" sale más barato que con cervezas me tomo unos tres vasos a ritmo acelerado. Cuando en el fondo sólo quedan los cubitos de hielo, juego con ellos libando los últimos residuos del licor, la lengua se siente pesada, un artista pasado de moda grita: Dónde e'qué tú te escondes?. Yo me hago la misma pregunta, aunque ya hace mucho tiempo que no tengo claro a quien busco.
El club está lleno por completo, las muchachas pasan apresuradas rumbo al tocador, me rozan sus tetas que en antaño me provocaban erecciones que en la mayoría de los casos terminaban en pajas. Las veo, imagino que me miran de forma insinuante, coquetas, invento frases que le llamen la atención, siguen de largo. El disc jockey me guiña un ojo, será maricón?. Muevo mi cabeza hacia delante devolviendo el saludo, recorro el lugar por todos los rincones, me siento en una de las mesas del fondo, ahí están mis amigos, todos vestimos de trajes oscuros, como si fuéramos a un mortuorio, combinamos el terno con corbatas opacas, lisas, hablamos lo mismo sábado tras sábado, mentimos, desacreditamos mujeres, que si hicieron esto o aquello, que una vez se me puso fácil y ya ustedes saben...Todos sabemos que es puro cuento, pero lo aceptamos, incluso afirmamos que es cierto para poder narrar los nuestros que son más inverosímiles que el anterior.
Me siento borracho pero no me voy acostar, veo una mujer apoyada en la barra, me acerco, busco pretextos para hablarle, ella quizá por aburrimiento finge que se interesa en mi perorata desactualizada, la invito a bailar, si acepta lo mejor es para callarme la boca y no tener que seguir escuchando tanta mierda de un beodo amargado; le miento, altero quien soy, que hago, le digo que ella me gustó desde que la vi, miro sus ojos y noto sarcasmo en sus huecos embardunados de rimel, pregunto nombre, teléfono, si accede no lo recordaré, con el ruido y mi estado no creo que estaría en disposición de tomar un bolígrafo y llevarlo por buen camino. Cuando la canción acabe y mis "muelas" se hayan agotado o percibo (casi siempre) que no surten efecto, nos vamos a nuestros lugares de orígenes, incluso hasta por caminos diferentes, podemos acabar la noche parados uno al lado del otro y nos ignoraremos, si nos vemos otro día, fingiremos no conocernos a menos que ya esté amaneciendo y no se ha conseguido nada para pasar la noche, entonces iniciamos el mismo procedimiento como si fuese la primera vez.
Me subo la manga de la camisa para ver la hora, el reloj no está, lo dejé en la casa de empeño por unos doscientos pesos para poder venir a rozarme con la sociedad, me despido de los muchachos que no recordaran quien les dijo adiós a pesar del tiempo que tenemos de juntarnos cada fin de semana no saben mi nombre, yo tampoco recuerdo los suyos.
Los lunes arrastran problemas, deudas, llegan martes, miércoles, jueves, horas de oficinas aburridas, intentaré cambiar, pero el sábado a eso de la medianoche olvidaré todo y saldré de casa en busca de mi "gente", llevaremos el mismo traje, algunos cambiarán de camisa o corbata, a lo mejor el club cambie de nombre y dirección, todo va a depender de cual está de moda, pero todos son lo mismo, en todos encontraremos la manera de dejar escapar nuestros lamentos que de llevarlos otro día a cuesta y nos suicidaríamos.
NOTA: Escrito por orden exclusiva de los demonios del deseo que atacan en la soledad.
Rafael Rodríguez Torres
El whiskey mezclado con soda baja suave por mi garganta, recuerdo que hace unos años no podía siquiera probarlo. Hoy bajo la excusa de que el "jumo" sale más barato que con cervezas me tomo unos tres vasos a ritmo acelerado. Cuando en el fondo sólo quedan los cubitos de hielo, juego con ellos libando los últimos residuos del licor, la lengua se siente pesada, un artista pasado de moda grita: Dónde e'qué tú te escondes?. Yo me hago la misma pregunta, aunque ya hace mucho tiempo que no tengo claro a quien busco.
El club está lleno por completo, las muchachas pasan apresuradas rumbo al tocador, me rozan sus tetas que en antaño me provocaban erecciones que en la mayoría de los casos terminaban en pajas. Las veo, imagino que me miran de forma insinuante, coquetas, invento frases que le llamen la atención, siguen de largo. El disc jockey me guiña un ojo, será maricón?. Muevo mi cabeza hacia delante devolviendo el saludo, recorro el lugar por todos los rincones, me siento en una de las mesas del fondo, ahí están mis amigos, todos vestimos de trajes oscuros, como si fuéramos a un mortuorio, combinamos el terno con corbatas opacas, lisas, hablamos lo mismo sábado tras sábado, mentimos, desacreditamos mujeres, que si hicieron esto o aquello, que una vez se me puso fácil y ya ustedes saben...Todos sabemos que es puro cuento, pero lo aceptamos, incluso afirmamos que es cierto para poder narrar los nuestros que son más inverosímiles que el anterior.
Me siento borracho pero no me voy acostar, veo una mujer apoyada en la barra, me acerco, busco pretextos para hablarle, ella quizá por aburrimiento finge que se interesa en mi perorata desactualizada, la invito a bailar, si acepta lo mejor es para callarme la boca y no tener que seguir escuchando tanta mierda de un beodo amargado; le miento, altero quien soy, que hago, le digo que ella me gustó desde que la vi, miro sus ojos y noto sarcasmo en sus huecos embardunados de rimel, pregunto nombre, teléfono, si accede no lo recordaré, con el ruido y mi estado no creo que estaría en disposición de tomar un bolígrafo y llevarlo por buen camino. Cuando la canción acabe y mis "muelas" se hayan agotado o percibo (casi siempre) que no surten efecto, nos vamos a nuestros lugares de orígenes, incluso hasta por caminos diferentes, podemos acabar la noche parados uno al lado del otro y nos ignoraremos, si nos vemos otro día, fingiremos no conocernos a menos que ya esté amaneciendo y no se ha conseguido nada para pasar la noche, entonces iniciamos el mismo procedimiento como si fuese la primera vez.
Me subo la manga de la camisa para ver la hora, el reloj no está, lo dejé en la casa de empeño por unos doscientos pesos para poder venir a rozarme con la sociedad, me despido de los muchachos que no recordaran quien les dijo adiós a pesar del tiempo que tenemos de juntarnos cada fin de semana no saben mi nombre, yo tampoco recuerdo los suyos.
Los lunes arrastran problemas, deudas, llegan martes, miércoles, jueves, horas de oficinas aburridas, intentaré cambiar, pero el sábado a eso de la medianoche olvidaré todo y saldré de casa en busca de mi "gente", llevaremos el mismo traje, algunos cambiarán de camisa o corbata, a lo mejor el club cambie de nombre y dirección, todo va a depender de cual está de moda, pero todos son lo mismo, en todos encontraremos la manera de dejar escapar nuestros lamentos que de llevarlos otro día a cuesta y nos suicidaríamos.
NOTA: Escrito por orden exclusiva de los demonios del deseo que atacan en la soledad.
Rafael Rodríguez Torres
viernes, 5 de septiembre de 2008
Sueños Alucinógenos...
Meco...
La noticia nos sorprendió a todos. A Meco lo mataron en Miami, le dispararon a quemarropa; murió instantáneamente. Todos en el barrio estábamos dolidos por su pérdida. Nadie daba crédito a lo ocurrido.
Los días pasaban lento, pesados, a la espera del féretro con el cuerpo de Meco. Era agosto, pleno verano. El calor fue insoportable ese año. El cuerpo llegó jueves, pasada las diez de la noche. Un mar de gente se conglomeró frente a la casa para recibir y dar el último adiós a quien fue el alma del barrio. Todos nos lanzamos hacia la ambulancia que traía consigo la carga fatal. Queríamos ver si era cierta la realidad que nos había amargado una semana atrás. Empujamos, como si verle primero implicara un premio, tanto fue el alboroto que hicimos perder el equilibrio a los que llevaban sobre sus hombros el ataúd, el cual rodó y se abrió dejando salir el cadáver que llevaba dentro. La histeria reinó, mi impresión fue tanta que no tuve conciencia de lo que pasó después. Sólo recuerdo que me empujaban y yo empujaba. Logré salir del pandemoniun que se había armado, mas bien me sacaron a la fuerza. Ya fuera del desorden me sentí avergonzado con la familia, con la memoria del difunto por haber formado parte de la locura que nos cegó.
Regresé a mi casa luego que la familia de Meco pudo sacar a la turba enloquecida y decidir que el velatorio sería a puertas cerradas para evitar un caos mayor. Pero olvidaban que Meco no sólo era de ellos, era propiedad del barrio y todos estábamos tristes por su muerte.
La calle a oscuras por el apagón de cada noche me obligó apurar el paso y salvar con rapidez la media cuadra que separaba mi casa con la del finado. Ya en la habitación recordé esa alegría perpetua de mi amigo, los momentos en que siempre estaba dispuesto para todos en el vecindario. Me encantaba ir al cine con él, lo malo es que siempre nos acompañaban todos nuestros amigos. Sentarse a su lado era un honor. Cerré los ojos y entré los ronquidos de mi hermano, con el que compartía alcoba, y la imagen del cuerpo rodando por tierra no me permitieron conciliar el sueño. Me puse de pie, ya que la puerta de la habitación estaba abierta y necesito sentir la seguridad que ofrece una recámara cerrada. De regreso al lecho, noté que tras las persianas alguien me observaba; me tiré en la cama sin mirar al extraño. Levanté con temor uno de mis brazos para ir cerrando las persianas. El calor nos iba a sofocar, pero mejor así. El chirrido de las bisagras de la puerta me avisó que no la había cerrado bien. Decidido esta vez a hacerlo bien me levanté con ímpetu, vi la figura de un hombre parado justo en medio de la puerta. Busqué refugio en las sábanas y cubrí mi cabeza con la almohada, cerré con fuerzas mis ojos, pero una poderosa atracción me obligaba a mirarlo; él por su parte continuaba en su posición, sin mover un músculo como estatua de carne y huesos, era Meco!.
Temiendo lo peor, me armé de valor y pasé a la cama de mi hermano, entre los dos podríamos con él. Le abracé por la espalda y metí la cabeza debajo de su cuerpo. Estaba temblando, pero con mucho alivio descubrí que todo había sido producto de un mal sueño. Volví a mi cama bajo las amenazas e insultos de mi hermano, gritándome si yo era maricón, que se lo iba contar a papá en la mañana, sentí vergüenza de haber actuado así producto de una pesadilla. Abrí todas las persianas, nadie estaba afuera como lo imaginaba, todo tranquilo. Me acosté de nuevo intentando esta vez tener un descanso placentero. Desde fuera llegaron ruidos de personas corriendo y gritando como locos, a medida que se acercaban pude escuchar con más claridad: Corran, corran, Meco se levantó del ataúd y viene matando a todo el que encuentre a su paso. No lo escuché dos veces, estaba ya de pie, abrí el closet y buscaba ropa que ponerme, al intentar ponerme los zapatos perdí el equilibrio y caí de la cama; desperté de nuevo, otra pesadilla, no era mi noche, sino la de Meco. Decidí ir al baño a tomar una ducha, sudaba como jornalero. Al salir de la habitación me fijé que la puerta principal de la casa estaba abierta y alguien estaba allí parado con los brazos extendido, apoyados en los marcos, me sonreía, era Meco de nuevo!. Esta vez no era pesadilla, estaba despierto, conciente de lo que tenía en frente, me congelé por varios minutos, él tampoco se movía, me observaba, yo también le miraba, pero a diferencia de su buen estado de animo, mi terror era atroz.
Después de mucho pensarlo, decidí enfrentarlo, Meco no me haría daño, de eso no me cabía duda; si algo él quería, valía la pena el susto, yo se lo debía. Cerré los ojos y caminé a tientas a su encuentro, me apoyaba en las paredes del pasillo; él dirá. Al extender el brazo sentí una piel desnuda, fría, pregunté : Meco, qué tú quieres?.
-Poder dormirme y ya no pensar en Meco, por lo menos esta noche.- Sorprendido, comprobé que era mi hermano quien estaba de pie en la puerta, al igual que yo había tenido lo suyo con el difunto.
-No me lo vas a creer, a mí también me pasa igual- Le dije.
-Ven, vamos a ponernos ropa, yo se donde él nos va a dejar tranquilo- Me dijo mi hermano.
Emprendimos camino hacia el velatorio en silencio, si tenía oportunidad, le halaría el dedo gordo de su pie derecho. Dicen que eso espanta el miedo al muerto. Ya todo había vuelto a la normalidad en la casa, sólo la familia y unos pocos vecinos estaban presentes. Imagino que muchos pensaron cuando nos vieron allí, que fuimos para estar cerca de Meco, pero la realidad es que queríamos huir de él y el mejor sitio para escapar de un alma en pena, es el lugar donde se le está velando.
NOTA: En memoria de Emerito Santos Reyes (Meco) por tus sonrisas.
1962-1981
Rafael Rodríguez Torres
La noticia nos sorprendió a todos. A Meco lo mataron en Miami, le dispararon a quemarropa; murió instantáneamente. Todos en el barrio estábamos dolidos por su pérdida. Nadie daba crédito a lo ocurrido.
Los días pasaban lento, pesados, a la espera del féretro con el cuerpo de Meco. Era agosto, pleno verano. El calor fue insoportable ese año. El cuerpo llegó jueves, pasada las diez de la noche. Un mar de gente se conglomeró frente a la casa para recibir y dar el último adiós a quien fue el alma del barrio. Todos nos lanzamos hacia la ambulancia que traía consigo la carga fatal. Queríamos ver si era cierta la realidad que nos había amargado una semana atrás. Empujamos, como si verle primero implicara un premio, tanto fue el alboroto que hicimos perder el equilibrio a los que llevaban sobre sus hombros el ataúd, el cual rodó y se abrió dejando salir el cadáver que llevaba dentro. La histeria reinó, mi impresión fue tanta que no tuve conciencia de lo que pasó después. Sólo recuerdo que me empujaban y yo empujaba. Logré salir del pandemoniun que se había armado, mas bien me sacaron a la fuerza. Ya fuera del desorden me sentí avergonzado con la familia, con la memoria del difunto por haber formado parte de la locura que nos cegó.
Regresé a mi casa luego que la familia de Meco pudo sacar a la turba enloquecida y decidir que el velatorio sería a puertas cerradas para evitar un caos mayor. Pero olvidaban que Meco no sólo era de ellos, era propiedad del barrio y todos estábamos tristes por su muerte.
La calle a oscuras por el apagón de cada noche me obligó apurar el paso y salvar con rapidez la media cuadra que separaba mi casa con la del finado. Ya en la habitación recordé esa alegría perpetua de mi amigo, los momentos en que siempre estaba dispuesto para todos en el vecindario. Me encantaba ir al cine con él, lo malo es que siempre nos acompañaban todos nuestros amigos. Sentarse a su lado era un honor. Cerré los ojos y entré los ronquidos de mi hermano, con el que compartía alcoba, y la imagen del cuerpo rodando por tierra no me permitieron conciliar el sueño. Me puse de pie, ya que la puerta de la habitación estaba abierta y necesito sentir la seguridad que ofrece una recámara cerrada. De regreso al lecho, noté que tras las persianas alguien me observaba; me tiré en la cama sin mirar al extraño. Levanté con temor uno de mis brazos para ir cerrando las persianas. El calor nos iba a sofocar, pero mejor así. El chirrido de las bisagras de la puerta me avisó que no la había cerrado bien. Decidido esta vez a hacerlo bien me levanté con ímpetu, vi la figura de un hombre parado justo en medio de la puerta. Busqué refugio en las sábanas y cubrí mi cabeza con la almohada, cerré con fuerzas mis ojos, pero una poderosa atracción me obligaba a mirarlo; él por su parte continuaba en su posición, sin mover un músculo como estatua de carne y huesos, era Meco!.
Temiendo lo peor, me armé de valor y pasé a la cama de mi hermano, entre los dos podríamos con él. Le abracé por la espalda y metí la cabeza debajo de su cuerpo. Estaba temblando, pero con mucho alivio descubrí que todo había sido producto de un mal sueño. Volví a mi cama bajo las amenazas e insultos de mi hermano, gritándome si yo era maricón, que se lo iba contar a papá en la mañana, sentí vergüenza de haber actuado así producto de una pesadilla. Abrí todas las persianas, nadie estaba afuera como lo imaginaba, todo tranquilo. Me acosté de nuevo intentando esta vez tener un descanso placentero. Desde fuera llegaron ruidos de personas corriendo y gritando como locos, a medida que se acercaban pude escuchar con más claridad: Corran, corran, Meco se levantó del ataúd y viene matando a todo el que encuentre a su paso. No lo escuché dos veces, estaba ya de pie, abrí el closet y buscaba ropa que ponerme, al intentar ponerme los zapatos perdí el equilibrio y caí de la cama; desperté de nuevo, otra pesadilla, no era mi noche, sino la de Meco. Decidí ir al baño a tomar una ducha, sudaba como jornalero. Al salir de la habitación me fijé que la puerta principal de la casa estaba abierta y alguien estaba allí parado con los brazos extendido, apoyados en los marcos, me sonreía, era Meco de nuevo!. Esta vez no era pesadilla, estaba despierto, conciente de lo que tenía en frente, me congelé por varios minutos, él tampoco se movía, me observaba, yo también le miraba, pero a diferencia de su buen estado de animo, mi terror era atroz.
Después de mucho pensarlo, decidí enfrentarlo, Meco no me haría daño, de eso no me cabía duda; si algo él quería, valía la pena el susto, yo se lo debía. Cerré los ojos y caminé a tientas a su encuentro, me apoyaba en las paredes del pasillo; él dirá. Al extender el brazo sentí una piel desnuda, fría, pregunté : Meco, qué tú quieres?.
-Poder dormirme y ya no pensar en Meco, por lo menos esta noche.- Sorprendido, comprobé que era mi hermano quien estaba de pie en la puerta, al igual que yo había tenido lo suyo con el difunto.
-No me lo vas a creer, a mí también me pasa igual- Le dije.
-Ven, vamos a ponernos ropa, yo se donde él nos va a dejar tranquilo- Me dijo mi hermano.
Emprendimos camino hacia el velatorio en silencio, si tenía oportunidad, le halaría el dedo gordo de su pie derecho. Dicen que eso espanta el miedo al muerto. Ya todo había vuelto a la normalidad en la casa, sólo la familia y unos pocos vecinos estaban presentes. Imagino que muchos pensaron cuando nos vieron allí, que fuimos para estar cerca de Meco, pero la realidad es que queríamos huir de él y el mejor sitio para escapar de un alma en pena, es el lugar donde se le está velando.
NOTA: En memoria de Emerito Santos Reyes (Meco) por tus sonrisas.
1962-1981
Rafael Rodríguez Torres
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