domingo, 7 de septiembre de 2008

Entre las luces de neón, el tequila y Bon Jovi...

El Club de los Lamentos...

El whiskey mezclado con soda baja suave por mi garganta, recuerdo que hace unos años no podía siquiera probarlo. Hoy bajo la excusa de que el "jumo" sale más barato que con cervezas me tomo unos tres vasos a ritmo acelerado. Cuando en el fondo sólo quedan los cubitos de hielo, juego con ellos libando los últimos residuos del licor, la lengua se siente pesada, un artista pasado de moda grita: Dónde e'qué tú te escondes?. Yo me hago la misma pregunta, aunque ya hace mucho tiempo que no tengo claro a quien busco.

El club está lleno por completo, las muchachas pasan apresuradas rumbo al tocador, me rozan sus tetas que en antaño me provocaban erecciones que en la mayoría de los casos terminaban en pajas. Las veo, imagino que me miran de forma insinuante, coquetas, invento frases que le llamen la atención, siguen de largo. El disc jockey me guiña un ojo, será maricón?. Muevo mi cabeza hacia delante devolviendo el saludo, recorro el lugar por todos los rincones, me siento en una de las mesas del fondo, ahí están mis amigos, todos vestimos de trajes oscuros, como si fuéramos a un mortuorio, combinamos el terno con corbatas opacas, lisas, hablamos lo mismo sábado tras sábado, mentimos, desacreditamos mujeres, que si hicieron esto o aquello, que una vez se me puso fácil y ya ustedes saben...Todos sabemos que es puro cuento, pero lo aceptamos, incluso afirmamos que es cierto para poder narrar los nuestros que son más inverosímiles que el anterior.

Me siento borracho pero no me voy acostar, veo una mujer apoyada en la barra, me acerco, busco pretextos para hablarle, ella quizá por aburrimiento finge que se interesa en mi perorata desactualizada, la invito a bailar, si acepta lo mejor es para callarme la boca y no tener que seguir escuchando tanta mierda de un beodo amargado; le miento, altero quien soy, que hago, le digo que ella me gustó desde que la vi, miro sus ojos y noto sarcasmo en sus huecos embardunados de rimel, pregunto nombre, teléfono, si accede no lo recordaré, con el ruido y mi estado no creo que estaría en disposición de tomar un bolígrafo y llevarlo por buen camino. Cuando la canción acabe y mis "muelas" se hayan agotado o percibo (casi siempre) que no surten efecto, nos vamos a nuestros lugares de orígenes, incluso hasta por caminos diferentes, podemos acabar la noche parados uno al lado del otro y nos ignoraremos, si nos vemos otro día, fingiremos no conocernos a menos que ya esté amaneciendo y no se ha conseguido nada para pasar la noche, entonces iniciamos el mismo procedimiento como si fuese la primera vez.

Me subo la manga de la camisa para ver la hora, el reloj no está, lo dejé en la casa de empeño por unos doscientos pesos para poder venir a rozarme con la sociedad, me despido de los muchachos que no recordaran quien les dijo adiós a pesar del tiempo que tenemos de juntarnos cada fin de semana no saben mi nombre, yo tampoco recuerdo los suyos.

Los lunes arrastran problemas, deudas, llegan martes, miércoles, jueves, horas de oficinas aburridas, intentaré cambiar, pero el sábado a eso de la medianoche olvidaré todo y saldré de casa en busca de mi "gente", llevaremos el mismo traje, algunos cambiarán de camisa o corbata, a lo mejor el club cambie de nombre y dirección, todo va a depender de cual está de moda, pero todos son lo mismo, en todos encontraremos la manera de dejar escapar nuestros lamentos que de llevarlos otro día a cuesta y nos suicidaríamos.

NOTA: Escrito por orden exclusiva de los demonios del deseo que atacan en la soledad.



Rafael Rodríguez Torres

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