domingo, 21 de septiembre de 2008

Sueños Alucinógenos....

Separados...

Caminábamos atados de pies y manos, uno delante del otro; todos en silencio, mirando al suelo. Un verdugo nos azotaba para invitarnos a seguir nuestra procesión, no era necesario, no teníamos voluntad para negarnos. Avanzábamos por un pasillo oscuro, piso de madera enmohecida, crujiente. Una luz que se atrevía a invadir la penumbra, a dónde vamos? qué lugar es éste?

mis ojos se desvían, una habitación iluminada, una mesa, varios hombres, fichas amontonadas, cartas en manos, una partida de póker, me miro sentado, demacrado, envejecido, ya recuerdo, no tenía dinero para pagar, ante la presión eché mano de mi único aval. Aquí nos lleva el señor de las tinieblas, nos separa de nuestros cuerpos, de cualquier cuerpo por toda la eternidad.


Rafael Rodríguez Torres

Saturnalia...

El Escritor...

El escritor era mi mejor amigo, de hecho era el mejor amigo de todos. Cuando se inició en el arte literario puso en mis manos un mamotreto de unas seiscientas páginas donde narraba los primeros cinco años de su vida. Confieso no haber tenido el valor para decirle la verdad de lo horrible de su historia, al contrario, lo animé a seguir cultivando su "arte". Para mi sorpresa, su autobiografía ganó el premio literario de la ciudad. Cuando recogió el premio, todos fingimos sonreír de alegría cuando en verdad queríamos llorar por lo bajo que habíamos caído en aras de la amistad..

El escritor siguió escribiendo, nos sorprendía su capacidad de producir tantos bodrios en tan poco tiempo. Los premios continuaban llegando con cada nuevo libro, todos conversábamos en secreto lo malo de sus obras. Esta noche le entregan el premio nacional de literatura y aún no nos atrevemos a decirle la verdad.


Rafael Rodríguez Torres

viernes, 19 de septiembre de 2008

Saturnalia...

Crimen y Castigo...

-El Crimen...


Hoy Cornelio se va de viaje, he esperado este momento por más de un año. Todo empezó cuando Antonio, un hombre joven, viudo, padre de dos hermosas niñas, se mudó al apartamento contiguo al nuestro. Bueno, creo que debo contar todo desde el principio. Hace unos diez años Cornelio me pidió que fuese su esposa, confieso accedí encantada. Estaba enamorada, era muy joven, apenas unos veinte, era virgen, empezaba a vivir.

Mi familia es gente muy buena, decente, me criaron como corresponde a una señorita de sociedad. Aprendí de los valores familiares y fui educada en los mejores colegios, me prepararon para formar un hogar, ser una madre excelente y esposa fiel. Quizás se pregunten en qué momento esto cambió, lo de ser fiel me refiero, la razón es simple: Hijos!. Sí, los hijos, diez años casada y no he procreado. Una década esperando cada mes que alguien que siempre fue puntual a la cita faltara. Diez años de consumirme por dentro, de ilusiones y anhelos desperdiciados.
Recuerdo los primeros meses del matrimonio, en una ocasión en que di riendas sueltas a las emociones creyéndome futura madre compré todo lo necesario para recibir un hijo. Un especialista me despertó de ese sueño, dijo que no eran más que unos quistes los cuales producían bastante dolor al momento de la intimidad y retrasaron la regla. Prometió que luego de una intervención menor estaría lista para ser madre, pero que va, eso no pasó. Me explicó que a lo mejor la del problema no era yo, sino Cornelio, que hablara con él y así tratar de convencerlo para que se hiciera las pruebas, de ser necesario iniciar un tratamiento y problema resuelto. Pero de eso no voy a abundar mucho, el muy cabrón, a diferencia de mi, lo criaron como a los hombres machos. Amenazó con el divorcio, dijo que era lo suficiente hombre para preñar cien mujeres si fuese el caso. Para demostrar su hombría me dejó un ojo amoratado, luego de una platica tan amena los dos quedamos de acuerdo en que la floja era yo. Pero siento que así no es la vaina, el instinto de mujer me dice que estoy preparada a la espera de un espermatozoide fértil. Estoy cansada de visitar maternidades o ir a "Baby Shower" por cada uno de los partos de mis amigas. Ahora quiero ser yo la agasajada, ver llegar las flores, regalos. Ya imagino a mamá mimando su nieto, a papá buscando algún parecido con antepasados prestigiosos.

Cuando ya mis esperanzas habían muerto aparece Antonio, el hombre perfecto para mi plan. Conquistarlo no va a ser difícil, he notado su mirada cuando nos encontramos en las escaleras, sus labios buscan maliciosamente la comisura de los míos si decido saludarlo con un inocente beso en la mejilla. Su cuerpo se estremece con mi cercanía. Por las noches sale al balcón, fuma y bebe a oscuras, en silencio, yo me hago la que no lo he visto y salgo a tomar aire fresco en prendas íntimas que hace un año Cornelio era el único en gozar de ese privilegio. Hoy sólo debo esperar que Antonio regrese de su trabajo, con alguna excusa tonta penetraré en lo que será la sede de esta traición. Me rendiré en sus brazos y él con todo su vigor logrará en una noche lo que Cornelio no ha podido en años.

II-Semanas después...El Castigo

Esa noche todo ocurrió tal lo esperado. Para estar segura repetí la velada un par de veces más, nunca se sabe, aunque desde la primera vez mi cuerpo experimentó un cambio que en diez años de encuentros cargados de sensualidad (Debo reconocer que Cornelio domina el arte de amar una mujer) no había sentido nunca. Imaginaba los espermatozoides en su debocada carrera donde la meta final es el útero.

Cornelio será un padre orgulloso de su vástago, nunca sabrá la verdad. De ser varón heredará su nombre. Antonio saldrá de mi vida tal como entró, no va a insistir, le teme a la fama de bravo que Cornelio se ha ganado. Las noches a su lado las voy a olvidar y sólo volveré a sus brazos si Cornelio le toma el gusto a la paternidad y decide buscar la parejita.

Luego de hacerme todas las pruebas esperaba nerviosa fuera del consultorio del doctor. Me llamó con mucha insistencia, él mejor que nadie conoce todo lo que he sufrido por convertirme en madre, hoy seré feliz !.

-Señora de Cornelio, por favor pase por aquí- Me dijo la secretaria mientras abría la puerta del despacho del médico.

-Señora, acá tengo sus pruebas las cuales dieron un resultado positivo, pero no se alarme, vamos a repetirlas de nuevo para estar totalmente seguros.-Me dijo el doctor.

-Pero para qué hay que repetirlas?. Esto es realmente lo que había anhelado todos estos años, por fin voy a ser madre, estoy embarazada!.

-Señora de Cornelio, temo que ha habido un error. Usted no está embarazada, usted es HIV positivo.



Rafael Rodríguez Torres
Vi Ho Purgatto Ancora

jueves, 18 de septiembre de 2008

Leyendas Urbanas...

Un Galipote....

”No suban para esa loma, ahí salen galipotes y se los comen". Era la amenaza de mamá para tenernos jugando cerca de la casa, amenaza que no servía de mucho. Aunque sentíamos temor a tan fantástico ser, siempre aparecía un osado en el grupo y nos retaba a la aventura.

La mina, como le llamaban a una parte de las lomas que colindaban con las casas de nuestro barrio, compuesta de aromales y guazábaras, era el centro de juego más grande que niño alguno haya podido disfrutar. Gastábamos las tardes corriendo de aquí para allá, al poco tiempo ya conocíamos cada parte de la montaña. La diversión principal nunca fue " el camán ahí, no te muevas" o "las escondidas", nos aficionamos a recolectar minerales en un arenal de la mina, para eso utilizábamos un imán envuelto en un papel que al pasarlo por la tierra se adhería hierro molido, el cual depositábamos en un frasco de cristal que teníamos para la operación. A pesar que no sabía para qué hacíamos esto, lo disfrutaba mucho. El grupo de niños era de unos seis u ocho que rondábamos los nueve años, todos de la misma calle. Un detalle es que siempre se mantenía la alerta por si aparecía el terror de las lomas: El Galipote.

-Y cómo son los Galipotes?- A veces alguno de nosotros preguntaba sabiendo que la respuesta no variaba.

-Son negros, se visten con ropas oscuras y un paño amarrado en la cabeza, se pueden convertir en perro, puerco, chivo y hasta en tronco si es necesario.

Luís, era el encargado de responder, aparentemente era un experto en el tema.

-En el campo de donde es mí papá, un Galipote se llevó un niño un viernes santo, lo cocinó pa'comerselo y la grasa de la criatura la usó para sus brujerías y cambio de forma. Así que ya saben, si vemos uno, a correr, no nos queda de otra.- Sentenciaba a sabiendas del efecto de sus palabras. Todos en silencio rogando a Dios que nunca pusiera a semejante bestia en nuestro camino.

Una tarde, al inicio de las vacaciones de verano, vimos desde un cerro algo que se movía entre los matorrales. El sujeto parecía vestir de negro. Todos gritamos al unísono: Un Galipote!. Corrimos hasta llegar a nuestras casas donde creíamos estar a salvo. Luego de un padre nuestro con avemaría incluido, mi hermano y yo nos sentíamos seguros, como si un manto protector nos cubría que ni el más vil de los Galipotes podía atravesar.

Más de un mes nos tomó aventurarnos de regreso a la mina. Cuando lo hicimos, no pasamos siquiera cerca de la zona donde vimos la sombra. En esa ocasión nos armamos de navajas, tira piedras y crucifijos colgando del cuello. Sabíamos que de poco sirven las armas contra semejante ser, pero nos daba un poco más de valor. Poco a poco nos fuimos adentrando en el monte, continuamos con nuestra recolección del hierro, esta vez con un objetivo determinado: Ir a una fundición para que nos hicieran una espada para destruir a la bestia que nos asustaba. Ya no se mencionaba, incluso, abusamos de la hora de retorno a la casa. La noche nos sorprendió en varias ocasiones, lo que aumentó las preocupaciones de nuestros padres. Las amenazas volvieron en esos días.

Una mañana, cuando casi acababan las vacaciones escolares, llegamos muy animados a la mina. No bajaríamos hasta pasado el mediodía. El primero que lo vio fui yo, quise dar la voz de alarma, no me salió el habla, halando a mi hermano de la camisa y con el brazo extendido señalaba al engendro que estaba parado frente a nosotros con su atuendo oscuro de pie a cabeza, podíamos escuchar como nos maldecía en una lengua que seguro sólo en el infierno se habla. Llevaba leñas en la cabeza, a lo mejor para cocinar a los niños que aprehendiera en su peregrinar demoníaco. No recuerdo de quién fue la idea, pero todos obedecimos. "Piedras, piedras con él!.", al verse atacado contrarrestó, tomó uno de los leños para golpearnos mas no lo logró, una roca lo detuvo en seco al pegarle en la frente, la sangre apareció dibujando líneas rojas en su rostro, se tambaleó en un baile satánico invocando sus poderes para convertirse en fiera y devorarnos a todos. Otro proyectil hizo blanco y lo derribó, ya en suelo fue presa fácil y le pegamos a nuestro antojo con todo lo que tuvimos a mano hasta que ya no se movió ni habló en su lengua de demonio parlante.

-Corran, corran!- Fue el grito de mi hermano, todos acatamos la orden y empezamos una carrera interminable. Llegamos sin aliento al colmado de don Ignacio, el papá de Luís, el experto en Galipotes. Quisimos explicar todo lo más rápido posible, pero lo que logramos armar fue un caos que casi lo vuelve loco.

-Matamos un Galipote, matamos un Galipote!- Todos gritábamos como reclamando un premio por tan noble hazaña.

-Un Galipote?, Dónde ustedes encontraron un Galipote?- Preguntó incrédulo don Ignacio.

-En la mina, estaba vestido de prieto y nos atacó con dientes filosos y plateados, tenía un garrote en las manos, nos quería comer pero fuimos más guapo que él y lo abimbamos a pedradas.

-Berreaba como chivo, pero después de par de peñonzazos en la cabeza nada mas pataleaba- Agregó mi hermano.

-El primero que le dio fui yo- Exclamé para no quedarme corto en cuanto a heroísmo se refería.

-Mentiroso, ni siquiera le diste cuando estaba tirado en el suelo- Gritó uno del grupo.

-Dónde es qué está el Galipote?- Volvió a preguntar don Ignacio con marcada preocupación en su rostro.

-En la mina, ya le dijimos, si no es que desapareció el brujo de mierda ese- Contestamos.

-Vamos pa'llá ahora mismo, yo tengo que verlo con mis propios ojos, a menos que sea charlatanería de ustedes- Nos amenazó don Ignacio al momento que de un brinco se colocaba del otro lado del mostrador y llamaba a su mujer para que se hiciera cargo en su ausencia.

Todos vociferábamos nuestro triunfo, muchos salieron de sus casas a mirar el motivo de tanto escándalo, varios se unieron preguntando con insistencia qué había pasado, a lo que contábamos la historia una y otra vez sin omitir detalles. Nos internamos en la loma y llegamos al lugar donde se libró la batalla entre el bien y el mal. El cuerpo no estaba, parecía haberse esfumado, sólo un charco de sangre y las leñas desparramadas nos daban la razón.

-De quién es esta sangre?. Dónde está el cuerpo?- Nos interrogaba don Ignacio con voz temblorosa y cara de espanto.

-Aquí lo dejamos, seguro ya se convirtió en bestia y escapó.- Respondimos.

-A ese maldito debimos majarle la cabeza como se matan las culebras- Dijo mi hermano enojado ante la ausencia del demonio.

-Aquí, aquí!, vengan que lo encontré!.- Era uno de los que se unieron al grupo y se alejó siguiendo el rastro de sangre hasta unos matorrales. Todos corrimos hasta el lugar y allí estaba con ojos entreabiertos y vidriosos, la sangre cubría casi todo su rostro, en una de sus manos un rosario. Al parecer estaba vivo al momento de dejarlo e intentó escapar pero la muerte lo alcanzó y ya pagaba por todos sus crímenes.

-Pero esa es Massá-Massá, la haitiana que vende carbón debajo del puente. Qué hicieron muchachos?. La mataron!, mataron a Massá-Massá- Nos gritaba don Ignacio con lágrimas en los ojos.

-Qué hicieron?. Ella nunca le hizo daño a nadie, ella no era un Galipote!.



Rafael Rodríguez Torres

lunes, 15 de septiembre de 2008

Saturnalia...

Un Sicópata en el Caribe...

Todo estaba preparado, tenía una lista de las cosas a necesitar. Las repasaba una por una. Le preocupaba mucho el aumento cada semana de la gasolina. Si la situación del petróleo continuaba, estaría obligado a cambiar su coche por uno de gasoil más económico.

En un mapa de la ciudad dibujó un gran reloj. Marcó cada número con una sentencia de muerte para el infeliz que viviera en esa dirección. Lo iba asesinar en ese mes correspondiente al número, ese día y a esa misma hora. Para lograr todo a la perfección, lo primero, era conocer a sus doce víctimas lo mejor posible. Pensaba dedicar unas dos semanas de acecho para cada uno y el primero de enero del próximo año actuar!.

Sus pocos ahorros lo gastó en comprar el arma a utilizar, un calibre treinta y ocho, cañón corto. Balas, una cámara fotográfica, no le alcanzó para la de vídeo. Además, pintura de spray para dibujar en el cuerpo del occiso un reloj y el mensaje: Somos esclavos del tiempo.

Debió renunciar a su empleo para estar siguiendo a sus objetivos el mayor tiempo posible. Luego de unas tres semanas de vigilancia, comprendió que iba a necesitar unos cien mil pesos para los gastos de su encomienda. La mejor y única opción posible era un préstamo bancario. Llenó cuantos papeles le pusieron a mano. Al llegar a la casa se sentó al lado del teléfono a esperar la llamada, el anuncio decía " en menos de ocho horas". Los del banco cumplieron, por lo menos en la parte del tiempo, con un " Lo lamentamos, pero usted no califica" le rompieron toda ilusión. Culpó a unos y otros, desde el gobierno, la globalización hasta la iglesia. Salió de su casa en busca de un nuevo empleo maldiciendo por haber nacido en un país de mierda que no le da la oportunidad a un artista de expresar su arte.


Rafael Rodríguez Torres

domingo, 14 de septiembre de 2008

Long Play...

Los Muertos No Salen...

Siempre se ha dicho que los muertos "salen", eso no es cierto, por lo menos yo nunca he visto uno en los treinta y pico de años que tengo enterrado en este cementerio.



Dependencia Eterna...

Le dijo: Esta noche me voy de tu lado!. Adelante! respondió, no me harás falta!. Esa misma noche murió, nunca se ha sabido de nadie que sobreviva al escapársele la vida.


Sueño Inconcluso...

Soñé con Jesucristo. Intentó decirme algo que a juzgar por sus gestos y la expresión de su rostro era muy importante, lamentablemente no le entendí, no hablo arameo y él no habla español.


Amnesia...


El primero en patearme lo hizo con cierta timidez, el segundo y el tercero fueron tomando confianza; luego, todo fue una sucesión de patadas que a pesar de doler bastante no dejaban magulladuras en mi cuerpo. Se disputaron uno al otro por pegarme, ninguno mostró misericordia. Qué crimen habré cometido para merecer tanto castigo?. Literalmente volé por los aires, caí dentro de una red y con asombro descubrí realmente quien yo era cuando en las tribunas del estadio todos gritaron al unisono: GOOOL!!.




Lázaro Post-Modern...

Escuchó una voz llamarle: Lazaro! levántate y anda, movió con dificultad sus entumecidos músculos, se despojó de las mantas que cubrían su cuerpo y se puso de pie. Estiró sus brazos, bostezó largo, profundo y de nuevo escuchó la fatídica voz: Lázaro!, levántate y anda, se te hace tarde para el trabajo.




Rafael Rodríguez Torres

viernes, 12 de septiembre de 2008

Leyendas Urbanas...

La Botija...

Cuando a Martín López lo despertaron esa madrugada para decirle donde estaba enterrada La Botija, tenía unos treinta años esperando por esa voz que en antaño le prometió entregarle ese tesoro. En aquella ocasión solo le dijo que pronto vendría con la buena noticia, tal parece que para las ánimas tres décadas son como tres minutos de los vivos. Hoy la voz fue más explícita, debía ir a la loma conocida como El Sillón, acompañado de su compadre Andrés y su cuñada José María en un plazo de tres días, a eso de la media noche encontrarían la señal donde deberían cavar. Lo único que pidió La Voz, es que su parte la quería de forma voluntaria o no la aceptaría. Así como la sintió llegar en las penumbras de su habitación, la sintió partir dejando un aire frío y hasta pesado para respirar. Despertó a su mujer, conocía al igual que todos en el pueblo su historia, pero ella merecía por su paciencia ser la primera en recibir la noticia. Ésta, al escuchar a Martín López narrar lo sucedido le abrazó y repetía con frenesí: nos vamos pa’ Santiago! nos vamos pa’ Santiago! - Lo que tu quieras mujer - Le prometió.

Ensilló una de sus yeguas y fue en busca de sus futuros socios, desesperaba por saber si tendrían el valor de acompañarle. Los dos hombres al enterarse que eran los elegidos en una de las Botijas más esperadas de San José de las Matas no disimularon su alegría.

El sillón, una colina rociada de pinos en plena cordillera central. Tenia fama de grimosa, mas de uno había afirmado al pasar por allí haber escuchado, incluso ver cosas muy extrañas. Pero esto no los iba a detener. Ultimaron detalles y acordaron que su próximo encuentro sería la noche de la cita con La Voz.

El tiempo no avanzaba para Martín López que abandonó su trabajo y encerrado en su casa pensaba en todas las cosas que compraría con su oro. Celaba de todos, incluso de los que pasaban por el frente de su casa. La noticia se supo y le visitaron amigos, parientes, hasta aquellos que lo ignoraban al pasar sin darle los buenos días.

La noche de la cita, el sillón se vistió de niebla, la tierra húmeda y resbaladiza hizo que el ascenso fuese más penoso para los tres hombres. Llegaron puntuales y tal lo prometido La Voz mostró el lugar donde cavarían. A pesar de la humedad, la tierra se resistió en principio a ser profanada, se fueron turnando en las labores de picar y sacar la tierra. El sudor empapaba sus cuerpos, se cansaron, pensaron en abandonar todo cuando José María sintió su pico chocar con algo sólido, lo que les infundió nuevos bríos. Con asombro descubrieron una especie de puerta de madera, como una cripta, cerrada por un candado cubierto de moho. De un picazo volaron el cerrojo, aunaron fuerzas para levantar la compuerta de la entrada. Golpearon la oscuridad con sus linternas y avanzaron por un pasillo de un metro y medio de alto por uno de ancho. El olor allí dentro era casi insoportable, pero no estaban para rendirse por nimiedades. Llegaron a una salita un poco más grande, allí encontraron un baúl repleto de morocotas de oro que brillaban en la oscuridad. El júbilo los invadió, acariciaron el metal con manos temblorosas, se abrazaron, se rieron a carcajadas hasta que la voz del dijo:

- Yo sólo quiero que me den lo mío, pero lo quiero de forma voluntaria.

- De acuerdo! Gritó Martín López, pide lo que quieras, no te lo vamos a negar.

- Entraron tres, por lo que uno deberá quedarse acompañándome por la eternidad; otro, se mutilará su mano derecha y el tercero podrá salir tal como entró. Todo tiene que ser de forma voluntaria - sentenció La Voz - márchense ahora con las manos vacías si el precio les merece muy alto o decídanse antes del amanecer, por que cuando el sol se asome no podrán abandonar esta tumba jamás! - Concluyó La Voz.

Quedaron petrificados, las morocotas se resbalan de sus manos, ahora temblaban de pánico, el silencio era tal que dolía en los oídos. Martín López rompió el mutismo y dijo:

Bueno José María, creo que usted debe quedarse, mi compadre Andrés se mutila, porque yo soy el dueño de la botija, mas no se preocupe por su familia, le daremos su parte.

Anja! que fácil lo pone usted. Por que no da el ejemplo? es el dueño de la Botija y nos metió en este problema, quédese, que su compadre con gusto se cercena la mano y yo me marcho como entre - le respondió José María airado.

Es decir que el único pendejo soy yo! - Exclamó Andrés. Hacen planes y no preguntan ni siquiera que pienso. Opino que nos vamos ahora y nos olvidamos de todo esto. Les propuso.

De eso ni hablar, usted mejor que nadie sabe en los malos ratos que he vivido esperando este día, olvide eso! grito Martín López.

En eso estoy de acuerdo, de aquí no me voy sin ese oro dijo José Maria.

Entonces quédese José María, que mi compadre Martín se corta la mano y yo salgo sano y salvo - propuso Andrés.

Y que lo hace mejor que nosotros? le grito José Maria mientras le empujaba en actitud agresiva.

Vamos a echarlo a la suerte con una moneda - Exclamo Martín López.

Muy bien, pero yo tiro la moneda - se adelanto José María.


Pues fíjese que no confío en usted - Le enfrento Martín López.


Yo lo haré! - Grito Andrés a lo que accedieron los dos hombres.

Primero por ustedes dos, ¿qué eliges José María, cara o cruz? preguntó Andrés con una morocota de oro entre sus dedos.

Cara! - Respondió.

La moneda voló al tiempo que los hombres con sus linternas seguían su curso de maromas incontables. Cayo Cruz!

Trampa!, usted me engañó Andrés, está a favor de Martín López porque es su compadre - Le dijo furibundo José María al momento que se lanzaba sobre Andrés y le golpeaba con su linterna en la frente. La reacción de Martín López fue inmediata, atacó a José María cuando este se disponía a rematar al atolondrado Andrés. Rodaron luchando entre si mientras se iban profiriendo amenazas. Andrés con el rostro cubierto por la sangre se puso de pie, tomó una de las palas y golpeó a José María en pleno rostro. El herido cayó balbuceando lo que serían sus últimas amenazas. Su cuerpo convulsionaba hasta que Andrés con un segundo golpe terminó con su suplicio.

Venga compadre, nos vamos a casa - Le dijo a Martín López tendiendo su brazo para ayudarle a ponerse de pie cerró el baúl y puso su mano derecha sobre la tapa.

- Hágalo rápido Martín López antes que me arrepienta - Dijo

Un alarido describió su dolor, la mano cayó inerte en la tierra y a la vez que el cuerpo se retorcía en una especie de danza macabra.

A punto del desmayo dijo: ¡Traiga el baúl que nos vamos!

Con mucho esfuerzo Martín López arrastró el arca hasta la salida, para luego regresar por Andrés, entonces escucharon un estruendo, como si la puerta se cerrara, corrió hasta allá y con temor confirmó sus sospechas. Buscó su pico, pero no hizo mella en la vieja madera que parecía forrada de metal, cuando escucharon La Voz decir.

Yo quiero mi parte, pero debe ser de forma voluntaria!

Amaneció y el sol no tuvo el valor de asomar su rostro, escondido tras unas nubes casi negra paso todo el día. A media Mañana, el cielo descargó sus lágrimas por los tres hombres que quedaron enterrados para siempre en la loma El Sillón.

Dicen los viejos que si usted se atreve a pasar a eso de la media noche por El Sillón, no se sorprenda si escucha voces y lamentos, son las ánimas que se están peleando por el oro que hay allí enterrado.

A lo mejor usted no me cree, confieso que en un principio no le creí a mi padre, quien me contó esta historia, que a su vez le contó su padre y yo haré lo mismo algún día con mi hijo, quizás y tenga más valor que nosotros y vaya una noche a El Sillón y descubra que pasó con su tatarabuelo.

Martín López, Biznieto




Rafael Rodríguez Torres

Nota:La historia de Martín López realmente le ocurrió a su padre, Luis López en San José de las Matas, claro que apliqué uno de mis lemas favorito:"Nunca permito que la verdad empañe una buena historia". Lo de la "botija" de Luis López me lo contó mi padre, que lo escuchó de su padre, que era amigo de Luis López, del que nunca se supo nada luego de.

Desamores y Desencuentros...

Qué Linda es la Mujer del Otro...


La vi tomar las escaleras eléctricas del centro comercial en que estaba, aunque no tenía nada que hacer en el segundo piso me aventuré a seguirla; algo se me ocurrirá, me dije emocionado. Era una mujer de pelo corto negro, buen tamaño, de piel muy blanca por lo que apreciaba desde mi posición de mirón fugitivo. Su figura denotaba la sensualidad que irradia una mujer que ha pasado de los treinta y mantiene la forma. Sus nalgas apuntando directo a mi cara me trastornan, bajo su pantalón caqui se dibujan las líneas de sus pequeños panties que de manera atrevida se esconden más de lo debido. ¿Quién será el dichoso de poseer semejante dama?. Sus manos apoyadas en la baranda dejan ver unos dedos de uñas bien cuidadas y sin un anillo que la ate con alguno que quizás no valore lo que tiene para sus noches.

Especulo sobre su estado civil, debe estar divorciada, a lo mejor un par de niños la esperan en casa y un ex marido arrepentido por no saber cumplir con sus deberes de cama. Viste una chaqueta azul marino que le da un porte de ejecutiva de banco, su perfume se desliza entre las personas que nos separan y penetra por mi nariz hasta embriagar mi cerebro de pensamientos turbios, me lleno de fantasías. Ella mueve ligeramente su cabeza, una oreja pequeña adornada con unos pendientes que lucen de oro me deslumbran, agudizo mi vista para distinguir esos bellitos rubios que descienden hasta su mejilla en contraste con su melena azabache...Qué linda debe ser!.

Quizá tiene novio y él anda por ahí con otras y ella paseándose sola en lugares como éste. Los hombres somos estúpidos, si Dios me diera la suerte de conocer una muchacha como esa sería feliz, olvidaría todo mi pasado y pondría fin a mis infidelidades. Me entregaría a ella para hacerla una esposa amada. Tengo que decirle algo, lo que sea, no puedo dejarla escapar, pero debo actuar con mucha cautela, que no vaya a pensar que soy uno de esos que andan al acecho todo el día. Casi llegamos a nuestro destino, parece incómoda, a lo mejor son mis ojos que le están haciendo cosquillas de tanto estar posados en ese cuellito que se ve tan delicioso salpicado de lunares...por ahí empezaría a besarla, ese es uno de los puntos débiles de las féminas; bueno, de algunas, mi ex parecía una caja fuerte, no había manera de entrarle.
Imagino sus senos, redonditos, firmes, ah. Como me gustaría asomarme al balcón de su escote y disfrutar cada día ese desfile de sensualidad que brindan esos monumentos a la imaginación masculina. Sus pezones rosados guiarían a esta lengua ardiente de su néctar a su morada de pasión y fuego, que tarea me asignaría cada noche al regresar a una casa donde me aguarde por esposa ese ejemplar que va derrochando perfección a su paso, haríamos el amor hasta en los días vetados por la naturaleza. Pensar que pasaban meses y no tocaba a ese bloque de hielo que se acostaba en mi lecho. Gozaba de una facilidad única para tumbarme el ánimo que luego de varios años de torturas me llevaron a la fuga de un hogar destruido por la monotonía. De sólo recordar ese pelo enmarañado en unos rolos que la asemejaban a un alcantarillado, su cara embarrada de unas cremas para proteger un cutis marchito por los años y dos rodajas de pepinos que cubrían sus ojos me espantaban las ganas. Siempre llegaba a casa con la esperanza de encontrarla en prendas íntimas de esas que salen en películas, pero la realidad era otra, con sus atuendos pasados de moda y nuestro hijo mamando de sus tetas hinchadas a punto de reventar, no pude seguir. Con éste bizcochito sería diferente, debo tener cuidado al abordarla, a lo mejor alguien la espera en uno de los café del segundo nivel, le permitiré que explore el panorama y si nadie aparece PAM!, le caigo encima preguntándole si estudió en tal universidad, que cada ser humano tiene su doble en la vida y el suyo gravita en ese centro de estudios, que me ofrezco a presentarlas, sería tremendo placer, sólo dígame como me puedo poner en contacto con usted, eso nunca me ha fallado.

Pisa tierra firme, se echa andar con pasos rápidos, con rumbo determinado, casi empiezo a correr para darle alcance, un hombre joven se levanta de unas de las mesas llevando en sus manos un ramo de rosas la cual extiende hacia ella, que cursi; ella lo toma y realiza el ritual más repetido del universo, ojalá tenga gripe y no pueda sentir su olor. Se abrazan y los besos inician sin importarles que curiosos como yo les miren, paso por su lado casi rozándola, ella abre unos ojos de noche sin luna, me mira sorprendida, intenta saludar pero la lengua golosa de su galán lo impide. Mi corazón late acelerado, meto las manos en los bolsillos, desesperado busco un lugar donde ir, no se me ocurre nada, que suerte la de ese pendejo y pensar que yo estuve cinco años casado con ella y nunca la anhelé tanto como hoy al saberla ajena.



Rafael Rodríguez Torres

lunes, 8 de septiembre de 2008

Saturnalia...

Dañado...

Sigues siendo la mujer que amo, han pasado treinta y tantos años y no he podido olvidarte. He perdonado cada una de tus infidelidades, te he odiado y a tus brazos regreso, te pido que no hablemos de eso y empecemos de nuevo, pero entonces te descubro de nuevo y ya no puedo seguir. Movido por el despecho me entregué en amores que empeoraron el mal momento que atravesaba, besos que eran tuyos fueron desperdiciados sin placer. No lo pienso hacer de nuevo, soy tuyo. No tienes idea del dolor que me causaste, saber que me engañabas con él, yo lo apreciaba, había aprendido a confiar en él, pero no pensaste en eso, me dijiste que le amabas, que estuvo primero que yo, que gracias a él nos conocimos, pero si todo esto era cierto, porqué me mentías al decirme que me amabas?. Jugaste conmigo, con mis sentimientos.
Los años pasaron y yo alejado de ti, creí odiarte, escapé de tu vida a sabiendas de que sufrirías con mi partida, también me dolió no verte, quizás más de lo que imaginas. Lloraba de rabia cuando juré que no volvía a tus brazos, que ya no me interesaba saber nada de ti, le prohibí a mis amigos que te mencionaran, nadie podía tocar el tema, pero aquí me tienes, de nuevo a tus pies, una llamada tuya bastó para que todo mi orgullo se fuera a pique, vine a tu encuentro con cierta alegría, saber que él había muerto y mis esperanzas renacieron, ahora que estás sola nadie evitará que estemos juntos hasta el final de nuestras vidas.
Me duele escucharte decir que lo amabas, no tienes piedad de mi dolor, sabes que no puedo compartirte con nadie, ni siquiera con él, no lo vuelvas a mencionar o te juro que pierdo la cabeza y ya no sé de lo que sería capaz. Hablemos de otra cosa, de lo que linda que te ves vestida de negro, siempre te dije que el negro le sentaba bien a tu piel tan blanca, no me cambie el tema amor de mi vida, no ahora que sé que eres totalmente mía. De nuevo empiezas a llorar, siempre que hablamos de esto lloras, ya me tienes cansado, aprietas mis manos, me abrazas, sentir tu cuerpo junto al mío es un placer indescriptible, entre sollozos besas mi rostro, prometes buscarme ayuda profesional, qué te has creído? me enojo, te empujo lejos de mí, intentas abrazarme de nuevo, lo impido, te grito que te alejes, que no me toques, que no me llames Edipo, bien sabes que ese no es mi nombre mamá!.


Rafael Rodríguez Torres

Saturnalia...

Séptimo Sentido...

Oscuridad, profunda, mas no temida, diría voluntaria. Dos cuerpos juntos, muy muy juntos, demasiado. Respiraciones entrecortadas, perfumes que se confunden, vellos que se erizan ante la proximidad de una piel tan tersa y delicada. Dudas, temor a fracasar en el intento, sentimientos encontrados, ganas de...imágenes en movimiento que distraen por segundos que corta todo de raíz, hay que empezar de nuevo el mismo proceso, acercarse poco a poco hasta poder distinguir los poros de su piel, esos vellitos que bajan por su mejilla, se ven tiernos. Palabras sin sentido que se utilizan para romper el silencio, de nuevo el temor a seguir avanzando y chocar contra un muro de negatividad, se escuchan los pasos precisos de un reloj, miradas provocadoras, sonrisas, mentes en blanco, obnubiladas, tartamudeos, ideas difusas, latidos de corazones angustiados, labios sedientos, expectantes, impacientes. Paciencia que agobia, luces que se encienden, es la hora de partir, se preguntan una a otra: Te gustó la película? mienten, quién se pudo haber concentrado, se ponen de pie, se miran a los ojos y ambas se juran en silencio que la próxima vez tomarán la iniciativa.


Rafael Rodríguez Torres

Saturnalia...

Si no vas a venir, escribe...

No sé porqué demoras tanto en llegar, siempre has sido puntual, nunca me has fallado. Petrificada en esta silla sin poder reaccionar, pienso en que si me voy por mi cuenta y después resulta que te atrasaste por lo que sea y llegas justo después de tomar mi decisión, cuáles serían las consecuencias?. Prefiero quedarme aquí hasta que llegues, me debes una explicación. Enciendo un cigarrillo, dicen que fumar relaja, a mí me ahoga, y si no vienes? y esperándote me entrego al vicio, me haría daño?, mejor lo apago.
Bajo la cabeza, disimulo buscar algo en mi cartera, no quiero mirar a nadie, de ver a algún conocido me preguntaría qué hago aquí, esperando; además, por ver a los viajantes entrar, de la emoción pasé al descuido y tú te demoraste por mi desliz,si llegas a tiempo te juro que no volverá a pasar, o acaso pensaste que sería yo la que faltaría?...Mis padres se enojarán mucho contigo si me dejas plantada, ya les escucho con su cantaleta:"Te lo advertimos que eso iba a pasar y no nos hiciste caso".
Me paro, camino de un lado a otro, pasos cortos, sonoros. El sudor cubre mi frente, mis manos tiemblan, aquí vienen a decirme si vas a venir o no...Tengo miedo!. Una señora con cara sonriente se para frente a mí, me pasa un sobre, será una carta tuya?, lo abro, mis ojos se pasean por líneas de letras pequeñas, muy juntas; no vas a venir, no por ahora, estoy embarazada!.


Rafael Rodríguez Torres

domingo, 7 de septiembre de 2008

Entre las luces de neón, el tequila y Bon Jovi...

El Club de los Lamentos...

El whiskey mezclado con soda baja suave por mi garganta, recuerdo que hace unos años no podía siquiera probarlo. Hoy bajo la excusa de que el "jumo" sale más barato que con cervezas me tomo unos tres vasos a ritmo acelerado. Cuando en el fondo sólo quedan los cubitos de hielo, juego con ellos libando los últimos residuos del licor, la lengua se siente pesada, un artista pasado de moda grita: Dónde e'qué tú te escondes?. Yo me hago la misma pregunta, aunque ya hace mucho tiempo que no tengo claro a quien busco.

El club está lleno por completo, las muchachas pasan apresuradas rumbo al tocador, me rozan sus tetas que en antaño me provocaban erecciones que en la mayoría de los casos terminaban en pajas. Las veo, imagino que me miran de forma insinuante, coquetas, invento frases que le llamen la atención, siguen de largo. El disc jockey me guiña un ojo, será maricón?. Muevo mi cabeza hacia delante devolviendo el saludo, recorro el lugar por todos los rincones, me siento en una de las mesas del fondo, ahí están mis amigos, todos vestimos de trajes oscuros, como si fuéramos a un mortuorio, combinamos el terno con corbatas opacas, lisas, hablamos lo mismo sábado tras sábado, mentimos, desacreditamos mujeres, que si hicieron esto o aquello, que una vez se me puso fácil y ya ustedes saben...Todos sabemos que es puro cuento, pero lo aceptamos, incluso afirmamos que es cierto para poder narrar los nuestros que son más inverosímiles que el anterior.

Me siento borracho pero no me voy acostar, veo una mujer apoyada en la barra, me acerco, busco pretextos para hablarle, ella quizá por aburrimiento finge que se interesa en mi perorata desactualizada, la invito a bailar, si acepta lo mejor es para callarme la boca y no tener que seguir escuchando tanta mierda de un beodo amargado; le miento, altero quien soy, que hago, le digo que ella me gustó desde que la vi, miro sus ojos y noto sarcasmo en sus huecos embardunados de rimel, pregunto nombre, teléfono, si accede no lo recordaré, con el ruido y mi estado no creo que estaría en disposición de tomar un bolígrafo y llevarlo por buen camino. Cuando la canción acabe y mis "muelas" se hayan agotado o percibo (casi siempre) que no surten efecto, nos vamos a nuestros lugares de orígenes, incluso hasta por caminos diferentes, podemos acabar la noche parados uno al lado del otro y nos ignoraremos, si nos vemos otro día, fingiremos no conocernos a menos que ya esté amaneciendo y no se ha conseguido nada para pasar la noche, entonces iniciamos el mismo procedimiento como si fuese la primera vez.

Me subo la manga de la camisa para ver la hora, el reloj no está, lo dejé en la casa de empeño por unos doscientos pesos para poder venir a rozarme con la sociedad, me despido de los muchachos que no recordaran quien les dijo adiós a pesar del tiempo que tenemos de juntarnos cada fin de semana no saben mi nombre, yo tampoco recuerdo los suyos.

Los lunes arrastran problemas, deudas, llegan martes, miércoles, jueves, horas de oficinas aburridas, intentaré cambiar, pero el sábado a eso de la medianoche olvidaré todo y saldré de casa en busca de mi "gente", llevaremos el mismo traje, algunos cambiarán de camisa o corbata, a lo mejor el club cambie de nombre y dirección, todo va a depender de cual está de moda, pero todos son lo mismo, en todos encontraremos la manera de dejar escapar nuestros lamentos que de llevarlos otro día a cuesta y nos suicidaríamos.

NOTA: Escrito por orden exclusiva de los demonios del deseo que atacan en la soledad.



Rafael Rodríguez Torres

viernes, 5 de septiembre de 2008

Sueños Alucinógenos...

Meco...

La noticia nos sorprendió a todos. A Meco lo mataron en Miami, le dispararon a quemarropa; murió instantáneamente. Todos en el barrio estábamos dolidos por su pérdida. Nadie daba crédito a lo ocurrido.

Los días pasaban lento, pesados, a la espera del féretro con el cuerpo de Meco. Era agosto, pleno verano. El calor fue insoportable ese año. El cuerpo llegó jueves, pasada las diez de la noche. Un mar de gente se conglomeró frente a la casa para recibir y dar el último adiós a quien fue el alma del barrio. Todos nos lanzamos hacia la ambulancia que traía consigo la carga fatal. Queríamos ver si era cierta la realidad que nos había amargado una semana atrás. Empujamos, como si verle primero implicara un premio, tanto fue el alboroto que hicimos perder el equilibrio a los que llevaban sobre sus hombros el ataúd, el cual rodó y se abrió dejando salir el cadáver que llevaba dentro. La histeria reinó, mi impresión fue tanta que no tuve conciencia de lo que pasó después. Sólo recuerdo que me empujaban y yo empujaba. Logré salir del pandemoniun que se había armado, mas bien me sacaron a la fuerza. Ya fuera del desorden me sentí avergonzado con la familia, con la memoria del difunto por haber formado parte de la locura que nos cegó.

Regresé a mi casa luego que la familia de Meco pudo sacar a la turba enloquecida y decidir que el velatorio sería a puertas cerradas para evitar un caos mayor. Pero olvidaban que Meco no sólo era de ellos, era propiedad del barrio y todos estábamos tristes por su muerte.

La calle a oscuras por el apagón de cada noche me obligó apurar el paso y salvar con rapidez la media cuadra que separaba mi casa con la del finado. Ya en la habitación recordé esa alegría perpetua de mi amigo, los momentos en que siempre estaba dispuesto para todos en el vecindario. Me encantaba ir al cine con él, lo malo es que siempre nos acompañaban todos nuestros amigos. Sentarse a su lado era un honor. Cerré los ojos y entré los ronquidos de mi hermano, con el que compartía alcoba, y la imagen del cuerpo rodando por tierra no me permitieron conciliar el sueño. Me puse de pie, ya que la puerta de la habitación estaba abierta y necesito sentir la seguridad que ofrece una recámara cerrada. De regreso al lecho, noté que tras las persianas alguien me observaba; me tiré en la cama sin mirar al extraño. Levanté con temor uno de mis brazos para ir cerrando las persianas. El calor nos iba a sofocar, pero mejor así. El chirrido de las bisagras de la puerta me avisó que no la había cerrado bien. Decidido esta vez a hacerlo bien me levanté con ímpetu, vi la figura de un hombre parado justo en medio de la puerta. Busqué refugio en las sábanas y cubrí mi cabeza con la almohada, cerré con fuerzas mis ojos, pero una poderosa atracción me obligaba a mirarlo; él por su parte continuaba en su posición, sin mover un músculo como estatua de carne y huesos, era Meco!.

Temiendo lo peor, me armé de valor y pasé a la cama de mi hermano, entre los dos podríamos con él. Le abracé por la espalda y metí la cabeza debajo de su cuerpo. Estaba temblando, pero con mucho alivio descubrí que todo había sido producto de un mal sueño. Volví a mi cama bajo las amenazas e insultos de mi hermano, gritándome si yo era maricón, que se lo iba contar a papá en la mañana, sentí vergüenza de haber actuado así producto de una pesadilla. Abrí todas las persianas, nadie estaba afuera como lo imaginaba, todo tranquilo. Me acosté de nuevo intentando esta vez tener un descanso placentero. Desde fuera llegaron ruidos de personas corriendo y gritando como locos, a medida que se acercaban pude escuchar con más claridad: Corran, corran, Meco se levantó del ataúd y viene matando a todo el que encuentre a su paso. No lo escuché dos veces, estaba ya de pie, abrí el closet y buscaba ropa que ponerme, al intentar ponerme los zapatos perdí el equilibrio y caí de la cama; desperté de nuevo, otra pesadilla, no era mi noche, sino la de Meco. Decidí ir al baño a tomar una ducha, sudaba como jornalero. Al salir de la habitación me fijé que la puerta principal de la casa estaba abierta y alguien estaba allí parado con los brazos extendido, apoyados en los marcos, me sonreía, era Meco de nuevo!. Esta vez no era pesadilla, estaba despierto, conciente de lo que tenía en frente, me congelé por varios minutos, él tampoco se movía, me observaba, yo también le miraba, pero a diferencia de su buen estado de animo, mi terror era atroz.

Después de mucho pensarlo, decidí enfrentarlo, Meco no me haría daño, de eso no me cabía duda; si algo él quería, valía la pena el susto, yo se lo debía. Cerré los ojos y caminé a tientas a su encuentro, me apoyaba en las paredes del pasillo; él dirá. Al extender el brazo sentí una piel desnuda, fría, pregunté : Meco, qué tú quieres?.

-Poder dormirme y ya no pensar en Meco, por lo menos esta noche.- Sorprendido, comprobé que era mi hermano quien estaba de pie en la puerta, al igual que yo había tenido lo suyo con el difunto.

-No me lo vas a creer, a mí también me pasa igual- Le dije.

-Ven, vamos a ponernos ropa, yo se donde él nos va a dejar tranquilo- Me dijo mi hermano.

Emprendimos camino hacia el velatorio en silencio, si tenía oportunidad, le halaría el dedo gordo de su pie derecho. Dicen que eso espanta el miedo al muerto. Ya todo había vuelto a la normalidad en la casa, sólo la familia y unos pocos vecinos estaban presentes. Imagino que muchos pensaron cuando nos vieron allí, que fuimos para estar cerca de Meco, pero la realidad es que queríamos huir de él y el mejor sitio para escapar de un alma en pena, es el lugar donde se le está velando.

NOTA: En memoria de Emerito Santos Reyes (Meco) por tus sonrisas.

1962-1981

Rafael Rodríguez Torres

Sueños Alucinógenos...

Déme Lo Mío Coño!

Lo vi, parecía dormir con la cabeza apoyada sobre las rodillas a la sombra de un árbol de tamarindo, me pareció conocerle, pude recordar, anoche…



Ya estaba oscureciendo, me detuve en una farmacia, no aguantaba el dolor de cabeza, un día bastante difícil, mucho trabajo, los mismos problemas cotidianos, el tránsito pesado de las horas pico. Una voz me interpeló cuando abría la puerta del carro: Le cuido el vehículo señor?, no le respondí. Para completar mi cuadro, una empleada malhumorada, no tenían el producto que siempre consumo, los precios subieron. Déme el que tenga, exclamé un tanto incomodo. De regreso al auto el mismo tipo, mire como le limpié los cristales, estaban sucios patrón. Lo volví a ignorar, encendí el vehículo y tocó el cristal de la ventana, en su rostro una sonrisa algo tímida, déme lo mío señor. Arranqué y quedó vociferando que le diera lo suyo, que lo merecía…



Llegué a la esquina y debí frenar, luz roja que pareció eterna, de nuevo el hombre tocando con más fuerza por la ventanilla: Lo mío coño, déme lo mío!. Luz verde, aceleré, al verle por el retrovisor corriendo detrás de mí intenté, pero no pude, ir más rápido. Otro semáforo, paré, lo vi acercarse, le escuché repetir lo mismo, encendí la radio, su voz se filtraba en un extraño dúo con Sabina, la luz cambió justo cuando casi me alcanzaba el obsesionado limpiavidrios. Esta vez la calle estaba despejada, le perdí de vista, bajé el volumen, respiré tranquilo. Avancé un par de cuadras, otra vez debí frenar, un camión recolector de basura en medio de la vía, toqué bocina repetidamente, me ignoraron como yo lo hice con el limpiavidrios. Uno, dos, tres botes de basura, se demoraron a propósito. Por el retrovisor apareció de nuevo la imagen del tipo corriendo, a pesar de lucir cansado, la expresión de su rostro me espantó, comprendí que este hombre estaba dispuesto a seguirme hasta donde fuese necesario. Con mucha dificultad pude dar la vuelta en la angosta calle, aceleré en sentido contrario, al pasar por su lado gritó con los puños alto pidiendo lo suyo. Gané distancia de prisa, lo perdí definitivamente, al llegar a la casa estaba exhausto, asustado por la experiencia vivida. Un baño de agua fría, la cama esperaba, conciliar el sueño no fue difícil, creo que hasta pude soñar…



Desperté apenas asomaron los primeros destellos de luz, todo fue una pesadilla como en las películas de Wes Craven. Salí al balcón en busca del periódico que cada mañana lanza con precisión entre las rejas el hombre del reparto, entonces fue cuando lo vi, como dije al principio, sentado, apoyando su cabeza en las rodillas, debajo del árbol de tamarindo que está frente a mi casa. Como si el simple hecho de que mi presencia lo alertara, se paró gritando: Déme lo mío coño!


Rafael Rodríguez Torres

Gloriosos años 70's...

Enriquito...

Te reconocí en seguida Enriquito, eres el mismo de siempre, parece que los años no te pasan; todavía tan jovial, tan dispuesto, pareces aquel muchacho de antaño, ¡Caramba Enriquito, no cambias!, siempre vistiendo a la moda y ahora con la cabeza al raspe como la de los artistas gringos.

Recuerdo cuando te vi por primera vez, hace ya tanto tiempo; todavía la vida era en blanco y negro. Salías del cine Odeón en una de esas tardes memorables de matinée en que con veinticinco centavos disfrutábamos de dos películas de karate, en aquella ocasión nos deslumbraste a todos: pantalones campana, camisa a ramos ajustada al cuerpo, unos zapa tacones y ese pelo rubio con un corte a lo "chagui", llamabas la atención sin proponértelo. Gratuitamente diste una exhibición, en plena calle, de tus destrezas en las artes marciales, eras todo un suceso.

A medida en que te acercabas voy recordando la época en que fuiste la voz de protesta del barrio, no temías por tu vida, a sabiendas de que vivíamos una situación política bastante dura. Gritabas a todo pulmón por tus derechos de libertad de expresión. Aunque me uní a los que te dejaron solo en la esquina por temor a las represalias de la policía, sufría en carne propia cada vez que llegaban en la "perrera" y te entraban a palos. Te convertí, sin siquiera pedirte permiso, en mi héroe, desobedecía a mis padres cuando me decían:

-¡Cuidado con juntarte con el comunista e'mierda ese!.

En cada uno de tus apresamientos todos decían: “De esta no sale Enriquito”, mas yo confiado esperaba tu retorno, los "protas" no mueren en las películas. Que bueno es verte de nuevo, cuando ya no quedan amigos de infancia. Me imagino que me echarás en cara lo gordo que estoy y tú tan atlético, es que eres único mi pana. Ya estás más cerca, y contigo viene esa andanada de gratos recuerdos del pasado, de amigos incondicionales.

Recuerdo cuando ocurrió lo inevitable: te salió viaje pa'Nueva York. Ya nadie quemaba gomas en el barrio, nadie le voceaba " los indios" a los policías, nos daba lo mismo si el tirano se cagaba en la cabeza de quien fuera. Qué importaba, sólo tú tenías ese espíritu de lucha. ¿Me preguntaba qué habría sido de tu vida en el norte?, de seguro-pensaba- te casaste y tienes hijos. No escribiste, jamás supimos de ti.

Ahora te paras frente a mí con esa sonrisa de galán de película muda, metes la mano en uno de tus bolsillos, me saludas algo distante como si no me reconocieras, qué pasa Enriquito, soy yo, tu pana, me pasas unos cartoncitos azules y dices:

-“Señor, coopere con "Hogares Crea", cómpreme un par de boletos para ir al cine este domingo”. Miro hacia otro lado, te ignoro, simplemente digo:”Otro día, no tengo menudo”.


Rafael Rodríguez Torres

martes, 2 de septiembre de 2008

Desamores y Desencuentros...

Sin Ser Valiente...
"Hay una parte de mí que sólo a ti te pertenece, dentro de mi te revuelves y tu imagen reaparece. He intentado olvidar usando ciencias ocultas, me he engañado cien veces para no volver a verte" Javier Calamaro.

Siempre fui muy tímido, como dicen en buen dominicano: Pendejo!. Mis padres, al ver que el menor de su media docena de proles se quedaba rezagado en todo, se afanaron en como decía mamá; Sacarme adelante. En un noble esfuerzo de su parte, llenaron mi habitación de libros de superación personal. Con aburrimiento traté de descubrir cómo se ganaban amigos o cuáles eran mis zonas erróneas. Nada de eso funcionó.Cierta ocasión asistí a una fiesta, casi obligado por "los viejos". Al no saber que hacer en ese tipo de ambiente busqué un rincón y pasé gran parte de la noche allí, entonces la vi, estaba al otro extremo del salón. No sé de dónde saqué valor para invitarla a bailar (nunca había bailado en mi vida), pero cuando reaccioné ya estaba conmigo en la pista de baile. Apenas cruzamos nombres y acercamos los cuerpos como polos opuestos. Su piel rozaba la mía y me trastornaba, su aroma, esa mirada, todavía la conservo en la memoria. Como en todas las cosas buenas, el tiempo pasó rápido, no la besé, mentiría si digo que pasó. Me invitó a su casa al siguiente día, no iba a faltar..La noche de la cita yo sudaba nervioso y siquiera había salido de casa. Con un capital de cinco pesos (la mesada de cada domingo) emprendí camino hasta ella. A menos de una cuadra de su casa la alcancé a ver, estaba en el portal abrazada a un tipo que segundos antes se bajaba de un auto del año. Entre risas y abrazos entraron a la casa, no me pude mover. Regresé por donde había llegado, resignado, cómo diablos iba a competir contra un hombre que llegaba en un carro del año y yo apenas con cinco pesos en los bolsillos. De mis fracasos ese fue el primero y el que más me ha dolido. Los años pasaron como en toda historia. Nunca la volví a ver hasta hoy. Creo que han pasado veinte años desde aquella fiesta. Me reconoció a pesar que ahora uso gafas, el aumento de peso y el maltrato de la piel con los años. No me saludó, simplemente dijo: Farsante, me dejaste esperando!.Cuando pude explicar lo sucedido se echó a reír. "Era mi hermano que llegaba desde New York" dijo. Juro que quise echarme a llorar, me aguanté. Fingí reír contagiado de su risa que ya rayaba en burla. Cuando se calmó me invitó a almorzar, así contaba lo que había sido su vida.Se casó en dos ocasiones con sendos divorcios, no tuvo hijos. Dijo que era una suerte haberme encontrado, se marchaba al día siguiente a Estados Unidos. Luego de la comida, el postre, pasamos a los tragos. Sin muchos rodeos y con par de copas en la cabeza pidió que me fuera con ella. "Tú eres la prueba de que el amor a primera vista existe". Le di la razón. Quedamos en vernos esa noche, si apuraba, tenía tiempo para comprar el boleto aéreo, llamar a la oficina y poner la renuncia, despedirme de amigos y familiares. Empacar.Llegué a casa apresurado, entré sin saludar. Revisaba gavetas buscando el pasaporte cuando vi a mi hijo dormido, abrazado a mi mujer. Me uní a ellos en forma de despedida, así era mejor, que no me vieran partir. Desperté y ya no estaban conmigo, los busqué por la casa, se habían ido. En el desayunador una taza de café, pan tostado, mermelada. Eran casi las ocho de la mañana, si apuraba quizás llegaba a tiempo al trabajo, a ver qué excusa invento por no haber asistido ayer por la tarde.


Rafael Rodríguez Torres

Leyendas Urbanas...

Camino a Casa...

Deambulaba esa noche por las calles vacías de la ciudad, el sonido del motor del vehículo rompía con la quietud de la noche. Podría parecer extraño, pero no recordaba hacia donde iba, ni siquiera de dónde venía, sólo recordaba que viajaba despreocupado en mi carro, disfrutando a plenitud el momento de paz que vivía. La suave brisa de la madrugada penetraba y acariciaba mi rostro, el cual sentía fresco, el cuerpo ligero, renovado. Los únicos testigos de mi presencia por esas calles eran unos gatos taciturnos que se quedaban mirándome fijamente, como asombrados de verme a esa hora de la cual ellos son los amos absolutos.

Al girar en una esquina la vi, le hacia compañía a una jauría de perros realengos que hurgaban en los botes de basura. Llevaba un vestido azul turquesa, apenas le llegaba a las rodillas. El pelo le descansaba sobre los hombros, negro, lacio, bien cuidado. Su piel blanca, delicada, de facciones finas su rostro, parecía una bailarina de cajita de música. Me detuve, ella siquiera miró, caminó hasta la puerta del auto y entró, no saludó. Su perfume se impregnó en mí, una especie de lilas y rosas recién cortadas fue lo primero que pensé. Al preguntarle: A dónde vamos?. Simplemente dijo: A casa!. Disimuladamente dejó notar que sentía frío, le ofrecí mi chaqueta y aceptó sin decir nada. Corrimos por lugares los cuales no recordaba haber pasado, mas no sentí estar perdido. Paré frente a una casa la cual me pareció muy familiar, como si hubiese estado allí en el pasado. Cuando reaccioné ella estaba fuera y tomando de la solapa la chaqueta me dijo: Ven por ella mañana.

Se fue envuelta en una especie de estela luminosa que deslumbraba, literalmente desapareció, todo volvió a estar a oscuras, me marché.

Amaneció y yo continuaba al volante sin tener claro mi destino. El transcurrir del día fue tan breve como un eclipse de sol. Ya entrada la noche, sin ser esa la intención me detuve frente a la casa donde la había dejado la noche anterior. Toqué, nadie respondió, la puerta se deslizó suavemente, entré a una sala pequeña adornada con muebles y flores, en el centro una mesita, varias fotografías, una de ellas me llamó la atención, una vela la iluminaba, era mi foto en un obituario, entonces la vi, ella estaba sentada en uno de los muebles, fue justo allí cuando recordé hacia donde me dirigía.


Nota:Parte de lo ocurrido me lo contó Pablo, lo escribí por él, porque es imposible no creerle, si hasta cuando miente dice la verdad.


Rafael Rodríguez Torres

Sueños Alucinógenos...

Modorra...

Todo estaba tranquilo a mí alrededor, ni siquiera se escuchaba el trinar de las aves. Miraba a todos lados, nadie cerca, no lo podía creer. Intenté mover las piernas, no pude, mucho menos el cuerpo, los brazos estaban totalmente entumecidos, apenas movía ligeramente los dedos. Jadeaba al respirar, intentaba gritar, imposible, no me salía la voz. Desesperado apelé a algo que siempre promulgué en la vida: Paciencia!. Entonces pude notar como se erigían a mi lado bellos árboles, imponentes. Pinos majestuosos que contaban miles de historias a través de su corteza. El terreno era suave, lo pude comprobar por mi cabeza, la única parte de mi cuerpo con total capacidad de movimiento. Deduje haber caído sobre un pasto que amortiguó mi cuerpo al momento del impacto, pero, ¿a dónde iba?. ¿Qué me pasó? Preguntaba. No recordaba nada de lo sucedido, lo que es peor, ni siquiera recordaba cómo había llegado a un lugar como este totalmente desconocido para mí.

Al pasar los minutos pude comprobar que no sentía ningún tipo de dolor, aunque continuaba inmóvil. La inmovilidad era casi absoluta, ahora casi me arropaba, volví a desesperar. La respiración se me dificultaba bastante, temiendo por mi vida hice el esfuerzo por ponerme de pie, era como si hubiese estado pegado a la superficie. Pude despegar un brazo, con este me ayudé a hacer lo mismo con el otro, fue cuando apareció y mis temores se hicieron realidad, una luz que avanzaba, potente, veloz. Había escuchado historias de que los moribundos ya al final siempre veían una luz que les anunciaba su final. Le di gracias a Dios por la vida que tuve, pedí perdón por las ofensas cometidas, que fueron muchas. Me despedí, mentalmente, de familiares y amigos. Entristecí al dejar huérfano a mi hijo. Un ruido ensordecedor me desconcentró, pude abrir los ojos y ver el reloj despertador encima de la mesita de noche, las seis de la mañana, recordé a Sabina. Me puse de pie, otra vez la misma pesadilla, ¿qué diablos significa este sueño que se repite todas las noches?. No importa me dije mientras me cepillaba los dientes sin prisa, esta noche tendré una nueva oportunidad de descubrir su significado, o en el peor de los casos nunca despertar para vivir en un eterno soñar.


Rafael Rodríguez Torres

De los amigos que partieron...

El Cadáver de mi Amigo...

A mi amigo lo encontraron muerto una mañana lluviosa en su lujoso departamento. Un pequeño orificio en su frente delataba la entrada de una bala de bajo calibre. El cadáver ya empezaba a descomponerse por lo que el forense estimó que el crimen se había cometido unas cuarenta y ocho horas antes.

Sobre su muerte especularon todos desde los vecinos, la prensa, incluso la policía. Dijeron que fue un crimen pasional. Otros, hablaron de un ajuste de cuentas, que le debía dinero a unos tipos peligrosos, pero la verdad es que ninguno de ellos tenían razón, a mi amigo lo mataron por envidia, sí, envidia, no todos soportaban tanto éxito en un individuo como él. Desde pequeño fue el centro de atención de todos, la vida giraba en torno a él. Nadie se podía resistir a sus encantos.

Cuando vi el cuerpo de mi amigo dentro del ataúd sentí una especie de mareo, no pude aguantar y rompí en llanto. Salí de la capilla desesperado. Tras mis pasos escuchaba los murmullos de los que fueron a buscar y nutrir de nuevas informaciones sobre el caso, pero como les dije antes, todas son falsas. A mi amigo lo mataron por envidia, cómo no lo voy a saber, si yo mismo fui quien apreté el gatillo.




Nota: Para Elvis T. Un amigo sincero que fue forzado a irse a destiempo.


Rafael Rodríguez Torres

Los 80's...Sicodélicos, confusos.

El Ufólogo...

Luís Eloy tenía unos diez años dedicado totalmente a la ufología. Fue en el verano del ochenta y dos cuando avistó en el cielo una extraña nave. Le contó su historia a cuantos quisieron escucharla. Visitó programas de radio, televisión, habló con la prensa. Formó un grupo con sus seguidores para estar preparados ante la inminente llegada de los extraterrestres.

Una noche llamaron a casa para decirme que Luís Eloy se había suicidado, la misma noche del año noventa y uno, la noche en que la ONU atacó a Irak y los Norteamericanos usaron un extraño avión que encajaba con todas las características de la nave que vio Luís Eloy diez años atrás.


Rafael Rodríguez Torres

Gloriosos años 70's...

Ana Paula...

La conocí el primer día de clases del año 1975, apenas había yo cumplido los siete años, ella, estimo, tenía la misma edad. Nuestro encuentro fue fortuito, no lo buscamos, nos descubrimos uno al lado del otro parados frente al orifico, que luego supe fue producto de una bala, que ofrecía una de las persianas de metal del aula de la escuela donde asistíamos. La apacible escuela primaria que era durante el día se transformaba en un campo de batalla por las noches. La policía llegaba puntual cada noche a su cita con los estudiantes del movimiento de izquierda FELABEL. Las batallas eran desiguales, piedras contra balas, pero se libraban. Me enteraba de todo esto por mi hermano mayor que cursaba ya el cuarto de bachillerato y era miembro importante del movimiento que enfrentaba al dictador de turno que gobernaba nuestra isla. Un buen día, luego de la visita de un militar de alto rango amigo de papá, mi hermano desapareció, el dónde y cómo reapareció es fuente de otra historia.


Cuando vi a Ana Paula confieso no la amé de primera intención, pero si fue mi propósito a corto plazo. Me tendió su manita de uñas curtidas, ya mamá le enseñaría a cuidarlas como lo hace con mis hermanas, pensé. Su pelo claro, peinado con prisa, sin cuidado, le hacía juego a su carita de muñeca de aparador de la tienda Genita. Llevaba un abriguito verde limón por encima del fatídico uniforme color caqui de la escuela. Piernas limpias, sin un rasguño visible. Llevaba medias blancas con orlas en los lados, zapatos negros de charol, amarrados por una correa que atravesaba su pie de lado a lado. La observaba grabando, sin saberlo en aquel preciso momento, cada detalle de su ser.


Ana Paula, cuyo nombre supe muchos años después, me sacaba de mis pensamientos al agarrar mi mano y juntos caminar hacia la butaca donde compartiríamos aquella lúgubre mañana de septiembre. No creo que ella llegara a saber mi nombre, me preguntó, pero el martirio y la confusión que me provocaba acarrear tres nombres me turbó por un momento, nervioso, titubeando no pude responder, apenas me atreví a preguntar: Y el tuyo? Silencio!, gritó con su voz estentórea el profesor de matemáticas, “o los separo para que atiendan a las clases” no me podía arriesgar a perder tanto. Durante las horas siguientes fui ignorado por ella de una manera tal que nunca en mi vida he sentido tanto distanciamiento de una persona tan cerca de mí. Nos vimos contagiado con la avalancha de alumnos que salían corriendo como poseídos al sonar el timbre que anunciaba la salida de clases. Quise despedirme, no me miró, la abordaría mañana, me dije, entonces me fui camino a casa deseando por primera vez en mi vida que las horas pasaran lo más rápido posible para llegar de nuevo a la escuela y volver a verla sentada a mi lado.


Ana Paula no asistió a clases, el profesor no mencionó siquiera su nombre al pasar la lista, no me atreví a preguntar por temor de ser objeto de burlas de los demás muchachos al ver mi interés por una niña. Ana Paula nunca regresó, el año escolar pasó sin otra emoción que me hiciera borrar aquellas cuatro horas que estuve a su lado. Terminé la primaria y de vez en cuando la recordaba. El bachillerato fue un pasar por las aulas, tratar de salir de la mejor forma posible de allí. La universidad fue totalmente diferente, ya la asistencia a las aulas tenían un objetivo marcado.


Pasaron muchos años cuando volví a saber de Ana Paula, yo la vi, por lo menos su foto, ya rozaba los treinta años de edad, enterraba junto a familiares a mi padre cuando la foto de una niña de siete me llamó la atención, era Ana Paula, la fecha de su muerte estaba marcada con el mismo día de septiembre en que la había conocido en aquella mañana en la escuela. Por sus apellidos inicié una búsqueda de sus parientes, tomé la guía telefónica y llamé a cuantas personas compartían uno de sus apellidos, fue imposible. Luego de varios meses infructuosos y casi perdida las esperanzas de saber lo que le había ocurrido a Ana Paula, me topé con un amigo, compañero de clases en la primaria, fue mi amigo quien me contó la tragedia, como ella había quedado debajo de un carro que no respetó el semáforo con su rojo de pare, me dijo que nunca pudo olvidar aquella escena, que todavía tenía en su memoria los piecitos de la niña, sus zapatitos de charol, sus medias blanca de orlas en los lados, era ella, era Ana Paula. Me despedí de mi amigo tratando de no mostrar mucho interés en el hecho, pero escribo estas líneas porque todavía a la fecha, cada rostro de mujer que observo trato de buscar algo que me recuerde aquella mirada de Ana Paula.






Rafael Rodríguez Torres