Sin Ser Valiente...
"Hay una parte de mí que sólo a ti te pertenece, dentro de mi te revuelves y tu imagen reaparece. He intentado olvidar usando ciencias ocultas, me he engañado cien veces para no volver a verte" Javier Calamaro.
Siempre fui muy tímido, como dicen en buen dominicano: Pendejo!. Mis padres, al ver que el menor de su media docena de proles se quedaba rezagado en todo, se afanaron en como decía mamá; Sacarme adelante. En un noble esfuerzo de su parte, llenaron mi habitación de libros de superación personal. Con aburrimiento traté de descubrir cómo se ganaban amigos o cuáles eran mis zonas erróneas. Nada de eso funcionó.Cierta ocasión asistí a una fiesta, casi obligado por "los viejos". Al no saber que hacer en ese tipo de ambiente busqué un rincón y pasé gran parte de la noche allí, entonces la vi, estaba al otro extremo del salón. No sé de dónde saqué valor para invitarla a bailar (nunca había bailado en mi vida), pero cuando reaccioné ya estaba conmigo en la pista de baile. Apenas cruzamos nombres y acercamos los cuerpos como polos opuestos. Su piel rozaba la mía y me trastornaba, su aroma, esa mirada, todavía la conservo en la memoria. Como en todas las cosas buenas, el tiempo pasó rápido, no la besé, mentiría si digo que pasó. Me invitó a su casa al siguiente día, no iba a faltar..La noche de la cita yo sudaba nervioso y siquiera había salido de casa. Con un capital de cinco pesos (la mesada de cada domingo) emprendí camino hasta ella. A menos de una cuadra de su casa la alcancé a ver, estaba en el portal abrazada a un tipo que segundos antes se bajaba de un auto del año. Entre risas y abrazos entraron a la casa, no me pude mover. Regresé por donde había llegado, resignado, cómo diablos iba a competir contra un hombre que llegaba en un carro del año y yo apenas con cinco pesos en los bolsillos. De mis fracasos ese fue el primero y el que más me ha dolido. Los años pasaron como en toda historia. Nunca la volví a ver hasta hoy. Creo que han pasado veinte años desde aquella fiesta. Me reconoció a pesar que ahora uso gafas, el aumento de peso y el maltrato de la piel con los años. No me saludó, simplemente dijo: Farsante, me dejaste esperando!.Cuando pude explicar lo sucedido se echó a reír. "Era mi hermano que llegaba desde New York" dijo. Juro que quise echarme a llorar, me aguanté. Fingí reír contagiado de su risa que ya rayaba en burla. Cuando se calmó me invitó a almorzar, así contaba lo que había sido su vida.Se casó en dos ocasiones con sendos divorcios, no tuvo hijos. Dijo que era una suerte haberme encontrado, se marchaba al día siguiente a Estados Unidos. Luego de la comida, el postre, pasamos a los tragos. Sin muchos rodeos y con par de copas en la cabeza pidió que me fuera con ella. "Tú eres la prueba de que el amor a primera vista existe". Le di la razón. Quedamos en vernos esa noche, si apuraba, tenía tiempo para comprar el boleto aéreo, llamar a la oficina y poner la renuncia, despedirme de amigos y familiares. Empacar.Llegué a casa apresurado, entré sin saludar. Revisaba gavetas buscando el pasaporte cuando vi a mi hijo dormido, abrazado a mi mujer. Me uní a ellos en forma de despedida, así era mejor, que no me vieran partir. Desperté y ya no estaban conmigo, los busqué por la casa, se habían ido. En el desayunador una taza de café, pan tostado, mermelada. Eran casi las ocho de la mañana, si apuraba quizás llegaba a tiempo al trabajo, a ver qué excusa invento por no haber asistido ayer por la tarde.
Rafael Rodríguez Torres
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