Saludos amigos lectores, de nuevo estoy por aquí luego de una de mis acostumbradas pausas. Hoy comparto con ustedes un escrito de un amigo, George Domínguez. De Yoryi, como lo conocemos, les cuento que es teatrista, cineasta, escritor entre otras cosas. Todo lo que toca lo hace con un estilo muy particular e interesante que le impregna un sello que lo hace único, reconocible a distancia como su trabajo, pero lo más importante, de una calidad excepcional.
Trazos crudos y poéticos, viajando por el universo, cosmo celestial,
sufriendo metamorfosis de sinónimos de libertad, encontrando tonos que armonizan la frágil y sensible,
vida de los que aman al ser,
que con gritos y llantos besuquean los papeles ,
que crean orgasmos para fertilizar los sueños,
Trazos sensibles y varoniles, que recorren los cuerpos de musas callejeras,
y con sus lenguas, perforan lo mas intimo de tus memorias,
sin dejar que se acaben las palabras,
sin dejar que se olviden los momentos,
para convertirlo solo en recuerdos, Trazos tuyos y tus vertientes,
que desnuda tu alma y la hace volar,
hasta llegar, a cada ente que busca tu soñar,
en todos los signos que Dios ha de formar, trazos mc,
trazos Junior,……..Que niño ha de nacer? envuelto en aquel papel.
Para mi Amigo y Hermano, Mc Junior. De: George Dominguez Exposición Individual, " Vertientes Gráficas" Santiago 2011
Escribir es una pasión que muchos llevamos dentro, escribir alivia el alma, acompaña soledades, reconforta y a la vez nos mantiene vivo en la memoria cosas que nos han pasado, que vimos o nos contaron. Por eso escribo, para no olvidar siquiera un detalle de lo ocurrido en la película más larga, interesante y a la vez aburrida que he visto: Mi vida!
miércoles, 3 de agosto de 2011
sábado, 14 de mayo de 2011
Leyendas Urbanas...
La Venganza de Simeón…
Por más de sesenta años Simeón había ejercido la función de jardinero en la casa de la familia Aybar, fue la muerte quien se encargó de jubilarlo de sus labores una mañana tranquila de junio. Nunca se supo sobre su pasado, de dónde vino, si tuvo mujer, hijos.
La casa de los Aybar era la más grande de todo el barrio. Era una casona de madera de varias plantas y con un patio enorme que mas bien parecía una porción de la selva Amazona en mitad de Santiago. El jardín estaba siempre florecido y cuidado con delicadeza por Simeón, rosas y orquídeas predominaban y su aroma se impregnaba en quien por allí pasaba. El patio pasaba entonces a su espesura por la gran cantidad de árboles frutales que habían sembrado en la propiedad, mangos, guayabas, cajuiles habitaban a montón y era el interés de mi hermano y mío que con la ausencia de Simeón y su celo enfermizo por evitar que tomaran hasta una simple cereza, todo iba a estar a nuestra disposición.
A pesar de su férrea vigilancia siempre nos la ingeniamos para burlar su control con un plan sencillo pero eficaz, yo llamaba su atención por uno de los linderos de la propiedad al gritarle cuanto insultos me llegaban a la cabeza en el momento, del otro lado mi hermano metía en una mochila docenas de frutos maduros y listos para saborear. Simeón se enfrascaba en perseguirme con una vara de madera que prometía romperme en el espinazo si me atrapaba. Me subía en uno de los muros del fondo que eran bastante alto y no podía alcanzarme. Se quedaba debajo mirándome con una ira incomprensible, entonces guardaba silencio y se iba a sentar debajo de algún árbol para evitar que yo penetrara de nuevo.
Con el tiempo se fue cansando del juego y en las últimas semanas ni se molestaba en siquiera amenazarme, sentado en una silla de guano debajo de un naranjal con la mirada perdida como si estuviera ya muerto, la única señal de vida que daba era al silbar una bella melodía que ejecutaba con tal perfección que era un deleite escucharle. No se cansaba de silbar, yo tampoco de escuchar, era como si con cada tonada evocara un viejo amor que hoy sólo los rosales traían a su memoria.
A Simeón no lo velaron al morir, lo llevaron directo al cementerio donde lo enterraron en una fosa común, nadie le lloró. Al entierro sólo asistieron uno de los miembros de la familia para la cual sirvió casi toda su vida y el sacerdote de la parroquia. Nosotros no le guardamos luto y a la semana atacamos con furia una mata de guayaba. Luego de depredar la mata nos tiramos debajo de una de tamarindo a disfrutar el manjar, esa misma tarde en plena comilona el viento nos jugó una broma pesada, fue lo primero que pensamos, y deslizó hasta nuestros oídos la bella melodía que Simeón siempre silbaba. No lo pensamos dos veces y corrimos sin parar hasta llegar a nuestra casa.
Regresamos al patio convencido de que todo fue producto del viento, pero de nuevo escuchamos la melodía y de nuevo corrimos. Esta vez no pudimos buscar una excusa razonable y por unanimidad decidimos no regresar al patio de la casa Aybar.
Todo hubiese quedado hasta ahí de no haber sido porque una mañana escuché la melodía de Simeón en un solitario pasillo de la escuela cuando iba en busca de mi hermanita en el maternal. Corrí hasta el aula donde estaba mi hermano que simplemente dijo: ¨¡Hay que buscar ayuda!¨
A pesar de que mis padres eran religiosos a extremo, mamá era bien accesible y se puede decir que hasta permisiva con las travesuras que hicimos en la niñez y adolescencia. Por ello fue la elegida para exponerle el problema que nos acosaba. Nos escuchó en silencio pero siempre atenta de nuestra confesión y el evento sobrenatural que vivíamos. Si se enojó nunca lo demostró, su rostro, diría, fue de franca preocupación.
-Debemos ir donde el Padre Carlos y contarle-Dijo.
Para ir a la iglesia era obligatorio pasar frente a la casa de los Aybar por ser esa una calle sin salida y nosotros vivir casi en el fondo de la misma, de nuevo escuchamos el ahora macabro silbido de Simeón, y mamá junto con nosotros se dio a la fuga. Llegamos a la parroquia con el alma en vilo, le contamos como pudimos al Padre que nunca puso en duda la historia por el respeto que mamá se había ganado en la comunidad. El padre dijo que eso era el alma de Simeón que estaba penando, con una misa y confesión de los ofensores se solucionaba todo.
Siempre había tenido mis dudas sobre los secretos de confesión, para sorpresa nuestra todos en el barrio se enteraron de las ¨apariciones¨ del difunto jardinero. Dos días después una vecina juraba haber escuchado a Simeón al pasar frente a la casa de los Aybar. La histeria se desparramó por las calles del barrio por lo que se buscó al padre para llevar a cabo una misa en pleno patio.
El cura llegó de sotana y dos monaguillos como pajes de boda. Fue sacando de un bultito un potecito de plástico con el agua bendita, un rosario y otras cosas que no pude reconocer en el momento. Casi todos los vecinos se unieron a nosotros y la familia Aybar que accedieron de mala gana por decir que todo eso era charlatanería de muchachos majaderos y malcriados.
El rito inició con el Padre lanzando agua bendita por todos lados al momento que nos arrodillamos dándonos golpes en el pecho mientras rezábamos el santo rosario. Prosiguió el padre con una letanía en latín que cargaron mucho más el ambiente que de por sí ya era pesado. Pidió que nos pusiéramos de pie y le siguiéramos, entonces todos incluyendo al cura y los incrédulos Aybar escuchamos a Simeón, el temor se apoderó del grupo. El padre Carlos invocó a todos los santos conocidos para que le mostraran al difunto el camino hacia el paraíso. La dueña de la casa interrumpió al padre y gritó:
-Simeón, tú necesitas algo? Una novena? Estamos aquí para complacerte, habla, di lo que te hace falta!-
Avanzamos por el patio siguiendo el origen de la melodía entre los árboles, llegamos hasta un pequeño estanque y para sorpresa de todos encontramos a una nieta de la dueña de la casa que con apenas unos siete años imitaba fielmente la melodía que entonaba cada día Simeón. Al preguntarle la abuela porqué lo hacía, respondió:
-Porque estos dos, señalando a mi hermano primero y luego a mi, siempre se burlaban del pobre Simeón. Al ver que se asustaron me sentí bien y hasta en la escuela los asusté-
-Bueno, todos a sus hogares, aquí no ha pasado nada- Dijo el Padre Carlos.
Nos dimos la vuelta y caminamos despacio y en silencio. La melodía se escuchó de nuevo y todos miramos a la niña que iba abrazada a su abuela y ni siquiera había hablado, volteamos asustados hacia el patio y fuimos testigos como los silbidos de Simeón se fueron alejando hasta perderse en el fondo de la propiedad.
A la niña se la llevaron a vivir a Miami con sus padres, mi hermano y yo nunca nos arriesgamos de nuevo a pisar el patio de la casa Aybar a pesar de que los silbidos de Simeón jamás se volvieron a escuchar. Ha pasado el tiempo y todavía al pasar frente a la casa una especie de escalofrío se apodera de mi ser, quizás sea Simeón que no está satisfecho con su venganza, o que en realidad me remuerda la conciencia.
Vi Ho Purgatto Ancora!
Por más de sesenta años Simeón había ejercido la función de jardinero en la casa de la familia Aybar, fue la muerte quien se encargó de jubilarlo de sus labores una mañana tranquila de junio. Nunca se supo sobre su pasado, de dónde vino, si tuvo mujer, hijos.
La casa de los Aybar era la más grande de todo el barrio. Era una casona de madera de varias plantas y con un patio enorme que mas bien parecía una porción de la selva Amazona en mitad de Santiago. El jardín estaba siempre florecido y cuidado con delicadeza por Simeón, rosas y orquídeas predominaban y su aroma se impregnaba en quien por allí pasaba. El patio pasaba entonces a su espesura por la gran cantidad de árboles frutales que habían sembrado en la propiedad, mangos, guayabas, cajuiles habitaban a montón y era el interés de mi hermano y mío que con la ausencia de Simeón y su celo enfermizo por evitar que tomaran hasta una simple cereza, todo iba a estar a nuestra disposición.
A pesar de su férrea vigilancia siempre nos la ingeniamos para burlar su control con un plan sencillo pero eficaz, yo llamaba su atención por uno de los linderos de la propiedad al gritarle cuanto insultos me llegaban a la cabeza en el momento, del otro lado mi hermano metía en una mochila docenas de frutos maduros y listos para saborear. Simeón se enfrascaba en perseguirme con una vara de madera que prometía romperme en el espinazo si me atrapaba. Me subía en uno de los muros del fondo que eran bastante alto y no podía alcanzarme. Se quedaba debajo mirándome con una ira incomprensible, entonces guardaba silencio y se iba a sentar debajo de algún árbol para evitar que yo penetrara de nuevo.
Con el tiempo se fue cansando del juego y en las últimas semanas ni se molestaba en siquiera amenazarme, sentado en una silla de guano debajo de un naranjal con la mirada perdida como si estuviera ya muerto, la única señal de vida que daba era al silbar una bella melodía que ejecutaba con tal perfección que era un deleite escucharle. No se cansaba de silbar, yo tampoco de escuchar, era como si con cada tonada evocara un viejo amor que hoy sólo los rosales traían a su memoria.
A Simeón no lo velaron al morir, lo llevaron directo al cementerio donde lo enterraron en una fosa común, nadie le lloró. Al entierro sólo asistieron uno de los miembros de la familia para la cual sirvió casi toda su vida y el sacerdote de la parroquia. Nosotros no le guardamos luto y a la semana atacamos con furia una mata de guayaba. Luego de depredar la mata nos tiramos debajo de una de tamarindo a disfrutar el manjar, esa misma tarde en plena comilona el viento nos jugó una broma pesada, fue lo primero que pensamos, y deslizó hasta nuestros oídos la bella melodía que Simeón siempre silbaba. No lo pensamos dos veces y corrimos sin parar hasta llegar a nuestra casa.
Regresamos al patio convencido de que todo fue producto del viento, pero de nuevo escuchamos la melodía y de nuevo corrimos. Esta vez no pudimos buscar una excusa razonable y por unanimidad decidimos no regresar al patio de la casa Aybar.
Todo hubiese quedado hasta ahí de no haber sido porque una mañana escuché la melodía de Simeón en un solitario pasillo de la escuela cuando iba en busca de mi hermanita en el maternal. Corrí hasta el aula donde estaba mi hermano que simplemente dijo: ¨¡Hay que buscar ayuda!¨
A pesar de que mis padres eran religiosos a extremo, mamá era bien accesible y se puede decir que hasta permisiva con las travesuras que hicimos en la niñez y adolescencia. Por ello fue la elegida para exponerle el problema que nos acosaba. Nos escuchó en silencio pero siempre atenta de nuestra confesión y el evento sobrenatural que vivíamos. Si se enojó nunca lo demostró, su rostro, diría, fue de franca preocupación.
-Debemos ir donde el Padre Carlos y contarle-Dijo.
Para ir a la iglesia era obligatorio pasar frente a la casa de los Aybar por ser esa una calle sin salida y nosotros vivir casi en el fondo de la misma, de nuevo escuchamos el ahora macabro silbido de Simeón, y mamá junto con nosotros se dio a la fuga. Llegamos a la parroquia con el alma en vilo, le contamos como pudimos al Padre que nunca puso en duda la historia por el respeto que mamá se había ganado en la comunidad. El padre dijo que eso era el alma de Simeón que estaba penando, con una misa y confesión de los ofensores se solucionaba todo.
Siempre había tenido mis dudas sobre los secretos de confesión, para sorpresa nuestra todos en el barrio se enteraron de las ¨apariciones¨ del difunto jardinero. Dos días después una vecina juraba haber escuchado a Simeón al pasar frente a la casa de los Aybar. La histeria se desparramó por las calles del barrio por lo que se buscó al padre para llevar a cabo una misa en pleno patio.
El cura llegó de sotana y dos monaguillos como pajes de boda. Fue sacando de un bultito un potecito de plástico con el agua bendita, un rosario y otras cosas que no pude reconocer en el momento. Casi todos los vecinos se unieron a nosotros y la familia Aybar que accedieron de mala gana por decir que todo eso era charlatanería de muchachos majaderos y malcriados.
El rito inició con el Padre lanzando agua bendita por todos lados al momento que nos arrodillamos dándonos golpes en el pecho mientras rezábamos el santo rosario. Prosiguió el padre con una letanía en latín que cargaron mucho más el ambiente que de por sí ya era pesado. Pidió que nos pusiéramos de pie y le siguiéramos, entonces todos incluyendo al cura y los incrédulos Aybar escuchamos a Simeón, el temor se apoderó del grupo. El padre Carlos invocó a todos los santos conocidos para que le mostraran al difunto el camino hacia el paraíso. La dueña de la casa interrumpió al padre y gritó:
-Simeón, tú necesitas algo? Una novena? Estamos aquí para complacerte, habla, di lo que te hace falta!-
Avanzamos por el patio siguiendo el origen de la melodía entre los árboles, llegamos hasta un pequeño estanque y para sorpresa de todos encontramos a una nieta de la dueña de la casa que con apenas unos siete años imitaba fielmente la melodía que entonaba cada día Simeón. Al preguntarle la abuela porqué lo hacía, respondió:
-Porque estos dos, señalando a mi hermano primero y luego a mi, siempre se burlaban del pobre Simeón. Al ver que se asustaron me sentí bien y hasta en la escuela los asusté-
-Bueno, todos a sus hogares, aquí no ha pasado nada- Dijo el Padre Carlos.
Nos dimos la vuelta y caminamos despacio y en silencio. La melodía se escuchó de nuevo y todos miramos a la niña que iba abrazada a su abuela y ni siquiera había hablado, volteamos asustados hacia el patio y fuimos testigos como los silbidos de Simeón se fueron alejando hasta perderse en el fondo de la propiedad.
A la niña se la llevaron a vivir a Miami con sus padres, mi hermano y yo nunca nos arriesgamos de nuevo a pisar el patio de la casa Aybar a pesar de que los silbidos de Simeón jamás se volvieron a escuchar. Ha pasado el tiempo y todavía al pasar frente a la casa una especie de escalofrío se apodera de mi ser, quizás sea Simeón que no está satisfecho con su venganza, o que en realidad me remuerda la conciencia.
Vi Ho Purgatto Ancora!
viernes, 13 de mayo de 2011
Una escritora invitada...
Saludos amigos lectores, no los he abandonado, es que sigo enredado en la mirada de Abril, ya regreso pronto, antes de lo que imaginan, mientras tanto les dejo parte de sus encanto, los que me tienen hechizado...
Ella, simplemente ella.
Yo era la poesía, que ocupaba tu espacio,
La que vivía desnuda bajo tus sabanas y tus sentidos.
Aquella que se perdía por momentos en tu piel,
La que reconoces a ciegas en un beso,
La que dejaste ir a un largo viaje,
Esa… si… ¡esa!, te arrancó el alma en un instante.
Llevándose en su corazón, aquel brillo inmenso de tus ojos.
Ella…si… ¡ella!, siempre permanece,
Porque todavía recordarla te estremece.
Abril Dronbjak 2011
Ella, simplemente ella.
Yo era la poesía, que ocupaba tu espacio,
La que vivía desnuda bajo tus sabanas y tus sentidos.
Aquella que se perdía por momentos en tu piel,
La que reconoces a ciegas en un beso,
La que dejaste ir a un largo viaje,
Esa… si… ¡esa!, te arrancó el alma en un instante.
Llevándose en su corazón, aquel brillo inmenso de tus ojos.
Ella…si… ¡ella!, siempre permanece,
Porque todavía recordarla te estremece.
Abril Dronbjak 2011
viernes, 29 de abril de 2011
Leyendas Urbanas...
Predicción Funesta
El haitiano Bryan se paraba cada noche frente a la cancha de básquetbol a predicar ¨la palabra¨ con su voz estruendosa mientras jugábamos. Entre pases y tiros al aro, el moreno sacaba una petaca y se anotaba un trago de ron.
Bryan era un hombre alto, corpulento, parecía uno de los luchadores de la WWE. Siempre vestido de negro, traje y corbata, la camisa variaba. Una Biblia en manos que agitaba sin misericordia a medida que su discurso lo iba enardeciendo hasta llegar al borde de la histeria. Ya nos tenía desesperados, por eso les propuse a los muchachos darle al negro una paliza para que no volviera a pisar siquiera cerca de nosotros; otro muchacho del grupo fue más lejos: ¨Es mejor salir de él, quién va a echar de menos a un haitiano ilegal¨ todos estuvimos de acuerdo.
Acercarnos a él no fue difícil, a lo mejor pensó que sus palabras habían surtido efecto en nosotros, ahí estuvo su error. En el momento en que lo derribamos para someterlo estaba en pleno apogeo de su sermón. Hablaba de lo que había sido en Haití, un chamán maligno que a base de magia negra hizo mucho daño a personas inocentes por encargo, pero que Jesucristo lo había salvado y hecho un hombre nuevo y bueno. Le golpeamos salvajemente para ir debilitando su resistencia, al brotar la sangre se confundió con las gruesas gotas de sudor de nuestros cuerpos; Bryan apenas respiraba. Cargamos con su pesado cuerpo hasta unos matorrales por donde nunca cruzaba nadie, allí lo callaríamos para siempre, de repente Bryan empezó a sacudirse, luchaba por librarse, fue imposible. Saqué mi navaja y disfrutando el momento se la puse en la cara, recorrí su rostro, bajé hasta su cuello con la filosa punta arañando su oscura piel. Bryan me repetía asustado: ¨No haga daño a mi, tú clava puñal a mi y otro clava a ti, y otro…¨ cubrí su boca con una de mis manos, su cuerpo no se resistió al metal que laceraba impunemente su carne, sonreí, saqué la navaja y volví la clavé con más fuerza varias veces, no encontré su alma. Sin hacer ruido se quedó dormido, su rostro así sereno me pareció como si estuviera rejuvenecido, la luna le daba un cierto toque, me atrevería a decir ¨divino¨ fue entonces cuando tuve la sensación de que algo me quemaba, fuego vivo corrompía mis entrañas, luego sentí frío, vi un cuchillo tinto en sangre abandonando mi cuerpo, dolía. Sentí el mismo fuego al penetrar de nuevo, ya no pude volver a sonreír. Caí, asombrado miraba la cara de mi asesino, uno de mis amigos que a su vez era atacado por otro del grupo y este por otro que le asesinaba y era asesinado. Así quedamos, amontonados en un charco de sangre hasta que nos encontraron bien entrada la mañana. Nadie se pudo explicar porqué cuatro jóvenes amigos de infancia pelearon entre sí.
En mi velatorio, en medio de todo el llanto de familiares y amigos, el hermano Bryan, el haitiano que siempre viste de negro, fue quien leyó el panegírico.
El haitiano Bryan se paraba cada noche frente a la cancha de básquetbol a predicar ¨la palabra¨ con su voz estruendosa mientras jugábamos. Entre pases y tiros al aro, el moreno sacaba una petaca y se anotaba un trago de ron.
Bryan era un hombre alto, corpulento, parecía uno de los luchadores de la WWE. Siempre vestido de negro, traje y corbata, la camisa variaba. Una Biblia en manos que agitaba sin misericordia a medida que su discurso lo iba enardeciendo hasta llegar al borde de la histeria. Ya nos tenía desesperados, por eso les propuse a los muchachos darle al negro una paliza para que no volviera a pisar siquiera cerca de nosotros; otro muchacho del grupo fue más lejos: ¨Es mejor salir de él, quién va a echar de menos a un haitiano ilegal¨ todos estuvimos de acuerdo.
Acercarnos a él no fue difícil, a lo mejor pensó que sus palabras habían surtido efecto en nosotros, ahí estuvo su error. En el momento en que lo derribamos para someterlo estaba en pleno apogeo de su sermón. Hablaba de lo que había sido en Haití, un chamán maligno que a base de magia negra hizo mucho daño a personas inocentes por encargo, pero que Jesucristo lo había salvado y hecho un hombre nuevo y bueno. Le golpeamos salvajemente para ir debilitando su resistencia, al brotar la sangre se confundió con las gruesas gotas de sudor de nuestros cuerpos; Bryan apenas respiraba. Cargamos con su pesado cuerpo hasta unos matorrales por donde nunca cruzaba nadie, allí lo callaríamos para siempre, de repente Bryan empezó a sacudirse, luchaba por librarse, fue imposible. Saqué mi navaja y disfrutando el momento se la puse en la cara, recorrí su rostro, bajé hasta su cuello con la filosa punta arañando su oscura piel. Bryan me repetía asustado: ¨No haga daño a mi, tú clava puñal a mi y otro clava a ti, y otro…¨ cubrí su boca con una de mis manos, su cuerpo no se resistió al metal que laceraba impunemente su carne, sonreí, saqué la navaja y volví la clavé con más fuerza varias veces, no encontré su alma. Sin hacer ruido se quedó dormido, su rostro así sereno me pareció como si estuviera rejuvenecido, la luna le daba un cierto toque, me atrevería a decir ¨divino¨ fue entonces cuando tuve la sensación de que algo me quemaba, fuego vivo corrompía mis entrañas, luego sentí frío, vi un cuchillo tinto en sangre abandonando mi cuerpo, dolía. Sentí el mismo fuego al penetrar de nuevo, ya no pude volver a sonreír. Caí, asombrado miraba la cara de mi asesino, uno de mis amigos que a su vez era atacado por otro del grupo y este por otro que le asesinaba y era asesinado. Así quedamos, amontonados en un charco de sangre hasta que nos encontraron bien entrada la mañana. Nadie se pudo explicar porqué cuatro jóvenes amigos de infancia pelearon entre sí.
En mi velatorio, en medio de todo el llanto de familiares y amigos, el hermano Bryan, el haitiano que siempre viste de negro, fue quien leyó el panegírico.
sábado, 16 de abril de 2011
De los amigos que partieron...
Roberto
El mismo día que nací, una vecina daba a luz un niño al que llamó Roberto. Cuando mi madre y esa vecina se enteraron de sus respectivos embarazos formaron una especie de cofradía que todavía hoy perdura.
Las embarazadas se sentaban en el portal de mi casa a planificar nuestro futuro; nos imaginaron grandes amigos, nos convirtieron en médico y abogado, nos casaron con mujeres hermosas y se imaginaron cuidando los nietos.
La vida toma rumbos que muchos nunca llegamos a comprender, Roberto y yo no llegamos a ser los grandes amigos que nuestras madres pensaron en su momento. La última vez que vi a Roberto ha de hacer unos treinta y cinco años si no me equivoco. A su madre siempre me la encuentro, ya sea cuando va de visita por casa o caminando por las calles de la ciudad. Siempre que nos vemos luego de saludarme me dice lo mismo: ¨El primero de agosto vas a cumplir tantos años, al igual que Roberto¨. Nunca le pregunto por él, guardo silencio y busco una excusa para seguir.
En mis cumpleaños recibo una postal de su parte con el mismo mensaje cada año: ¨Felicidades Rafael, que Dios te proteja hoy y siempre¨
A pesar de tener la misma edad, Roberto siempre fue más alto y despierto que yo. Asistimos a la misma escuela y pronto llamó la atención de los profesores con sus ocurrencias. Al iniciar el tercer curso de básica tuvo el atrevimiento de decir que quería morir a los treinta y tres años como los tres hombres que más admiraba en la vida: Jesucristo, Bruce Lee y el Ché Guevara (1). Dijo que practicaba Full Contact con su padre lo cual era mentira, su padre los había abandonado para nunca saberse de su paradero. En el barrio comentaron que se había ido como polizonte en un barco francés, otros susurraban que el dictador Enano lo había mandado a desaparecer; no faltó alguno que se atrevió a insinuar que el padre de Roberto había sido abducido por extraterrestres.
Al terminar la universidad me fui del país, y fue en tierras extranjeras cuando empecé a echar de menos a Roberto, me sentaba en un café a especular qué habría sido de nosotros ya de adultos de haber seguido en contacto. Me preguntaba si realmente hubiésemos sido los mejores amigos, o como nuestras madres pronosticaron, hermanos. Mi andanada de recuerdos con Roberto dio inicio un frío sábado en el D.F., sábado de sacrificarme a no ir al fútbol para comprarle a mi madre un presente. Ella había sido explicita, quería un rosario de la virgen de Guadalupe y que fuera comprado y bendecido en la propia basílica que está frente a la plaza de la Constitución. Al llegar a la plaza donde se encuentra el templo vi una pared que servía de mural improvisado, fue lo que me hizo recordar a mi amigo Roberto, en el mural estaban pegadas cientos de fotografías de niños desaparecidos y los teléfonos de contacto. Me transporté mentalmente a una calle de mi barrio una tarde de otoño de 1975, un carro se detuvo frente a unos niños que jugaban; dijeron los testigos, tomaron a Roberto por un brazo y lo metieron dentro, escaparon sin que nadie pudiera reaccionar a tiempo.
A medida que pasaron los años fui escuchando diferentes versiones de lo que pudo haber ocurrido, hablaron de venta de órganos, venganza de algún enemigo del padre y hasta mencionaron a Mano Blanca (2).
Regresé a Santiago y tuve la oportunidad de volver a ver a la madre de Roberto, como siempre hablaba de mi edad, y yo siempre buscaba una excusa para evitar la situación.
Hace poco murió el hijo de un buen amigo, de los que uno considera hermano, su hijo apenas iba a cumplir los cinco años. Al ver el rostro de mi amigo descompuesto por el dolor no supe que decirle y le abracé, al hacerlo sentí que también abrazaba a la madre de Roberto, aquel abrazo que le había negado durante tanto tiempo.
Unos días después tocaba a su puerta, no se sorprendió al verme, me esperaba. Nos sentamos en la terraza de la casa, puso una humeante taza de café en mis manos y sacó un álbum de fotos de Roberto. En una de las fotos yo aparecía a su lado, ambos disfrazados de vaqueros en una durante el carnaval. Me fijé en sus ojos, los vi triste, ausentes, como si no fuera el mismo niño extrovertido que recordaba.
Ahora la visito por lo menos una vez a la semana, casi no hablamos, nos comunicamos con nuestro silencio, un silencio reconfortante que nos llena de valor. Siempre miro sus fotos y cada vez estoy más convencido que más que amigos hubiésemos sido hermanos.
Para Charles Jr.García Domínguez (R.I.P.)
(1)A pesar de que Roberto dijo en el aula de clase que los tres hombres habían muerto a los 33 años, estaba equivocado. Bruce Lee iba a cumplir 33 al momento de su muerte, Jesucristo se dice tenía 38, y lo de los 33 viene por un error al empezar a utilizar al calendario gregoriano. El Ché Guevara murió de 39 años.
(2)Mano Blanca fue un asesino en serie que se hizo famoso en los 70´s en la República Dominicana, es parte del cuento: Mano Blanca que pueden leer en este mismo blog.
El mismo día que nací, una vecina daba a luz un niño al que llamó Roberto. Cuando mi madre y esa vecina se enteraron de sus respectivos embarazos formaron una especie de cofradía que todavía hoy perdura.
Las embarazadas se sentaban en el portal de mi casa a planificar nuestro futuro; nos imaginaron grandes amigos, nos convirtieron en médico y abogado, nos casaron con mujeres hermosas y se imaginaron cuidando los nietos.
La vida toma rumbos que muchos nunca llegamos a comprender, Roberto y yo no llegamos a ser los grandes amigos que nuestras madres pensaron en su momento. La última vez que vi a Roberto ha de hacer unos treinta y cinco años si no me equivoco. A su madre siempre me la encuentro, ya sea cuando va de visita por casa o caminando por las calles de la ciudad. Siempre que nos vemos luego de saludarme me dice lo mismo: ¨El primero de agosto vas a cumplir tantos años, al igual que Roberto¨. Nunca le pregunto por él, guardo silencio y busco una excusa para seguir.
En mis cumpleaños recibo una postal de su parte con el mismo mensaje cada año: ¨Felicidades Rafael, que Dios te proteja hoy y siempre¨
A pesar de tener la misma edad, Roberto siempre fue más alto y despierto que yo. Asistimos a la misma escuela y pronto llamó la atención de los profesores con sus ocurrencias. Al iniciar el tercer curso de básica tuvo el atrevimiento de decir que quería morir a los treinta y tres años como los tres hombres que más admiraba en la vida: Jesucristo, Bruce Lee y el Ché Guevara (1). Dijo que practicaba Full Contact con su padre lo cual era mentira, su padre los había abandonado para nunca saberse de su paradero. En el barrio comentaron que se había ido como polizonte en un barco francés, otros susurraban que el dictador Enano lo había mandado a desaparecer; no faltó alguno que se atrevió a insinuar que el padre de Roberto había sido abducido por extraterrestres.
Al terminar la universidad me fui del país, y fue en tierras extranjeras cuando empecé a echar de menos a Roberto, me sentaba en un café a especular qué habría sido de nosotros ya de adultos de haber seguido en contacto. Me preguntaba si realmente hubiésemos sido los mejores amigos, o como nuestras madres pronosticaron, hermanos. Mi andanada de recuerdos con Roberto dio inicio un frío sábado en el D.F., sábado de sacrificarme a no ir al fútbol para comprarle a mi madre un presente. Ella había sido explicita, quería un rosario de la virgen de Guadalupe y que fuera comprado y bendecido en la propia basílica que está frente a la plaza de la Constitución. Al llegar a la plaza donde se encuentra el templo vi una pared que servía de mural improvisado, fue lo que me hizo recordar a mi amigo Roberto, en el mural estaban pegadas cientos de fotografías de niños desaparecidos y los teléfonos de contacto. Me transporté mentalmente a una calle de mi barrio una tarde de otoño de 1975, un carro se detuvo frente a unos niños que jugaban; dijeron los testigos, tomaron a Roberto por un brazo y lo metieron dentro, escaparon sin que nadie pudiera reaccionar a tiempo.
A medida que pasaron los años fui escuchando diferentes versiones de lo que pudo haber ocurrido, hablaron de venta de órganos, venganza de algún enemigo del padre y hasta mencionaron a Mano Blanca (2).
Regresé a Santiago y tuve la oportunidad de volver a ver a la madre de Roberto, como siempre hablaba de mi edad, y yo siempre buscaba una excusa para evitar la situación.
Hace poco murió el hijo de un buen amigo, de los que uno considera hermano, su hijo apenas iba a cumplir los cinco años. Al ver el rostro de mi amigo descompuesto por el dolor no supe que decirle y le abracé, al hacerlo sentí que también abrazaba a la madre de Roberto, aquel abrazo que le había negado durante tanto tiempo.
Unos días después tocaba a su puerta, no se sorprendió al verme, me esperaba. Nos sentamos en la terraza de la casa, puso una humeante taza de café en mis manos y sacó un álbum de fotos de Roberto. En una de las fotos yo aparecía a su lado, ambos disfrazados de vaqueros en una durante el carnaval. Me fijé en sus ojos, los vi triste, ausentes, como si no fuera el mismo niño extrovertido que recordaba.
Ahora la visito por lo menos una vez a la semana, casi no hablamos, nos comunicamos con nuestro silencio, un silencio reconfortante que nos llena de valor. Siempre miro sus fotos y cada vez estoy más convencido que más que amigos hubiésemos sido hermanos.
Para Charles Jr.García Domínguez (R.I.P.)
(1)A pesar de que Roberto dijo en el aula de clase que los tres hombres habían muerto a los 33 años, estaba equivocado. Bruce Lee iba a cumplir 33 al momento de su muerte, Jesucristo se dice tenía 38, y lo de los 33 viene por un error al empezar a utilizar al calendario gregoriano. El Ché Guevara murió de 39 años.
(2)Mano Blanca fue un asesino en serie que se hizo famoso en los 70´s en la República Dominicana, es parte del cuento: Mano Blanca que pueden leer en este mismo blog.
sábado, 2 de abril de 2011
Ahora les hablaré de mi...
Oda a la paja…
¨Mi mano ahuyentó soledades
tomando tu forma precisa,
la piel que te hice en el aire
recibe un temblor de semilla.
Un quieto cansancio me esparce,
tu imagen se borra enseguida,
me llena una ausencia de hambre
y un dulce calor de saliva.
Dentro
me quemo por ti,
me vierto sin ti
y nace un muerto. ¨ Silvio Rodríguez y Luis Eduardo Aute ¨Dentro¨
Mi primera paja fue mucho más intensa que la sensación que sentí cuando hice el amor por primera vez. Recuerdo aquel sábado de febrero cuando me juntaba en una esquina del barrio con el grupo de amigos que eran parte del club del fútbol de la zona. Teníamos un partido de la liga infantil de la ciudad. Al llegar al grupo seguido mostré interés en el tema que trataban, la paja!
Soy el sexto hijo de una pareja de creyentes devotos y fervientes del cristianismo, salidos de un campo de San José de las Matas, por lo que comprenderán que ciertos temas en casa no se tocaban.
A pesar de que nunca había escuchado hablar de la masturbación, mi instinto me puso en alerta y escuchaba en silencio las diferentes versiones y nombres que tenía el sexo solitario. Uno de los chicos dijo que la más placentera era la de copita, otro aseguraba que nada como el molenillo, un tercero prefería la rusa. ¨ No hay nada igual muchachos ¨ afirmó.
-Tú ni las tetas de tu madre llegaste a ver porque nunca te dieron del pecho- Todos explotamos en una carcajada estruendosa.
Contagiado de curiosidad llamé aparte al loco y la luna, un amigo de infancia inseparable (ya luego les cuento sobre él) le pregunté qué diablos era la paja.
-¿Tú nunca te has hecho una paja?- Preguntó asombrado
-No!- me vi obligado a confesar.
-Eso es lo mejor del mundo pana, te agarras por ahí debajo y lo mueves pa´lante y pa´tras mientras piensas en una muchacha que te guste.
Mi mundo tuvo un antes y un después de aquella revelación divina del loco y la luna. Fui otro a partir de aquel momento.
-Ya regreso- le dije y salí corriendo a casa con la imagen de Ela, una gringa que vivía al lado de casa y se pasaba las tardes tiradas en un chairlong tomando el sol con unos bikinis que dejaban poco a la imaginación.
Mi primera paja fue en su nombre, lo repetí mentalmente unas cien veces, la primera paja de mi vida dio inicio a una serie de conflictos que marcaron mi existencia. Al cabo de varios minutos concluía con mi primera hazaña sexual y programaba ya una segunda parte cuando el jadeo al respirar se calmara y me llegara de nuevo la viva imagen de Ela, ahora por qué no, desnuda como vino al mundo. Había olvidado el partido, de no haber sido el único portero del equipo y no se hubiesen molestado en ir a buscarme y casi obligarme a ir al encuentro.
Mi desempeño en el juego fue un desastre, no pude nunca sacarme aquella emoción, esa casi muerte que me embargó al venirme. Ansiaba que pasaran las horas y poder regresar a mi casa y dar rienda suelta a mi imaginación.
El segundo conflicto provocado por la paja fue contra la fe, hacía unos cuatro años que estaba de monaguillo en la iglesia San Antonio por sugerencia de mi madre. Después de la santa misa el padre Justo, un español con ínfulas de santo varón me recriminaba con un seseo molestoso:
-Rafael, Dios todo lo ve! Él sabe las cosas que estás haciendo y no le gustan porque son pecaminosas! Si sigues por ese paso nadie te salva del fuego eterno-
Tragaba en seco por el temor de arder por siempre en el purgatorio, pero al llegar a la casa mandaba al diablo al diablo y me entregaba a mi nuevo vicio. Nunca imaginé que el sabor del pecado era tan delicioso. Me masturbaba y cada vez era mucho mejor que la anterior, pero apareció en mi cabeza un elemento nuevo, la culpa. La misma fue creciendo al mismo ritmo que mi vicio de pajearme a la primera oportunidad de trancarme en el baño de la casa. Me hice una promesa, a lo mejor para aplacar la ira divina; durante la cuaresma no me iba a masturbar!
Mamá acostumbraba a celebrar la cuaresma con unas habichuelas dulce, invitó a nuestros vecinos norteamericanos que comieron hasta el cansancio cuantos platos mi vieja le servía en la mesa. Ela había venido con sus padres, por su blusa se dibujaban sus pezones, no podía quitar la mirada en ellos, pensaba que iban a salir disparados y sacarme los ojos del impacto. No pude terminar mi plato y me excusé para ir al baño y romper el mismo primer día mi promesa en cinco ocasiones.
Decepcionado conmigo por ser tan débil y el miedo al nuevo reproche del padre Justo me hice una nueva promesa, durante la semana santa me iba a mantener firme, no me iba a tocar.
Todo fue inútil, el lunes santo rompí por lo que me di una nueva oportunidad, pero en esta ocasión si que no podía fallar, el viernes santo no me iba a masturbar porque entonces iba a ofender el nombre de nuestro señor con mis morbosidades y con eso no se juega me dije. Les juro que casi cumplo, fui víctima del destino, todo se vino abajo en el lugar menos pensando, la iglesia!...durante la misa, cuando el padre nos invitaba a darnos el abrazo de la paz una joven mujer de senos firmes me abrazó más de lo normal y pude sentir como se clavaban en mi pecho sus deliciosas tetas que fueron motivo suficiente para convertirme en un irracional y en el mismo baño de la sacristía desfogarme a sabiendas de que nadie me salvaba del infierno.
A la semana siguiente abandonaba mi carrera religiosa a pesar de los reproches de mis padres. No pasó mucho tiempo para que me negara a ir a misa, ni siquiera a la del domingo estaba dispuesto a ir, no lo consideraba honesto de mi parte luego de lo sucedido. Como era de esperarse, mis padres al ver el alejamiento progresivo del menor de sus hijos se alarmaron a extremo, al principio quisieron obligarme para ante mi férrea resistencia se dieron por vencido.
A inicio de los años 80´s era muy poco lo que se hablaba con los hijos sobre la masturbación, lo poco era totalmente distorsionado, por un lado la iglesia repetía la absurda teoría de quien se masturbaba corría el riesgo de quedar ciego. En las calles, entre los amigos estaba otra versión más benévola, la misma no ha sido comprobada, mientras más te masturbas más te crece el pene.
Sacar tabúes de la cabeza de un ser humano puede llegar a ser muy complicado, a veces imposible. Con la llegada de mis dieciséis años cuestionaba la existencia de Dios, de su reino eterno etc, pero todavía pensaba que masturbarse no era correcto.
Me hice una cuarta promesa, iba a seguir hasta tener mi primer contacto sexual con una mujer. Ese mismo año inicié una especie de affaire con una muchacha que me llevaba unos cuatro años de edad. Ella desde el inicio controló la relación y cada vez que lo hicimos fue cuando y como ella quiso. Aquella situación provocó un aumento en la frecuencia de masturbarme. Una noche, luego de haber terminado de hacer el amor me dijo que se casaba dentro de dos meses con su novio de la universidad. Me vi solo de nuevo por lo que justificaba cada vez que me pajeaba.
Las promesas que hice luego fueron muchas, hasta cumplir los veinte, no, hasta llegar a los 30, cuando me case, cuando tenga un hijo etc. Nunca pude cumplir, me vi en serios problemas cuando mi pareja me descubrió una noche en la ducha, no hubo manera de convencerla que no estaba pensando en otra mujer, eso fue el principio del fin de nuestra relación. En menos de un mes hizo las maletas y dejó una nota escueta encima de la cama, nunca regresó.
Aunque he disminuido la frecuencia, nunca he parado de masturbarme. Hoy a mis cuarenta y dos años sigo con la vieja costumbre que inicié en el 1981. Abandoné la religión, casi dejo a un lado el deporte que amo, me abandonaron mujeres y la verdad es que no lo sufrí mucho. Sigo anhelando cada día un momentito a solas y así poder tener la libertad de imaginar que estoy con quien se me pega en gana, a lo mejor con Ela, con la universitaria o una actriz de cine de moda. La elección es mía, es mi imaginación y demasiado caro he pagado, creo que me lo merezco.
Vi Ho Purgatto Ancora!
¨Mi mano ahuyentó soledades
tomando tu forma precisa,
la piel que te hice en el aire
recibe un temblor de semilla.
Un quieto cansancio me esparce,
tu imagen se borra enseguida,
me llena una ausencia de hambre
y un dulce calor de saliva.
Dentro
me quemo por ti,
me vierto sin ti
y nace un muerto. ¨ Silvio Rodríguez y Luis Eduardo Aute ¨Dentro¨
Mi primera paja fue mucho más intensa que la sensación que sentí cuando hice el amor por primera vez. Recuerdo aquel sábado de febrero cuando me juntaba en una esquina del barrio con el grupo de amigos que eran parte del club del fútbol de la zona. Teníamos un partido de la liga infantil de la ciudad. Al llegar al grupo seguido mostré interés en el tema que trataban, la paja!
Soy el sexto hijo de una pareja de creyentes devotos y fervientes del cristianismo, salidos de un campo de San José de las Matas, por lo que comprenderán que ciertos temas en casa no se tocaban.
A pesar de que nunca había escuchado hablar de la masturbación, mi instinto me puso en alerta y escuchaba en silencio las diferentes versiones y nombres que tenía el sexo solitario. Uno de los chicos dijo que la más placentera era la de copita, otro aseguraba que nada como el molenillo, un tercero prefería la rusa. ¨ No hay nada igual muchachos ¨ afirmó.
-Tú ni las tetas de tu madre llegaste a ver porque nunca te dieron del pecho- Todos explotamos en una carcajada estruendosa.
Contagiado de curiosidad llamé aparte al loco y la luna, un amigo de infancia inseparable (ya luego les cuento sobre él) le pregunté qué diablos era la paja.
-¿Tú nunca te has hecho una paja?- Preguntó asombrado
-No!- me vi obligado a confesar.
-Eso es lo mejor del mundo pana, te agarras por ahí debajo y lo mueves pa´lante y pa´tras mientras piensas en una muchacha que te guste.
Mi mundo tuvo un antes y un después de aquella revelación divina del loco y la luna. Fui otro a partir de aquel momento.
-Ya regreso- le dije y salí corriendo a casa con la imagen de Ela, una gringa que vivía al lado de casa y se pasaba las tardes tiradas en un chairlong tomando el sol con unos bikinis que dejaban poco a la imaginación.
Mi primera paja fue en su nombre, lo repetí mentalmente unas cien veces, la primera paja de mi vida dio inicio a una serie de conflictos que marcaron mi existencia. Al cabo de varios minutos concluía con mi primera hazaña sexual y programaba ya una segunda parte cuando el jadeo al respirar se calmara y me llegara de nuevo la viva imagen de Ela, ahora por qué no, desnuda como vino al mundo. Había olvidado el partido, de no haber sido el único portero del equipo y no se hubiesen molestado en ir a buscarme y casi obligarme a ir al encuentro.
Mi desempeño en el juego fue un desastre, no pude nunca sacarme aquella emoción, esa casi muerte que me embargó al venirme. Ansiaba que pasaran las horas y poder regresar a mi casa y dar rienda suelta a mi imaginación.
El segundo conflicto provocado por la paja fue contra la fe, hacía unos cuatro años que estaba de monaguillo en la iglesia San Antonio por sugerencia de mi madre. Después de la santa misa el padre Justo, un español con ínfulas de santo varón me recriminaba con un seseo molestoso:
-Rafael, Dios todo lo ve! Él sabe las cosas que estás haciendo y no le gustan porque son pecaminosas! Si sigues por ese paso nadie te salva del fuego eterno-
Tragaba en seco por el temor de arder por siempre en el purgatorio, pero al llegar a la casa mandaba al diablo al diablo y me entregaba a mi nuevo vicio. Nunca imaginé que el sabor del pecado era tan delicioso. Me masturbaba y cada vez era mucho mejor que la anterior, pero apareció en mi cabeza un elemento nuevo, la culpa. La misma fue creciendo al mismo ritmo que mi vicio de pajearme a la primera oportunidad de trancarme en el baño de la casa. Me hice una promesa, a lo mejor para aplacar la ira divina; durante la cuaresma no me iba a masturbar!
Mamá acostumbraba a celebrar la cuaresma con unas habichuelas dulce, invitó a nuestros vecinos norteamericanos que comieron hasta el cansancio cuantos platos mi vieja le servía en la mesa. Ela había venido con sus padres, por su blusa se dibujaban sus pezones, no podía quitar la mirada en ellos, pensaba que iban a salir disparados y sacarme los ojos del impacto. No pude terminar mi plato y me excusé para ir al baño y romper el mismo primer día mi promesa en cinco ocasiones.
Decepcionado conmigo por ser tan débil y el miedo al nuevo reproche del padre Justo me hice una nueva promesa, durante la semana santa me iba a mantener firme, no me iba a tocar.
Todo fue inútil, el lunes santo rompí por lo que me di una nueva oportunidad, pero en esta ocasión si que no podía fallar, el viernes santo no me iba a masturbar porque entonces iba a ofender el nombre de nuestro señor con mis morbosidades y con eso no se juega me dije. Les juro que casi cumplo, fui víctima del destino, todo se vino abajo en el lugar menos pensando, la iglesia!...durante la misa, cuando el padre nos invitaba a darnos el abrazo de la paz una joven mujer de senos firmes me abrazó más de lo normal y pude sentir como se clavaban en mi pecho sus deliciosas tetas que fueron motivo suficiente para convertirme en un irracional y en el mismo baño de la sacristía desfogarme a sabiendas de que nadie me salvaba del infierno.
A la semana siguiente abandonaba mi carrera religiosa a pesar de los reproches de mis padres. No pasó mucho tiempo para que me negara a ir a misa, ni siquiera a la del domingo estaba dispuesto a ir, no lo consideraba honesto de mi parte luego de lo sucedido. Como era de esperarse, mis padres al ver el alejamiento progresivo del menor de sus hijos se alarmaron a extremo, al principio quisieron obligarme para ante mi férrea resistencia se dieron por vencido.
A inicio de los años 80´s era muy poco lo que se hablaba con los hijos sobre la masturbación, lo poco era totalmente distorsionado, por un lado la iglesia repetía la absurda teoría de quien se masturbaba corría el riesgo de quedar ciego. En las calles, entre los amigos estaba otra versión más benévola, la misma no ha sido comprobada, mientras más te masturbas más te crece el pene.
Sacar tabúes de la cabeza de un ser humano puede llegar a ser muy complicado, a veces imposible. Con la llegada de mis dieciséis años cuestionaba la existencia de Dios, de su reino eterno etc, pero todavía pensaba que masturbarse no era correcto.
Me hice una cuarta promesa, iba a seguir hasta tener mi primer contacto sexual con una mujer. Ese mismo año inicié una especie de affaire con una muchacha que me llevaba unos cuatro años de edad. Ella desde el inicio controló la relación y cada vez que lo hicimos fue cuando y como ella quiso. Aquella situación provocó un aumento en la frecuencia de masturbarme. Una noche, luego de haber terminado de hacer el amor me dijo que se casaba dentro de dos meses con su novio de la universidad. Me vi solo de nuevo por lo que justificaba cada vez que me pajeaba.
Las promesas que hice luego fueron muchas, hasta cumplir los veinte, no, hasta llegar a los 30, cuando me case, cuando tenga un hijo etc. Nunca pude cumplir, me vi en serios problemas cuando mi pareja me descubrió una noche en la ducha, no hubo manera de convencerla que no estaba pensando en otra mujer, eso fue el principio del fin de nuestra relación. En menos de un mes hizo las maletas y dejó una nota escueta encima de la cama, nunca regresó.
Aunque he disminuido la frecuencia, nunca he parado de masturbarme. Hoy a mis cuarenta y dos años sigo con la vieja costumbre que inicié en el 1981. Abandoné la religión, casi dejo a un lado el deporte que amo, me abandonaron mujeres y la verdad es que no lo sufrí mucho. Sigo anhelando cada día un momentito a solas y así poder tener la libertad de imaginar que estoy con quien se me pega en gana, a lo mejor con Ela, con la universitaria o una actriz de cine de moda. La elección es mía, es mi imaginación y demasiado caro he pagado, creo que me lo merezco.
Vi Ho Purgatto Ancora!
martes, 22 de marzo de 2011
Una escritora invitada...
Saludos amigos lectores, comparto con ustedes un escrito de una amiga de muchos años, Abril Dronbjak. Nos conocimos en una noche donde en medio del bullicio nos descubrimos solos en un mundo abarrotado de gente que bailaba, sudaba y destilaba alcohol por los poros. Hablamos toda la noche de literatura, cine, filosofía y supimos que esto iba para largo. Tuvimos que hacer una pausa para no cansarnos de nosotros mismos, duró muchos años dicha pausa, temía que fuera para siempre, pero ya ven, estamos de nuevo conectados y caminamos por el mismo sendero que nos apasiona, escribir!...
De Abril:
Existen trivialidades en nuestras vidas que forman parte de lo que realmente somos.
Esas mismas trivialidades que forman parte de nosotros, nos hacen sentir vulnerables
o quizás en ese momento quisimos formar parte de la vulnerabilidad que nos envolvía.
Somos fundamentalmente seres débiles que nos afecta nuestro entorno
para recibir o impregnar cierta energía que se acentúa en determinadas circunstancias.
Realmente y sobres ciertos criterios acostumbramos de forma intrínseca nuestros sentires
y nos acoplamos en algún modo a nuestras reacciones como queriendo justificar
lo acontecido y atribuyendo a la supuesta lógica, pensamientos que forman parte de nosotros
o de alguna forma dejan de serlo, cuando algunas veces la expectativa se la lleva el viento.
Abril Dronbjak(1991)
De Abril:
Existen trivialidades en nuestras vidas que forman parte de lo que realmente somos.
Esas mismas trivialidades que forman parte de nosotros, nos hacen sentir vulnerables
o quizás en ese momento quisimos formar parte de la vulnerabilidad que nos envolvía.
Somos fundamentalmente seres débiles que nos afecta nuestro entorno
para recibir o impregnar cierta energía que se acentúa en determinadas circunstancias.
Realmente y sobres ciertos criterios acostumbramos de forma intrínseca nuestros sentires
y nos acoplamos en algún modo a nuestras reacciones como queriendo justificar
lo acontecido y atribuyendo a la supuesta lógica, pensamientos que forman parte de nosotros
o de alguna forma dejan de serlo, cuando algunas veces la expectativa se la lleva el viento.
Abril Dronbjak(1991)
sábado, 19 de marzo de 2011
Saturnalia...
Provocadora
Karen me llama a diario, me espera a la salida de mi trabajo. He dejado atrás mi rutina de salir con mis compañeros por estar con ella, sin que nadie más nos acompañe. Salimos a un café donde conversamos por horas sin importar quienes nos rodean o si pueden escuchar nuestras apasionadas conversaciones. No me molesta que se me queden mirando mientras reímos a carcajadas sin podernos detener.
Ha dormido en mi casa unas cuantas veces pues se hace tarde sin que nos demos cuenta. Como mi apartamento es pequeño duerme en mi cama, junto a mi. Por la madrugada puedo sentir sus movimientos, casi sin falta sube una de sus piernas sobre mi cuerpo. Lo hace tan delicadamente, inconsciente de que su pierna roza mi piel. Acomoda su cabeza sobre mi hombro y me tienta abrazarla hasta el amanecer.
Una vez las cosas fueron más lejos, yo me duchaba y antes de que me percatara ella abrió la puerta de la bañera y entró, tomó el jabón y lo pasó suavemente por mi espalda, podía sentir el agua bajar y sus manos tocarme mientras la espuma rodaba por mi cuerpo. No pude evitar que mi cuerpo reaccionara, le sonreí discretamente, intentando disimular que me sonroje. Intente disimular mi vergüenza metiéndome bajo la regadera, actuando lo mejor que pude que no me importaba, que no había pasado nada. Nunca mencionamos lo que sucedió, pero yo… no me sentía bien pues aunque quizá sea un tanto anticuado el tema de la fidelidad para mi tiene mucha importancia y mi pareja, no es Karen. Llevo una relación con otra persona desde hace un año, una relación estable que marcha por buen camino, hasta hay planes de boda. Mi pareja no vive aquí, pero es algo de lo que no quiero hablar mucho.
Karen es hermosa, una mujer a la que todos miran cuando entra a una habitación ni las mujeres se salvan de admirar su belleza. Que se fijara en mi es un halago muy grande, pero pienso en las consecuencias y en el que dirán de mi. Aun así, no puedo negar que me tienta la idea de que algo pueda suceder, de llevar las cosas a otro nivel. Para eso debo reunir el valor para dar el primer paso y robarle un beso, si me corresponde me entregare a ella, le daré las riendas del momento, sucumbiremos ante la pasión enredando nuestro cuerpos, le dejare hacer de mi lo que quiera.
Siento un miedo muy grande, puede que si esto pasa no tenga vuelta atrás… y si luego de esto me guste tanto que llegue a querer romper con mi novio y adentrarme en un mundo para mi desconocido. ¿Qué sería de mí si decido empezar una nueva vida con ella, como lesbiana? Si mi familia se entera seria mal visto, mi padre seguro no me volverá a dirigir la palabra; pero quizá nadie se tiene que enterar…
Nota:Versión corregida y de co-autoría de Yarased Martínez Angeles.
Karen me llama a diario, me espera a la salida de mi trabajo. He dejado atrás mi rutina de salir con mis compañeros por estar con ella, sin que nadie más nos acompañe. Salimos a un café donde conversamos por horas sin importar quienes nos rodean o si pueden escuchar nuestras apasionadas conversaciones. No me molesta que se me queden mirando mientras reímos a carcajadas sin podernos detener.
Ha dormido en mi casa unas cuantas veces pues se hace tarde sin que nos demos cuenta. Como mi apartamento es pequeño duerme en mi cama, junto a mi. Por la madrugada puedo sentir sus movimientos, casi sin falta sube una de sus piernas sobre mi cuerpo. Lo hace tan delicadamente, inconsciente de que su pierna roza mi piel. Acomoda su cabeza sobre mi hombro y me tienta abrazarla hasta el amanecer.
Una vez las cosas fueron más lejos, yo me duchaba y antes de que me percatara ella abrió la puerta de la bañera y entró, tomó el jabón y lo pasó suavemente por mi espalda, podía sentir el agua bajar y sus manos tocarme mientras la espuma rodaba por mi cuerpo. No pude evitar que mi cuerpo reaccionara, le sonreí discretamente, intentando disimular que me sonroje. Intente disimular mi vergüenza metiéndome bajo la regadera, actuando lo mejor que pude que no me importaba, que no había pasado nada. Nunca mencionamos lo que sucedió, pero yo… no me sentía bien pues aunque quizá sea un tanto anticuado el tema de la fidelidad para mi tiene mucha importancia y mi pareja, no es Karen. Llevo una relación con otra persona desde hace un año, una relación estable que marcha por buen camino, hasta hay planes de boda. Mi pareja no vive aquí, pero es algo de lo que no quiero hablar mucho.
Karen es hermosa, una mujer a la que todos miran cuando entra a una habitación ni las mujeres se salvan de admirar su belleza. Que se fijara en mi es un halago muy grande, pero pienso en las consecuencias y en el que dirán de mi. Aun así, no puedo negar que me tienta la idea de que algo pueda suceder, de llevar las cosas a otro nivel. Para eso debo reunir el valor para dar el primer paso y robarle un beso, si me corresponde me entregare a ella, le daré las riendas del momento, sucumbiremos ante la pasión enredando nuestro cuerpos, le dejare hacer de mi lo que quiera.
Siento un miedo muy grande, puede que si esto pasa no tenga vuelta atrás… y si luego de esto me guste tanto que llegue a querer romper con mi novio y adentrarme en un mundo para mi desconocido. ¿Qué sería de mí si decido empezar una nueva vida con ella, como lesbiana? Si mi familia se entera seria mal visto, mi padre seguro no me volverá a dirigir la palabra; pero quizá nadie se tiene que enterar…
Nota:Versión corregida y de co-autoría de Yarased Martínez Angeles.
viernes, 11 de marzo de 2011
Ahora les hablaré de mi...
Querido Doctorcito
-Don José se está agonizando y lo único que pide es verte, quiere pedirte perdón-Era mamá quien estaba al otro lado del teléfono y me contaba aquello.
-De cuál don José hablas? Conozco a varios don José-Le dije porque ya sospechaba lo que me iba a pedir luego, ir al campo donde vivía para cumplir el último deseo del futuro difunto.
-Sabes bien de quien estoy hablando. Quiero que salgas ahora mismo, a lo mejor y no ha muerto para cuando llegues-Dijo enérgicamente.
-Sí, a lo mejor no se ha muerto cuando llegue, pero igual y lo encuentro en coma y ni se entere que he ido-
-No importa, ve!, así la familia sabe que cumpliste-
-Es que yo no tengo que cumplir con nadie mamá-
-Eres mi hijo y te adoro, pero eres un ser lleno de rencor, eso no te hace bien mi amor, olvida el pasado, ya eres un hombre, pronto vas a ser padre, piensa en tu hijo, en tu esposa-
De pronto la voz de mamá se fue apagando hasta no escucharla a pesar de que estaba consciente de tenerla todavía al teléfono. Me miré al espejo que se encontraba al lado de la mesa donde estaba el aparato telefónico. Me miré y ya no era yo, por lo menos no el yo adulto, sino el niño de cinco años que fui. Me miré jugando en la terraza de la casa donde nací y viví por casi veinte años, papá estaba vivo y aún era joven, apenas unas canas asomaban en su pelo negro y rebelde. Era domingo, por lo general los domingos varios amigos, parientes, compadres, comadres pasaban por casa a saludar, algunos se quedaban a almorzar y no se marchaban hasta el anochecer con cena incluida.
Ese domingo estaba con papá y mi hermano viendo con beneplácito la nueva camada de gatos que habían nacido durante la semana. La madre era una gata blanca que por su tiempo en la familia, antes de mis padres casarse, era considerada como un miembro de la familia como cualquiera de los dos hijos. Había parido cuatro preciosos gatitos, a lo mejor por ser el menor de los hijos papá me dijo:
-Elije uno para ti-
Sin pensarlo dos veces señalé un gato blanco con manchas negras en los ojos y las patas.
-Parece un doctorcito-dijo mi hermano, y le llamamos así, el doctorcito.
Los visitantes fueron llegando y yo orgulloso mostré a todos mi nuevo gato. No hubo alguien que no elogiara lo hermoso que era, uno de los visitantes, un compadre de mis padres, don José, mostró un franco interés en llevarse el doctorcito a su casa.
-Aún está muy pequeño-le dijo papá y el asunto se olvidó por el momento.
El sol estaba radiante aquella mañana de domingo, me senté como de costumbre a deleitar mi taza de café en el balcón de mi apartamento. Calculaba el tiempo que me tomaría ir, estar en la casa con los parientes de don José, volver, era imposible regresar antes del anochecer. De nuevo sonó el teléfono, era mamá bastante enojada.
-Porqué me colgaste? No pienses que estás grande para mí…y irá a cumplir o no me llamo…-
El doctorcito se fue haciendo fuerte con los días, verlo jugar con sus hermanos era todo un pasa tiempo para la familia. Miraba a papá y comprendía seguido mi intención, su respuesta siempre fue la misma:
-No vamos a llenar la casa de gatos, te dije que sólo podías quedarte con uno, pero no más-
Ese fin de semana llegó de visita don José con todos sus hijos, algo me dijo: ¨ esconde el gato ¨ pero entre el pensar y el hacer pasó demasiado tiempo y flechó su mirada de nuevo en el doctorcito, se fue en halagos con el felino, no paraba de mencionar lo feliz que le haría tener un animalito que le hiciera compañía. Era mas que evidente su deseo de poseer al doctorcito. Papá un tanto indeciso le dijo que precisamente ése yo había elegido.
-No me niegue el antojo compadrito-manipuló a mi padre
-Es que se lo prometí al niño-Apenas susurró papá bajando la mirada para no encontrarse con la mía.
Cuando se es niño no tenemos una noción clara del tiempo, las horas pasan y no tenemos conciencia de las mismas. Ese domingo no recuerdo haber hecho otra cosa, de repente ya era lunes y tuve que ir a clases, para entonces cursaba el kindergarten. Regresé a la casa y lo primero que hice fue preguntar por mi juguete favorito, el doctorcito. Nadie me pudo responder, di inicio a una búsqueda por toda la casa, el patio, donde los vecinos y el doctorcito no aparecía. Volvía a preguntar, mamá me evitaba, tomaba el teléfono y fingía hablar con parientes y amigas de temas banales, me desesperaba. Mi hermano quedó en silencio al preguntarle y se marchó.
-Fue don José quien se lo llevó!-Grité enfurecido.
-No tienes prueba de ello, sabes que no es bueno acusar a alguien sin estar seguro-Me reprochó mamá
-Fue él, no lo niegues. Vamos a ir a su casa y me lo va tener que devolver-Dije resuelto.
Cuando papá llegó del trabajo fue víctima de mi rabieta, quería mi gato de regreso como diera lugar. Me negué a ingerir alimentos, casi abandonaba mi huelga de hambre cuando mamá me prometió que el próximo fin de semana iríamos a la casa de don José a ver si tenía el gato.
Durante la semana uno de los hijos de don José pasó por la casa, trajo unas gallinas de regalo para mamá de parte de su padre. No desperdicié la oportunidad para reclamarle mi gato y que en el fin de semana iría a buscarlo. El domingo siguiente fue imposible salir, un huracán azotaba la isla y no era prudente el viaje. Ante una nueva rabieta las promesas de mis padres aumentaron, sin falta el domingo siguiente iríamos a buscar el doctorcito.
De nuevo sonaba el teléfono, ya sabía que era mamá otra vez, las excusas se me acababan y ella no iba a ceder.
-Por qué no te has ido?-Preguntó
-No he decidido ir aún, creo tener ese derecho, no?-Le dije desafiante.
-Rafael, el perdón es divino, ve a la casa de don José. Escucha lo que tiene que decir, hazme caso mi amor-
-Te llamo en una hora mamá-
-A lo mejor en una hora ya ha muerto, llegar a su casa toma casi una hora, anda hijo, hazlo por mi-
El domingo en cuestión emprendimos camino bien temprano, al llegar fui el primero en salir del carro, corrí hasta la casa voceando:
-Ladrón!, devuélvame mi gato-
Don José salió a mi encuentro con una fusta que usaba para montar, al escuchar mis acusaciones en su contra me asestó un golpe con la fusta como si le pegara al lomo de uno de sus caballos.
-Mira muchachito culo cagao´, quién carajo te crees para venir a mi casa a manchar mi nombre y el de mi familia con acusaciones como esa. Si el compadre no te ha dado educación yo le hago los honores-
A punto de echarme a llorar, no tanto por el golpe, mas bien por sentirme intimidado por haber enfrentado a un adulto le dije:
-Yo quiero mi gato-
-Yo tengo un gato muy parecido al tuyo; pero, a tu gato le falta una oreja?-Preguntó, luego dijo:-Sígueme-
Caminamos hasta el corral donde estaba acurrucado un gato blanco con manchas negras en los ojos y las patas igual al doctorcito, como había dicho don José, el gato era idéntico al doctorcito excepto por una de sus orejas que se notaba había sido mutilada recientemente.
-Ese es tu gato?-Preguntó visiblemente enojado.
-Se parece, pero al doctorcito no le falta una oreja, no lo es-Admití y me eché a llorar.
Pasé todo el día llorando, la culpa me agobiaba. Cuando nos sentamos en la mesa para almorzar todos me miraban en silencio, no pude siquiera probar un bocado de lo que me sirvieron. Regresamos a la casa ya entrada la noche, al llegar fui directo donde estaba el resto de los gatos, uno por uno, incluyendo la madre, los fui estrangulando con mis manos. Sus cuerpos quedaron inertes, uno encima del otro como si durmieran, aquella noche el niño que había en mí también murió.
Corrí hasta mi carro y conducía de prisa, antes de media hora estaba entrando a la propiedad de don José. Entré en la casa y una de sus hijas salió a recibirme.
-Papá no ha dejado de preguntar por ti, quiere verte- Me dijo.
Pasamos a una habitación enorme, casi a oscuras, dos mujeres rezaban el rosario. Pregunté a la hija si era posible que me permitieran hablar a solas con don José, a una señal casi imperceptible las mujeres se pararon y salieron junto con la hija. Poco a poco fui adaptando mis pupilas a la penumbra. En la pared estaba colgada la fusta de montar, don José me miraba en silencio, pude apreciar el estuche de una navaja de afeitar de las antiguas en la mesita de noche, me acerqué más a la cama sin quitarle la vista a su rostro moribundo, no lo saludé.
Manejaba de regreso a casa lentamente, contemplaba el paisaje extasiado ante el verdor del panorama, el celular me sacaba de mis pensamientos al no dejar de timbrar incesantemente, lo tiré por la ventana. Al llegar a la casa dos patrullas de policías me esperaban, al salir del vehículo me rodearon y empujaron al bonete del carro, al tenerme esposado el oficial que comandaba el grupo metió la mano en uno de los bolsillos de mi pantalón y sacó una oreja humana totalmente ensangrentada.
A pesar de que don José no duraba otra hora más con vida fui acusado de homicidio premeditado con alevosía y acechanza. Durante el juicio permanecí en silencio, incluso cuando el juez me dictaba una pena de treinta años y un día. Cuando era conducido por dos policías a prisión mi hermano se acercó a mí, simplemente preguntó:
-Por qué lo hiciste?, qué te hizo don José?-
-Tienes el coraje de preguntarme lo que me hizo?-Le encaré.
-Yo también quería el gato-dijo mi hermano-cuando papá te lo regaló no lo pude soportar, en un momento de rabia fui con el gato al patio y lo enterré vivo, no sabes cuánto me he arrepentido de ello-
Nos miramos por varios segundos, guardamos silencio sin movernos hasta que uno de los policías me empujó y seguimos caminando. Aquel día estaba anunciado un huracán que azotaría toda la isla pero eso no fue motivo suficiente para posponer el cumplimiento de mi sentencia.
-Don José se está agonizando y lo único que pide es verte, quiere pedirte perdón-Era mamá quien estaba al otro lado del teléfono y me contaba aquello.
-De cuál don José hablas? Conozco a varios don José-Le dije porque ya sospechaba lo que me iba a pedir luego, ir al campo donde vivía para cumplir el último deseo del futuro difunto.
-Sabes bien de quien estoy hablando. Quiero que salgas ahora mismo, a lo mejor y no ha muerto para cuando llegues-Dijo enérgicamente.
-Sí, a lo mejor no se ha muerto cuando llegue, pero igual y lo encuentro en coma y ni se entere que he ido-
-No importa, ve!, así la familia sabe que cumpliste-
-Es que yo no tengo que cumplir con nadie mamá-
-Eres mi hijo y te adoro, pero eres un ser lleno de rencor, eso no te hace bien mi amor, olvida el pasado, ya eres un hombre, pronto vas a ser padre, piensa en tu hijo, en tu esposa-
De pronto la voz de mamá se fue apagando hasta no escucharla a pesar de que estaba consciente de tenerla todavía al teléfono. Me miré al espejo que se encontraba al lado de la mesa donde estaba el aparato telefónico. Me miré y ya no era yo, por lo menos no el yo adulto, sino el niño de cinco años que fui. Me miré jugando en la terraza de la casa donde nací y viví por casi veinte años, papá estaba vivo y aún era joven, apenas unas canas asomaban en su pelo negro y rebelde. Era domingo, por lo general los domingos varios amigos, parientes, compadres, comadres pasaban por casa a saludar, algunos se quedaban a almorzar y no se marchaban hasta el anochecer con cena incluida.
Ese domingo estaba con papá y mi hermano viendo con beneplácito la nueva camada de gatos que habían nacido durante la semana. La madre era una gata blanca que por su tiempo en la familia, antes de mis padres casarse, era considerada como un miembro de la familia como cualquiera de los dos hijos. Había parido cuatro preciosos gatitos, a lo mejor por ser el menor de los hijos papá me dijo:
-Elije uno para ti-
Sin pensarlo dos veces señalé un gato blanco con manchas negras en los ojos y las patas.
-Parece un doctorcito-dijo mi hermano, y le llamamos así, el doctorcito.
Los visitantes fueron llegando y yo orgulloso mostré a todos mi nuevo gato. No hubo alguien que no elogiara lo hermoso que era, uno de los visitantes, un compadre de mis padres, don José, mostró un franco interés en llevarse el doctorcito a su casa.
-Aún está muy pequeño-le dijo papá y el asunto se olvidó por el momento.
El sol estaba radiante aquella mañana de domingo, me senté como de costumbre a deleitar mi taza de café en el balcón de mi apartamento. Calculaba el tiempo que me tomaría ir, estar en la casa con los parientes de don José, volver, era imposible regresar antes del anochecer. De nuevo sonó el teléfono, era mamá bastante enojada.
-Porqué me colgaste? No pienses que estás grande para mí…y irá a cumplir o no me llamo…-
El doctorcito se fue haciendo fuerte con los días, verlo jugar con sus hermanos era todo un pasa tiempo para la familia. Miraba a papá y comprendía seguido mi intención, su respuesta siempre fue la misma:
-No vamos a llenar la casa de gatos, te dije que sólo podías quedarte con uno, pero no más-
Ese fin de semana llegó de visita don José con todos sus hijos, algo me dijo: ¨ esconde el gato ¨ pero entre el pensar y el hacer pasó demasiado tiempo y flechó su mirada de nuevo en el doctorcito, se fue en halagos con el felino, no paraba de mencionar lo feliz que le haría tener un animalito que le hiciera compañía. Era mas que evidente su deseo de poseer al doctorcito. Papá un tanto indeciso le dijo que precisamente ése yo había elegido.
-No me niegue el antojo compadrito-manipuló a mi padre
-Es que se lo prometí al niño-Apenas susurró papá bajando la mirada para no encontrarse con la mía.
Cuando se es niño no tenemos una noción clara del tiempo, las horas pasan y no tenemos conciencia de las mismas. Ese domingo no recuerdo haber hecho otra cosa, de repente ya era lunes y tuve que ir a clases, para entonces cursaba el kindergarten. Regresé a la casa y lo primero que hice fue preguntar por mi juguete favorito, el doctorcito. Nadie me pudo responder, di inicio a una búsqueda por toda la casa, el patio, donde los vecinos y el doctorcito no aparecía. Volvía a preguntar, mamá me evitaba, tomaba el teléfono y fingía hablar con parientes y amigas de temas banales, me desesperaba. Mi hermano quedó en silencio al preguntarle y se marchó.
-Fue don José quien se lo llevó!-Grité enfurecido.
-No tienes prueba de ello, sabes que no es bueno acusar a alguien sin estar seguro-Me reprochó mamá
-Fue él, no lo niegues. Vamos a ir a su casa y me lo va tener que devolver-Dije resuelto.
Cuando papá llegó del trabajo fue víctima de mi rabieta, quería mi gato de regreso como diera lugar. Me negué a ingerir alimentos, casi abandonaba mi huelga de hambre cuando mamá me prometió que el próximo fin de semana iríamos a la casa de don José a ver si tenía el gato.
Durante la semana uno de los hijos de don José pasó por la casa, trajo unas gallinas de regalo para mamá de parte de su padre. No desperdicié la oportunidad para reclamarle mi gato y que en el fin de semana iría a buscarlo. El domingo siguiente fue imposible salir, un huracán azotaba la isla y no era prudente el viaje. Ante una nueva rabieta las promesas de mis padres aumentaron, sin falta el domingo siguiente iríamos a buscar el doctorcito.
De nuevo sonaba el teléfono, ya sabía que era mamá otra vez, las excusas se me acababan y ella no iba a ceder.
-Por qué no te has ido?-Preguntó
-No he decidido ir aún, creo tener ese derecho, no?-Le dije desafiante.
-Rafael, el perdón es divino, ve a la casa de don José. Escucha lo que tiene que decir, hazme caso mi amor-
-Te llamo en una hora mamá-
-A lo mejor en una hora ya ha muerto, llegar a su casa toma casi una hora, anda hijo, hazlo por mi-
El domingo en cuestión emprendimos camino bien temprano, al llegar fui el primero en salir del carro, corrí hasta la casa voceando:
-Ladrón!, devuélvame mi gato-
Don José salió a mi encuentro con una fusta que usaba para montar, al escuchar mis acusaciones en su contra me asestó un golpe con la fusta como si le pegara al lomo de uno de sus caballos.
-Mira muchachito culo cagao´, quién carajo te crees para venir a mi casa a manchar mi nombre y el de mi familia con acusaciones como esa. Si el compadre no te ha dado educación yo le hago los honores-
A punto de echarme a llorar, no tanto por el golpe, mas bien por sentirme intimidado por haber enfrentado a un adulto le dije:
-Yo quiero mi gato-
-Yo tengo un gato muy parecido al tuyo; pero, a tu gato le falta una oreja?-Preguntó, luego dijo:-Sígueme-
Caminamos hasta el corral donde estaba acurrucado un gato blanco con manchas negras en los ojos y las patas igual al doctorcito, como había dicho don José, el gato era idéntico al doctorcito excepto por una de sus orejas que se notaba había sido mutilada recientemente.
-Ese es tu gato?-Preguntó visiblemente enojado.
-Se parece, pero al doctorcito no le falta una oreja, no lo es-Admití y me eché a llorar.
Pasé todo el día llorando, la culpa me agobiaba. Cuando nos sentamos en la mesa para almorzar todos me miraban en silencio, no pude siquiera probar un bocado de lo que me sirvieron. Regresamos a la casa ya entrada la noche, al llegar fui directo donde estaba el resto de los gatos, uno por uno, incluyendo la madre, los fui estrangulando con mis manos. Sus cuerpos quedaron inertes, uno encima del otro como si durmieran, aquella noche el niño que había en mí también murió.
Corrí hasta mi carro y conducía de prisa, antes de media hora estaba entrando a la propiedad de don José. Entré en la casa y una de sus hijas salió a recibirme.
-Papá no ha dejado de preguntar por ti, quiere verte- Me dijo.
Pasamos a una habitación enorme, casi a oscuras, dos mujeres rezaban el rosario. Pregunté a la hija si era posible que me permitieran hablar a solas con don José, a una señal casi imperceptible las mujeres se pararon y salieron junto con la hija. Poco a poco fui adaptando mis pupilas a la penumbra. En la pared estaba colgada la fusta de montar, don José me miraba en silencio, pude apreciar el estuche de una navaja de afeitar de las antiguas en la mesita de noche, me acerqué más a la cama sin quitarle la vista a su rostro moribundo, no lo saludé.
Manejaba de regreso a casa lentamente, contemplaba el paisaje extasiado ante el verdor del panorama, el celular me sacaba de mis pensamientos al no dejar de timbrar incesantemente, lo tiré por la ventana. Al llegar a la casa dos patrullas de policías me esperaban, al salir del vehículo me rodearon y empujaron al bonete del carro, al tenerme esposado el oficial que comandaba el grupo metió la mano en uno de los bolsillos de mi pantalón y sacó una oreja humana totalmente ensangrentada.
A pesar de que don José no duraba otra hora más con vida fui acusado de homicidio premeditado con alevosía y acechanza. Durante el juicio permanecí en silencio, incluso cuando el juez me dictaba una pena de treinta años y un día. Cuando era conducido por dos policías a prisión mi hermano se acercó a mí, simplemente preguntó:
-Por qué lo hiciste?, qué te hizo don José?-
-Tienes el coraje de preguntarme lo que me hizo?-Le encaré.
-Yo también quería el gato-dijo mi hermano-cuando papá te lo regaló no lo pude soportar, en un momento de rabia fui con el gato al patio y lo enterré vivo, no sabes cuánto me he arrepentido de ello-
Nos miramos por varios segundos, guardamos silencio sin movernos hasta que uno de los policías me empujó y seguimos caminando. Aquel día estaba anunciado un huracán que azotaría toda la isla pero eso no fue motivo suficiente para posponer el cumplimiento de mi sentencia.
viernes, 4 de marzo de 2011
Gloriosos Años 70´s...
Pequeña Crónica de un Fan…
Mi hermano Antonio nunca tuvo en sus manos una cámara de video pero creaba escenas de películas imaginarias donde era el protagonista de unos Thriller de acción y artes marciales. El resto de sus hermanos, siempre la hacíamos de malos. Los rodajes iniciaban los domingos por la tarde luego de haber ido a la función de matinée en cualquiera de los cines del centro de la ciudad. Nunca escribió en un papel un guión, las historias eran muy parecidas a la película exhibida aquella tarde. Cuando era una película de Bruce Lee, el cual era su héroe favorito, el empeño de Antonio porque todo quedara perfecto era mucho mayor. Imitaba los gestos y movimientos al pelear de Bruce Lee. Se dejó crecer el pelo para poder darse el mismo corte que el que usó Lee en ¨Operación Dragón¨, aprendió a comer con los palitos chinos, su obsesión rayaba en la locura.
Cuando una escena no le quedaba como él imaginaba era perfecta, se enojaba al punto de transformarse del hermano amoroso y paternal que era en un ser grotesco y gruñón.
El plató de filmación siempre era el enorme patio trasero de la casona donde vivíamos en Bella Vista, Santiago. Su gran cantidad de árboles le daban un aire de bosque urbano, y entre las matas de mangos, naranjales o limoncillos librábamos combates a puños y patadas.
Antonio practicaba Kung Fu desde hacía varios años en la escuela del chino Johnny Fong. Pronto se destacó entre los alumnos y fue uno de los primeros en recibir el cinturón negro (1). Para la ocasión se mandó a confeccionar el mismo uniforme blanco con pantalones negro que Bruce Lee usara en El Gran Jefe. Lo aprendido en el dojo nos lo enseñaba en casa con rigurosa disciplina. El mismo nos otorgó cinturones a cada uno de nosotros, no recuerdo haber pasado del verde por lo exigente que era al momento de examinarnos.
A pesar de verle hasta el cansancio practicar los puños y patadas, barridas, saltos giratorios etc., todos anhelábamos que se presentara la oportunidad de una pelea real, en la calle, contra uno que en realidad fuera un bandido. Nuestro deseo se cumplió una noche en que el loco Machuca, un mastodonte que sobrepasaba los seis pies de estatura y las doscientas libras de peso se escapó del cuartito donde su familia lo tenía encerrado por lo violento que se había tornado. Machuca corría por la calle con un palo en su mano amenazando a todo aquel que se le cruzara en su camino. Antonio regresaba aquella noche del liceo donde cursaba el bachillerato y sin notarlo había sido elegido como la siguiente víctima del loco.
No tuvimos tiempo de advertirle a nuestro hermano de la amenaza, pero quedamos boquiabiertos cuando Machuca lanzó el primer golpe que apenas logró evitar Antonio con un rápido movimiento de caderas como lo hizo Bruce Lee en Contacto en China en la escena donde pelea contra un Samurai que le atacaba con una katana en sus manos. Seguido, Antonio le pateó el brazo que sostenía el palo y cayó lejos del alcance del orate. Al verse desarmado le fue encima pero fue recibido con una patada en el pecho que lo lanzó varios metros hacia atrás como lo hizo Bruce Lee con Chuck Norris en El Retorno del Dragón. Herido, pero más enojado aún, se puso de pie Machuca y atacó de nuevo, el resultado fue otro golpe certero que lo derribó de forma humillante. Se puso de pie otra vez, pero ahora para escapar de Antonio y encerrarse por voluntad propia en su cuartito de cautiverio.
Todos rodeamos a Antonio alabando su destreza que sin lugar a dudas eran similares a las del gran Bruce Lee. Al siguiente domingo, al momento de rodar la acostumbrada escena, noté que el elenco había aumentado en más de treinta muchachos del barrio ansiosos por ser alumnos del héroe del momento. Ahora debía compartir a mi hermano con extraños y ver como ya no era uno de sus alumnos preferidos en sus clases diarias. Muchos de los chicos que entraron nos superaron pronto en agilidad, y aprendían con la misma rapidez que lo hizo Antonio con el chino Johnny Fong.
Antonio organizó con su nuevo reparto de actores la recreación casi total de Operación Dragón. Yo soñaba con obtener por lo menos el papel de O’hara (interpretado por el actor Robert Wall), uno de los rivales de Bruce Lee en el film, pero me vi relegado como un extra cualquiera que ni siquiera era golpeado por el protagonista.
Antonio no era sólo artes marciales, llevaba una doble vida que muy pocos conocían. En casa nos enteramos cuando la policía rompió a patadas la puerta principal de la casa y entraba derribando todo a su paso. No había salido aún el sol por lo que sorprendieron a Antonio todavía durmiendo en su cama donde le golpearon salvajemente con sus macanas, no pudo siquiera defenderse. Lo arrastraron dos policías para meterlo dentro de una de las tristemente celebres ¨perreras¨, Antonio recobró el conocimiento y herido como estaba sacó fuerzas para librarse de sus captores y con la velocidad de movimientos que le caracterizaba dejaba sin conocimiento a los policías y lograba escapar. Antonio, al igual que Bruce Lee en Contacto en China se había convertido en un prófugo de la ley.
Una noche vino a la casa un amigo de Antonio que estudiaba con él en el mismo liceo y también era miembro del mismo movimiento estudiantil, habló por más de una hora con mis padres a solas. Nosotros nos pegamos a la puerta de la habitación donde se encerraron. Pudimos escuchar fragmentos de la conversación, entre ellos la mala noticia de que tenían que sacar del país como diera lugar a mi hermano para poder salvar su vida, mis padres estuvieron de acuerdo. El amigo les dijo que habían pensado irse a México y desde allí podrían cruzar a los Estados Unidos y reunirse con unos parientes que vivían en New York.
-Dile que no se vaya sin despedirse- Suplicó mamá al amigo antes de marcharse, por su voz se escapó una ráfaga de dolor y temor que todas las madres sufrieron durante los 12 años de gobierno del Dictador Enano.
-No les prometo nada, la cosa está muy peligrosa- Respondió el amigo y se marchó.
Dos noches después dormía ya cuando una mano cubrió mi boca, al abrir los ojos con sorpresa y alegría descubrí el bello rostro en la penumbra de mi hermano Antonio que seguido se llevó un dedo a los labios invitándome a guardar silencio. Uno por uno fue despertando a todos los miembros de la familia. Nos reunimos en el comedor y nos abrazamos todos en silencio, estoy seguro de que lloramos todos.
-Debo irme seguido, mañana partimos hacia Manzanillo donde nos espera un barco que nos llevará a México, prometo escribir cuando pise tierra- Susurró mi hermano tratando de tranquilizarnos.
-Cuídate hijo- Apenas pudo balbucear papá
De pronto fuimos golpeados por una luz intensa que brevemente nos aturdió, parecía como si el sol de repente había aparecido y se infiltrara entre las rendijas de la casa. Del temor pasamos al terror cuando escuchamos a través de un megáfono la voz afeminada del sargento Cascarita(2) gritar:
-Antonio, estás rodeado!. No tienes escapatoria, es mejor que salgas con las manos en alto si quieres conservar tu vida.-
-Vienen por el patio!- Gritó casi llorando mi hermano Pablo que se había asomado a una persiana.
El mismo patio donde simulamos rodar infinidad de películas estaba plagado de enemigos reales, enemigos que portaban carabinas y pistolas y que no dudarían en disparar.
Por un momento creí ver en el rostro de Antonio algo parecido al temor, miedo que cualquier ser humano en una situación tal sentiría, pero nunca un personaje como Bruce Lee o mi hermano Antonio.
-Aquí sólo hay una solución- Dijo Antonio con voz grave y caminó hasta la puerta principal, desde allí volvió su rostro para sonreírnos con esa gracia única que poseía. Nunca imaginé a mis ocho años lo que pensaba hacer.
En la escena final de Contacto en China, Bruce Lee se ve rodeado en la escuela donde practicaba por el ejército japonés, sale y cuando le apuntan con los fusiles corre como lo hizo Antonio al salir de la casa y ver las patrullas en el frente y los policías con sus armas homicidas y despiadadas apuntando a su cuerpo ansiosas de muerte. Antonio saltó y extendió su pierna al igual que Bruce Lee en esa escena final, ambos dispuestos a vender cara su vida, los disparos se escucharon y el The End anunciaba el final de la película de Bruce Lee, Antonio no tuvo la misma suerte que el actor, su cuerpo cayó estrepitosamente al suelo lleno de balas.
Bruce Lee murió en la vida real el 20 de Julio de 1973, iba a cumplir 33 años. Estaba en la cúspide de su carrera cinematográfica, nunca pudo ver finalizada su película El Juego de la Muerte. Antonio murió el 5 de Mayo de 1976, iba a cumplir 19 años, estaba apenas comenzando a vivir su vida.
Al entierro de Bruce Lee asistieron más de veinte mil personas de todas partes del mundo. Le rindieron tributo frente a su féretro los grandes maestros de los diferentes estilos de artes marciales. Al entierro de Antonio apenas asistieron mamá y papá escoltados por varias patrullas de la policía. Nosotros nos quedamos en casa porque papá no consideró prudente arriesgarnos con los policías.
A Bruce Lee le recuerdan cada año con homenajes en la prensa, televisión, festivales de cine y otros. Tal parece que no ha muerto. A Antonio le recordamos sus familiares, aunque ya ni siquiera le mencionamos por no abrir viejas heridas, nunca sus amigos nos visitaron para darnos el pésame, ni siquiera le mencionaron en la lista de asesinados durante la dictadura. Tal parece que nunca existió.
(1)En el Kung Fu no se usan los cinturones como en el Karate, se les llaman Fajas.
(2)El sargento Cascarita es un personaje de otra historia de Gloriosos Años 70´s
Nota: Antonio como tal es un personaje ficticio, pero bien pudo ser mi hermano Pedro Antonio de quien tomo bastante para escribir la historia. Antonio también soy yo, mis hermanos Pablo y Miguel, mis hermanas Laly y Josie. Antonio es mi padre Alfonso, y mi madre Gloria que formaron parte de la ¨generación del miedo¨, es Amín Abel Hasbún, es Orlando Martínez Howley y su hermano Edmundo. Es Sagrario, el Moreno, Amaury o cualquiera de los más de ocho mil dominicanos que murieron durante los 12 años de la dictadura de Joaquín Balaguer.
Vi Ho Purgatto Ancora!
Mi hermano Antonio nunca tuvo en sus manos una cámara de video pero creaba escenas de películas imaginarias donde era el protagonista de unos Thriller de acción y artes marciales. El resto de sus hermanos, siempre la hacíamos de malos. Los rodajes iniciaban los domingos por la tarde luego de haber ido a la función de matinée en cualquiera de los cines del centro de la ciudad. Nunca escribió en un papel un guión, las historias eran muy parecidas a la película exhibida aquella tarde. Cuando era una película de Bruce Lee, el cual era su héroe favorito, el empeño de Antonio porque todo quedara perfecto era mucho mayor. Imitaba los gestos y movimientos al pelear de Bruce Lee. Se dejó crecer el pelo para poder darse el mismo corte que el que usó Lee en ¨Operación Dragón¨, aprendió a comer con los palitos chinos, su obsesión rayaba en la locura.
Cuando una escena no le quedaba como él imaginaba era perfecta, se enojaba al punto de transformarse del hermano amoroso y paternal que era en un ser grotesco y gruñón.
El plató de filmación siempre era el enorme patio trasero de la casona donde vivíamos en Bella Vista, Santiago. Su gran cantidad de árboles le daban un aire de bosque urbano, y entre las matas de mangos, naranjales o limoncillos librábamos combates a puños y patadas.
Antonio practicaba Kung Fu desde hacía varios años en la escuela del chino Johnny Fong. Pronto se destacó entre los alumnos y fue uno de los primeros en recibir el cinturón negro (1). Para la ocasión se mandó a confeccionar el mismo uniforme blanco con pantalones negro que Bruce Lee usara en El Gran Jefe. Lo aprendido en el dojo nos lo enseñaba en casa con rigurosa disciplina. El mismo nos otorgó cinturones a cada uno de nosotros, no recuerdo haber pasado del verde por lo exigente que era al momento de examinarnos.
A pesar de verle hasta el cansancio practicar los puños y patadas, barridas, saltos giratorios etc., todos anhelábamos que se presentara la oportunidad de una pelea real, en la calle, contra uno que en realidad fuera un bandido. Nuestro deseo se cumplió una noche en que el loco Machuca, un mastodonte que sobrepasaba los seis pies de estatura y las doscientas libras de peso se escapó del cuartito donde su familia lo tenía encerrado por lo violento que se había tornado. Machuca corría por la calle con un palo en su mano amenazando a todo aquel que se le cruzara en su camino. Antonio regresaba aquella noche del liceo donde cursaba el bachillerato y sin notarlo había sido elegido como la siguiente víctima del loco.
No tuvimos tiempo de advertirle a nuestro hermano de la amenaza, pero quedamos boquiabiertos cuando Machuca lanzó el primer golpe que apenas logró evitar Antonio con un rápido movimiento de caderas como lo hizo Bruce Lee en Contacto en China en la escena donde pelea contra un Samurai que le atacaba con una katana en sus manos. Seguido, Antonio le pateó el brazo que sostenía el palo y cayó lejos del alcance del orate. Al verse desarmado le fue encima pero fue recibido con una patada en el pecho que lo lanzó varios metros hacia atrás como lo hizo Bruce Lee con Chuck Norris en El Retorno del Dragón. Herido, pero más enojado aún, se puso de pie Machuca y atacó de nuevo, el resultado fue otro golpe certero que lo derribó de forma humillante. Se puso de pie otra vez, pero ahora para escapar de Antonio y encerrarse por voluntad propia en su cuartito de cautiverio.
Todos rodeamos a Antonio alabando su destreza que sin lugar a dudas eran similares a las del gran Bruce Lee. Al siguiente domingo, al momento de rodar la acostumbrada escena, noté que el elenco había aumentado en más de treinta muchachos del barrio ansiosos por ser alumnos del héroe del momento. Ahora debía compartir a mi hermano con extraños y ver como ya no era uno de sus alumnos preferidos en sus clases diarias. Muchos de los chicos que entraron nos superaron pronto en agilidad, y aprendían con la misma rapidez que lo hizo Antonio con el chino Johnny Fong.
Antonio organizó con su nuevo reparto de actores la recreación casi total de Operación Dragón. Yo soñaba con obtener por lo menos el papel de O’hara (interpretado por el actor Robert Wall), uno de los rivales de Bruce Lee en el film, pero me vi relegado como un extra cualquiera que ni siquiera era golpeado por el protagonista.
Antonio no era sólo artes marciales, llevaba una doble vida que muy pocos conocían. En casa nos enteramos cuando la policía rompió a patadas la puerta principal de la casa y entraba derribando todo a su paso. No había salido aún el sol por lo que sorprendieron a Antonio todavía durmiendo en su cama donde le golpearon salvajemente con sus macanas, no pudo siquiera defenderse. Lo arrastraron dos policías para meterlo dentro de una de las tristemente celebres ¨perreras¨, Antonio recobró el conocimiento y herido como estaba sacó fuerzas para librarse de sus captores y con la velocidad de movimientos que le caracterizaba dejaba sin conocimiento a los policías y lograba escapar. Antonio, al igual que Bruce Lee en Contacto en China se había convertido en un prófugo de la ley.
Una noche vino a la casa un amigo de Antonio que estudiaba con él en el mismo liceo y también era miembro del mismo movimiento estudiantil, habló por más de una hora con mis padres a solas. Nosotros nos pegamos a la puerta de la habitación donde se encerraron. Pudimos escuchar fragmentos de la conversación, entre ellos la mala noticia de que tenían que sacar del país como diera lugar a mi hermano para poder salvar su vida, mis padres estuvieron de acuerdo. El amigo les dijo que habían pensado irse a México y desde allí podrían cruzar a los Estados Unidos y reunirse con unos parientes que vivían en New York.
-Dile que no se vaya sin despedirse- Suplicó mamá al amigo antes de marcharse, por su voz se escapó una ráfaga de dolor y temor que todas las madres sufrieron durante los 12 años de gobierno del Dictador Enano.
-No les prometo nada, la cosa está muy peligrosa- Respondió el amigo y se marchó.
Dos noches después dormía ya cuando una mano cubrió mi boca, al abrir los ojos con sorpresa y alegría descubrí el bello rostro en la penumbra de mi hermano Antonio que seguido se llevó un dedo a los labios invitándome a guardar silencio. Uno por uno fue despertando a todos los miembros de la familia. Nos reunimos en el comedor y nos abrazamos todos en silencio, estoy seguro de que lloramos todos.
-Debo irme seguido, mañana partimos hacia Manzanillo donde nos espera un barco que nos llevará a México, prometo escribir cuando pise tierra- Susurró mi hermano tratando de tranquilizarnos.
-Cuídate hijo- Apenas pudo balbucear papá
De pronto fuimos golpeados por una luz intensa que brevemente nos aturdió, parecía como si el sol de repente había aparecido y se infiltrara entre las rendijas de la casa. Del temor pasamos al terror cuando escuchamos a través de un megáfono la voz afeminada del sargento Cascarita(2) gritar:
-Antonio, estás rodeado!. No tienes escapatoria, es mejor que salgas con las manos en alto si quieres conservar tu vida.-
-Vienen por el patio!- Gritó casi llorando mi hermano Pablo que se había asomado a una persiana.
El mismo patio donde simulamos rodar infinidad de películas estaba plagado de enemigos reales, enemigos que portaban carabinas y pistolas y que no dudarían en disparar.
Por un momento creí ver en el rostro de Antonio algo parecido al temor, miedo que cualquier ser humano en una situación tal sentiría, pero nunca un personaje como Bruce Lee o mi hermano Antonio.
-Aquí sólo hay una solución- Dijo Antonio con voz grave y caminó hasta la puerta principal, desde allí volvió su rostro para sonreírnos con esa gracia única que poseía. Nunca imaginé a mis ocho años lo que pensaba hacer.
En la escena final de Contacto en China, Bruce Lee se ve rodeado en la escuela donde practicaba por el ejército japonés, sale y cuando le apuntan con los fusiles corre como lo hizo Antonio al salir de la casa y ver las patrullas en el frente y los policías con sus armas homicidas y despiadadas apuntando a su cuerpo ansiosas de muerte. Antonio saltó y extendió su pierna al igual que Bruce Lee en esa escena final, ambos dispuestos a vender cara su vida, los disparos se escucharon y el The End anunciaba el final de la película de Bruce Lee, Antonio no tuvo la misma suerte que el actor, su cuerpo cayó estrepitosamente al suelo lleno de balas.
Bruce Lee murió en la vida real el 20 de Julio de 1973, iba a cumplir 33 años. Estaba en la cúspide de su carrera cinematográfica, nunca pudo ver finalizada su película El Juego de la Muerte. Antonio murió el 5 de Mayo de 1976, iba a cumplir 19 años, estaba apenas comenzando a vivir su vida.
Al entierro de Bruce Lee asistieron más de veinte mil personas de todas partes del mundo. Le rindieron tributo frente a su féretro los grandes maestros de los diferentes estilos de artes marciales. Al entierro de Antonio apenas asistieron mamá y papá escoltados por varias patrullas de la policía. Nosotros nos quedamos en casa porque papá no consideró prudente arriesgarnos con los policías.
A Bruce Lee le recuerdan cada año con homenajes en la prensa, televisión, festivales de cine y otros. Tal parece que no ha muerto. A Antonio le recordamos sus familiares, aunque ya ni siquiera le mencionamos por no abrir viejas heridas, nunca sus amigos nos visitaron para darnos el pésame, ni siquiera le mencionaron en la lista de asesinados durante la dictadura. Tal parece que nunca existió.
(1)En el Kung Fu no se usan los cinturones como en el Karate, se les llaman Fajas.
(2)El sargento Cascarita es un personaje de otra historia de Gloriosos Años 70´s
Nota: Antonio como tal es un personaje ficticio, pero bien pudo ser mi hermano Pedro Antonio de quien tomo bastante para escribir la historia. Antonio también soy yo, mis hermanos Pablo y Miguel, mis hermanas Laly y Josie. Antonio es mi padre Alfonso, y mi madre Gloria que formaron parte de la ¨generación del miedo¨, es Amín Abel Hasbún, es Orlando Martínez Howley y su hermano Edmundo. Es Sagrario, el Moreno, Amaury o cualquiera de los más de ocho mil dominicanos que murieron durante los 12 años de la dictadura de Joaquín Balaguer.
Vi Ho Purgatto Ancora!
miércoles, 2 de marzo de 2011
4ta Temporada de Escritor en Pena...
Saludos amigos lectores, el viernes 4 de Marzo damos inicio a las publicaciones de cuentos y relatos que formarán parte de la Cuarta Temporada del blog. Espero seguir contando con su apoyo de siempre, y por qué no, sus comentarios. Hasta entonces!
domingo, 16 de enero de 2011
La 4ta. temporada de Escritor en Pena en camino...
Saludos amigos lectores, ya viene muy pronto la 4ta.Temporada de cuentos, relatos, narrativa de Escritor en Pena. Nuevas historias, nuevos personajes. Esperamos contar con el apoyo de ustedes, el que siempre nos han brindado.
Recuerden que si quieren publicar sus escritos se pueden poner en contacto con nosotros y lo hacemos con mucho gusto.
Rafael Rodríguez Torres
rafael_2004@hotmail.com
Recuerden que si quieren publicar sus escritos se pueden poner en contacto con nosotros y lo hacemos con mucho gusto.
Rafael Rodríguez Torres
rafael_2004@hotmail.com
martes, 11 de enero de 2011
Una escritora invitada...
Respuesta a un poema que publiqué el 1ero de Noviembre del 2008, sábado. Escrito por Abril G.
Aunque en la soledad has descubierto que te has condenado, quisiste con dulzura encadenarte a pesar de que me extrañas,
confieso que de alguna manera has logrado con tu soledad hacer eco en la libertad de tus palabras que llegan en lo profundo de mis pensamientos y mis recuerdos,
tienes una libertad que aunque te hace daño es la misma que te proporciona pasiones que te hacen sentir cada dia mas vivo,
tienes una parte de mi con cada minuto y cada palabra que te doy,
nunca escapes de esa intensidad, conservala siempre, es tuya, tómala,
no lograras salir de ella,
por que forma parte de ti.
Aunque en la soledad has descubierto que te has condenado, quisiste con dulzura encadenarte a pesar de que me extrañas,
confieso que de alguna manera has logrado con tu soledad hacer eco en la libertad de tus palabras que llegan en lo profundo de mis pensamientos y mis recuerdos,
tienes una libertad que aunque te hace daño es la misma que te proporciona pasiones que te hacen sentir cada dia mas vivo,
tienes una parte de mi con cada minuto y cada palabra que te doy,
nunca escapes de esa intensidad, conservala siempre, es tuya, tómala,
no lograras salir de ella,
por que forma parte de ti.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)