sábado, 2 de abril de 2011

Ahora les hablaré de mi...

Oda a la paja…

¨Mi mano ahuyentó soledades
tomando tu forma precisa,
la piel que te hice en el aire
recibe un temblor de semilla.

Un quieto cansancio me esparce,
tu imagen se borra enseguida,
me llena una ausencia de hambre
y un dulce calor de saliva.

Dentro
me quemo por ti,
me vierto sin ti
y nace un muerto. ¨ Silvio Rodríguez y Luis Eduardo Aute ¨Dentro¨

Mi primera paja fue mucho más intensa que la sensación que sentí cuando hice el amor por primera vez. Recuerdo aquel sábado de febrero cuando me juntaba en una esquina del barrio con el grupo de amigos que eran parte del club del fútbol de la zona. Teníamos un partido de la liga infantil de la ciudad. Al llegar al grupo seguido mostré interés en el tema que trataban, la paja!

Soy el sexto hijo de una pareja de creyentes devotos y fervientes del cristianismo, salidos de un campo de San José de las Matas, por lo que comprenderán que ciertos temas en casa no se tocaban.

A pesar de que nunca había escuchado hablar de la masturbación, mi instinto me puso en alerta y escuchaba en silencio las diferentes versiones y nombres que tenía el sexo solitario. Uno de los chicos dijo que la más placentera era la de copita, otro aseguraba que nada como el molenillo, un tercero prefería la rusa. ¨ No hay nada igual muchachos ¨ afirmó.

-Tú ni las tetas de tu madre llegaste a ver porque nunca te dieron del pecho- Todos explotamos en una carcajada estruendosa.

Contagiado de curiosidad llamé aparte al loco y la luna, un amigo de infancia inseparable (ya luego les cuento sobre él) le pregunté qué diablos era la paja.

-¿Tú nunca te has hecho una paja?- Preguntó asombrado

-No!- me vi obligado a confesar.

-Eso es lo mejor del mundo pana, te agarras por ahí debajo y lo mueves pa´lante y pa´tras mientras piensas en una muchacha que te guste.

Mi mundo tuvo un antes y un después de aquella revelación divina del loco y la luna. Fui otro a partir de aquel momento.

-Ya regreso- le dije y salí corriendo a casa con la imagen de Ela, una gringa que vivía al lado de casa y se pasaba las tardes tiradas en un chairlong tomando el sol con unos bikinis que dejaban poco a la imaginación.

Mi primera paja fue en su nombre, lo repetí mentalmente unas cien veces, la primera paja de mi vida dio inicio a una serie de conflictos que marcaron mi existencia. Al cabo de varios minutos concluía con mi primera hazaña sexual y programaba ya una segunda parte cuando el jadeo al respirar se calmara y me llegara de nuevo la viva imagen de Ela, ahora por qué no, desnuda como vino al mundo. Había olvidado el partido, de no haber sido el único portero del equipo y no se hubiesen molestado en ir a buscarme y casi obligarme a ir al encuentro.

Mi desempeño en el juego fue un desastre, no pude nunca sacarme aquella emoción, esa casi muerte que me embargó al venirme. Ansiaba que pasaran las horas y poder regresar a mi casa y dar rienda suelta a mi imaginación.

El segundo conflicto provocado por la paja fue contra la fe, hacía unos cuatro años que estaba de monaguillo en la iglesia San Antonio por sugerencia de mi madre. Después de la santa misa el padre Justo, un español con ínfulas de santo varón me recriminaba con un seseo molestoso:

-Rafael, Dios todo lo ve! Él sabe las cosas que estás haciendo y no le gustan porque son pecaminosas! Si sigues por ese paso nadie te salva del fuego eterno-

Tragaba en seco por el temor de arder por siempre en el purgatorio, pero al llegar a la casa mandaba al diablo al diablo y me entregaba a mi nuevo vicio. Nunca imaginé que el sabor del pecado era tan delicioso. Me masturbaba y cada vez era mucho mejor que la anterior, pero apareció en mi cabeza un elemento nuevo, la culpa. La misma fue creciendo al mismo ritmo que mi vicio de pajearme a la primera oportunidad de trancarme en el baño de la casa. Me hice una promesa, a lo mejor para aplacar la ira divina; durante la cuaresma no me iba a masturbar!

Mamá acostumbraba a celebrar la cuaresma con unas habichuelas dulce, invitó a nuestros vecinos norteamericanos que comieron hasta el cansancio cuantos platos mi vieja le servía en la mesa. Ela había venido con sus padres, por su blusa se dibujaban sus pezones, no podía quitar la mirada en ellos, pensaba que iban a salir disparados y sacarme los ojos del impacto. No pude terminar mi plato y me excusé para ir al baño y romper el mismo primer día mi promesa en cinco ocasiones.

Decepcionado conmigo por ser tan débil y el miedo al nuevo reproche del padre Justo me hice una nueva promesa, durante la semana santa me iba a mantener firme, no me iba a tocar.

Todo fue inútil, el lunes santo rompí por lo que me di una nueva oportunidad, pero en esta ocasión si que no podía fallar, el viernes santo no me iba a masturbar porque entonces iba a ofender el nombre de nuestro señor con mis morbosidades y con eso no se juega me dije. Les juro que casi cumplo, fui víctima del destino, todo se vino abajo en el lugar menos pensando, la iglesia!...durante la misa, cuando el padre nos invitaba a darnos el abrazo de la paz una joven mujer de senos firmes me abrazó más de lo normal y pude sentir como se clavaban en mi pecho sus deliciosas tetas que fueron motivo suficiente para convertirme en un irracional y en el mismo baño de la sacristía desfogarme a sabiendas de que nadie me salvaba del infierno.

A la semana siguiente abandonaba mi carrera religiosa a pesar de los reproches de mis padres. No pasó mucho tiempo para que me negara a ir a misa, ni siquiera a la del domingo estaba dispuesto a ir, no lo consideraba honesto de mi parte luego de lo sucedido. Como era de esperarse, mis padres al ver el alejamiento progresivo del menor de sus hijos se alarmaron a extremo, al principio quisieron obligarme para ante mi férrea resistencia se dieron por vencido.

A inicio de los años 80´s era muy poco lo que se hablaba con los hijos sobre la masturbación, lo poco era totalmente distorsionado, por un lado la iglesia repetía la absurda teoría de quien se masturbaba corría el riesgo de quedar ciego. En las calles, entre los amigos estaba otra versión más benévola, la misma no ha sido comprobada, mientras más te masturbas más te crece el pene.

Sacar tabúes de la cabeza de un ser humano puede llegar a ser muy complicado, a veces imposible. Con la llegada de mis dieciséis años cuestionaba la existencia de Dios, de su reino eterno etc, pero todavía pensaba que masturbarse no era correcto.

Me hice una cuarta promesa, iba a seguir hasta tener mi primer contacto sexual con una mujer. Ese mismo año inicié una especie de affaire con una muchacha que me llevaba unos cuatro años de edad. Ella desde el inicio controló la relación y cada vez que lo hicimos fue cuando y como ella quiso. Aquella situación provocó un aumento en la frecuencia de masturbarme. Una noche, luego de haber terminado de hacer el amor me dijo que se casaba dentro de dos meses con su novio de la universidad. Me vi solo de nuevo por lo que justificaba cada vez que me pajeaba.

Las promesas que hice luego fueron muchas, hasta cumplir los veinte, no, hasta llegar a los 30, cuando me case, cuando tenga un hijo etc. Nunca pude cumplir, me vi en serios problemas cuando mi pareja me descubrió una noche en la ducha, no hubo manera de convencerla que no estaba pensando en otra mujer, eso fue el principio del fin de nuestra relación. En menos de un mes hizo las maletas y dejó una nota escueta encima de la cama, nunca regresó.

Aunque he disminuido la frecuencia, nunca he parado de masturbarme. Hoy a mis cuarenta y dos años sigo con la vieja costumbre que inicié en el 1981. Abandoné la religión, casi dejo a un lado el deporte que amo, me abandonaron mujeres y la verdad es que no lo sufrí mucho. Sigo anhelando cada día un momentito a solas y así poder tener la libertad de imaginar que estoy con quien se me pega en gana, a lo mejor con Ela, con la universitaria o una actriz de cine de moda. La elección es mía, es mi imaginación y demasiado caro he pagado, creo que me lo merezco.

Vi Ho Purgatto Ancora!

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