miércoles, 3 de diciembre de 2008

Los 80's...Sicodélicos, confusos.

Correspondencia Para Chanflín...

Si usted preguntaba en el barrio por Francisco Pedro Borbón estoy seguro que muy pocas personas le hubiesen podido responder que le conocían, entre esas pocas personas me incluyo, al igual que mi padre y hermano mayor. Si usted preguntaba por toda la ciudad por Chanflín entonces estoy seguro que casi todo el mundo le iba poder decir que le conocía.

Francisco Pedro Borbón, mejor conocido como Chanflín, llegó una mañana pidiendo trabajo a un almacén de provisiones de la avenida Valerio, el mismo era propiedad de mi padrino por lo que pronto Chanflín fue presentado a mis padres. Como su labor en el almacén finalizaba antes del mediodía, se ofreció como ayudante en la fábrica de muebles de papá. Allí fue donde nos hicimos amigos.

Chanflín sobrepasaba los seis pies de estatura, cuerpo musculoso. Su piel estaba tostada por el sol, su rostro siempre lucía una barba de varios días que nunca crecía de más. Su atractivo principal eran sus ojos azules que hacían juego con su eterna gorra de los Tigres del Licey. Sólo una vez le vi sin la gorra en su cabeza, fuimos un domingo a pescar al río Yaque y su anzuelo quedó atrapado en la profundidad, luego de pensarlo varias veces puso su preciada gorra con todo el cuidado del mundo en la arena y dejó al descubierto una brillante calva que amenazaba con llegarle a la nuca.

Chanflín no se hizo famoso por su estatura, ni cuerpo, ni siquiera por sus ojos azules que hacía juego con su gorra de los Tigres del Licey. Su fama le llegó a finales en los 70's , cuando desde España nos llegaba la noticia de la muerte de Franco y la restauración de la monarquía. Se proclamó primo del rey Juan Carlos, nos dijo a todos que le tocaba una herencia de unos doscientos millones de dólares. Todos seguido fuimos beneficiados con la promesa de una parte de su fortuna, pero como era el blanco perfecto de las burlas de los muchachos del barrio fue eliminando uno por uno hasta no quedar nadie conocido en la lista. El dinero, me dijo un domingo de pesca, le iba a llegar en un sobre amarillo, dentro un cheque con la cantidad soñada. Era ya su único tema de conversación. Cuando le preguntaban:"Chanflín, te mandaron los chelitos?" siempre respondía lo mismo:"Sigue con tus burlas, yo te voy hacer un cuento".

El dictador enano fue arrancado del poder, conocimos la democracia en dos ocasiones y sin cambiar una simple letra de su discurso Chanflín siempre nos contaba la misma historia que ya nadie le hacía caso. Ya casi no le veía, había entrado a la universidad y era poco el tiempo libre que me quedaba para domingos de pesca. Fue una tarde mientras tomaba clases de economía 101 en la universidad que se me ocurrió gastarle una broma pesada a Chanflín. Al llegar a la casa le conté los detalles de mi plan a mi hermano mayor que para mi sorpresa no sólo estuvo de acuerdo, sino que se ofreció para ayudarme con el mismo. Compramos papel de cáscara de huevo en una librería del centro de la ciudad, varios sobre manila, un chinografo, goma para lacrar entre otras cosas. Mi hermano que domina a la perfección el arte de escribir con letras góticas redactó una carta a Chanflín donde primero le saludaba y le contaba lo emocionado que estaba de haber dado por fin con su paradero. En la carta le contaba que en poco tiempo le iba a estar enviando el cheque con el dinero de su herencia. Pusimos el sobre en el correo y al cabo de dos días Chanflín recibía su sobre. Saltaba de la alegría y le mostraba la carta a todo el mundo. Besaba la firma que mi hermano había copiado del rey Juan Carlos de una revista de sociales española. A todos nos prometió una parte de su fortuna olvidando ofensas del pasado. Cuando vino a casa con la carta en las manos tuve que morderme los labios para no estallar de la risa y echar a perder la segunda parte de nuestro plan.

Tanto mi hermano como yo estuvimos ansiosos durante las siguiente dos semanas, ambos queríamos enviar ya el cheque de Chanflín. Mi hermano de nuevo hizo un trabajo memorable, firma, número de cuenta, monto, todo parecía real. El sobre con el cheque le llegó una tarde calurosa de junio, estaba llegando a la fábrica de papá cuando el cartero le vio y le dijo de su correspondencia. Ese día no trabajó, tampoco fue al almacén al siguiente. Nos enteramos que le habían apresado en la sucursal del banco Universal de la calle El Sol tratando de cambiar el cheque falso. Como su antigua costumbre de la dictadura, los policías en el interrogatorio lo acariciaron más de lo debido. Mi hermano me convenció de que teníamos que contarle todo a papá quien al enterarse sólo dijo:"Coño, se pasaron muchachos". Se reunieron varias personas, entre ellos papá, el cura párroco, mi padrino quien era el jefe de Chanflín en el almacén y fueron todos al cuartel de la policía a lograr su libertad alegando demencia.

A Chanflín lo liberaron pero ya no era el mismo de antes, no volvió a trabajar. En menos de un mes envejeció años. La penúltima vez que le vi estaba sentado en un banco de la plaza Valerio. Me acerqué timidamente. Le pedí disculpas, me ignoró, su mirada se perdía entre los árboles del parque, se balanceaba suavemente de un lado a otro. Me despedí con un "nos vemos" entonces me habló, aunque no estoy seguro que fuera precisamente a mi, mas bien dejó escapar unas palabras al viento al decir:"Ya ni en la familia puede uno confiar, el cheque no tenía fondo".

Mi hermano se fue a vivir a los Estados Unidos, de Chanflín nadie le vio de nuevo, todos temieron lo peor. No tardó mucho para verme convertido en un paria para todos en el barrio. Me tocó cargar la cruz de la culpa a mi solo. Mi amigos ya no me hablaban, mi novia me sacó de su casa cuando fui a visitarla. Mis padres fueron indiferentes conmigo, como si yo no existiera. Me encerré en mi habitación día y noche, salía a comer, bañarme o tomar algo de la nevera. Poco a poco el encierro, la culpa y el trato recibido por todos me fue afectando. Mis estudios de economía quedaron en el olvido, una noche ya no pude más y me corté de un tajo las venas, mi madre fue quien me encontró tirado en el suelo. Luego, los meses siguientes fueron algo confuso, no recuerdo mucho de lo que hice. Estuve interno por más de dos años en un hospital siquiatrico en las afueras de la ciudad. Cuando me dieron el alta descubrí que nos habíamos mudado bien lejos de mi antiguo barrio. "Tienes la oportunidad de empezar una nueva vida" me dijo papá al llegar a la nueva casa. Pude conseguir empleo en un banco, una nueva novia. Las visitas al siquiatra se fueron espaciando con el paso de los años. Fue en una de las citas con el doctor, sentado en la sala de espera y hojeaba una revista española cuando vi a Chanflín por última vez. Estaba cambiado, su piel ya no estaba tostada por el sol, su cuerpo mantenía la buena forma que lo caracterizaba. Fue por sus ojos azules que ahora hacían juego con el mar . No le hubiese reconocido de no haber leído el encabezado que decía:"El duque Francisco Pedro Borbón vacaciona en el mar mediterráneo en su lujoso yate".


Rafael Rodríguez Torres

4 comentarios:

La Muela dijo...

Magistral.
Un fuerte abrazo, me encanta pasar por aqui.

Rafael cine dijo...

Gracia Harold, es un privilegio contar con tan distinguido y ameno lector.

Eat-lyrics dijo...

Me gusta mucho como escribes; y tus historias tan interesantes!!
soy tu fan!!

Ericarol dijo...

yo sabía que Chanflín era un duque.....
Me encantó esta historia. mi tipo de lectura.

besos!!